¡Llegamos a diciembre! El mes más esperado por todos. Las familias se reúnen, llegan los hijos a la casa paterna, los que se encuentran en el extranjero, regresan a sus pueblos o a la casa natal, los niños sueñan con juguetes nuevos, se renuevan las esperanzas en unión y en un imaginario colectivo.
También los pequeños comercios o los puestos del tianguis se preparan con calendarios del nuevo año. La carnicería, los abarrotes, las jugueterías, repartían en otros años diversas formas de calendario. En los últimos tiempos, se suman los bancos obsequiando pequeñas tarjetas de presentación con el anuario impreso a la vez que anuncian sus servicios.
¿No le he dado su calendario? ¡Llévelo, nos quedó muy bonito! Y los más solicitados eran el que románticamente ofrecía la imagen de la Leyenda de los Volcanes. Y en misceláneas, jacalones, estanquillos, cuartos de vecindad, farmacias, talleres, los calendarios resolvían la decoración de la casa o el negocio. Alegraban por un año cualquier rincón.
¡Que no se le acaben; me guarda uno!… Y de pronto, de un día a otro, se evaporó el México-reconocible-a-simple-vista y el estilo del crecimiento nacional se hartó de trenzas con moños, sombreros de charro y calendarios. Una imagen que perduró fue La Guadalupana. «Y allí me ponen una imagen de La Guadalupana con veladoras, un calendario, unos botes con flores y el retrato de la abuela. Que todo se vea del pópolo», dice Carlos Monsiváis en su texto: “Jesús Helguera: El encanto de las utopías en la pared”.
Tal vez las nuevas generaciones no saben de ellos. El tiempo es importante para la generación de los Milenials, los que tienen cerca de 30 años nacidos entre 1984 y 2000, el tiempo es importante para poder viajar, pero a ellos ya también les pisan los talones la nueva generación llamada The Founders.
Los fundadores tienen menos de 16 años. Su obsesión es corregir una sociedad que “se ha roto”. Pero, es importante entender a las nuevas generaciones que se aproximan, ya que son nuestro futuro. Hablamos de contenido aún más exacto, más pequeño, muchas menos palabras, más imágenes y lleno de emojies.
Entonces esta entrega es un mensaje, de los abuelos para Los Fundadores. Hablar de los calendarios de Jesús de la Helguera (28 de mayo de 1910, Chihuahua-5 de diciembre de 1971, Ciudad de México), es explicar imágenes que ya se encuentran en los museos. Historias que surgen de un pasado idílico y romántico.
La cumbre del arte calendárico es el pintor Jesús de la Helguera, nacido en México, formado en España, y promovido almanaque tras almanaque por la Cigarrera La Moderna —Santiago Galas, el impresor— que lo contrató en exclusiva muchos años y lo difundió.
Jesús de la Helguera vivió los primeros años de su infancia en la Ciudad de México y posteriormente en la ciudad veracruzana de Córdoba. A los siete años abandonó México con su familia a causa de la Revolución Mexicana y emigró a España.
Ahí radicó inicialmente en Ciudad Real y posteriormente en Madrid, donde, a los 12 años de edad, ingresó en la Escuela de Artes y Oficios, aunque dos años más tarde entró a la Academia de San Fernando para completar sus estudios de pintura.
Su trayectoria escolar, y el estudio independiente de obras en el Museo del Prado lo llevaron a ser galardonado en un concurso del Círculo de Bellas Artes con diferentes premios y matrículas de honor. El prestigio obtenido le abrió la posibilidad de trabajar como ilustrador para diferentes editoriales.
De la Helguera tuvo su primera experiencia docente a los nueve años de edad como maestro de dibujo, en la primaria. Sin embargo, algunos años después ganaría un concurso por oposición para obtener una plaza de maestro de arte en un instituto de Bilbao. Éste sería el inicio de una carrera sobresaliente en la enseñanza pictórica española.
Al estallar la guerra civil española, De la Helguera, en familia con su esposa Julia González Llanos y con sus dos hijos (María Luisa y Fernando), optó por retornar a México ante las dificultades económicas en las que se encontraba. Su primer trabajo en México lo encontró en la revista “Sucesos para todos”.
Durante ese tiempo recorrió el país para hacerse una imagen del mismo y de sus costumbres y tradiciones y conocer su geografía, de esta forma es como nació la que sería la primera versión de “La Leyenda de los Volcanes”, uno de sus trabajos más reconocidos.
La imprenta Galas de México es una icónica fábrica de calendarios y cromos publicitarios, fundada en 1913 en la Ciudad de México. Su nombre es el primer apellido de su fundador: Santiago Galas Arce. Fue de las primeras imprentas en México en contar con offset para impresión de cromos y calendarios publicitarios.
A partir de 1954 y hasta 1970 trabajó para la editorial Galas de México, la editorial encargada de reproducir su obra masivamente por encargo de la Cigarrera La Moderna. Posteriormente Galas de México, el martes 14 de noviembre de 2013, celebró en el Museo Soumaya de Plaza Carso cien años en la industria del empaque flexible y productos litográficos.
El auge de la empresa “Galas de México en la comercialización de calendarios se dio a partir de la década de los años 30. Mediante el empleo de la litografía y el offset se reprodujeron de forma masiva las imágenes dirigidas fundamentalmente a la clase media urbana: escenas taurinas y deportivas, actores y actrices de la pantalla grande, motivos de la vida cotidiana familiar, festejos rebosantes de color y tradición, procesiones y estampas religiosas, así como los célebres guerreros de cuerpo musculoso y las sensuales doncellas aztecas, diferentes imágenes que se convirtieron en una tradición en todo nuestro país y varios lugares de Centro y Sudamérica.
Jorge González Camarena se sumó a una generación de pintores como Jesús de la Helguera, Eduardo Cataño, Ángel Martín, José Bribiesca, Humberto Limón y Aurora Gil, entre muchos otros, quienes de la mano de técnicos, trabajadores, diseñadores y vendedores poblaron los hogares mexicanos con aquellas imágenes de ensueño.
Temas patrios, históricos, familiares, costumbristas, deportivos o evocadores de la belleza femenina se imprimieron de forma permanente en calendarios especiales y de línea entre 1933 y 1970, año de la muerte de Santiago Galas. Frente a los nuevos conceptos de imagen que trajo consigo la fotografía en la década de los 60 –niños, mascotas, frutas y vistas panorámicas con paisajes–, el otrora pujante negocio del calendario estaba por concluir.
Su trabajo de índole folklórico estaría influido principalmente por la corriente de modernización y desarrollismo que tenía el país en la década de los años 40 y por el nacionalismo existente entre los artistas de la época, especialmente los muralistas.
Además de su trabajo como ilustrador de temas folklóricos, Jesús de la Helguera tuvo trabajos no calendáricos, entre los que destaca su versión del Leda y el cisne, un cuadro en el que el erotismo femenino se muestra más abiertamente, a diferencia de sus cuadros más comerciales, donde el erotismo femenino es más pasivo.
Sus trabajos, de fuerte corte romántico y académico, reflejan un México irreal, idealizado y mitológico. Como los críticos de la época encontraban su obra muy sentimental y de fines puramente comerciales, fue por algún tiempo relegada e ignorada.
Con el transcurso del tiempo, la colectividad mexicana en los Estados Unidos tomó su obra como un símbolo de mexicanidad, aún cuando ésta estuviera alejada de la realidad mexicana. Carlos Monsiváis, en su obra Los rituales del caos, describe el trabajo de De la Helguera como una combinación de la “estética de la mitomanía nacionalista” y de la “ética de las recompensas terrenas por la sumisión a lo ultraterreno”.
Jesús de la Helguera falleció el 4 de diciembre de 1971, sin embargo en esta época decembrina resurgen esos temas idílicos en los negocios que aún ofrecen el calendario tradicional. Unos lo adquieren porque significa un recuerdo de la casa de los abuelos y la paterna; otros lo llevan de recuerdo al extranjero.
Hoy los Fundadores, los chavos verán sin entender su gran trascendencia en los hogares y negocios mexicanos. Primero, hay que entender que estos “niños” nacieron prácticamente frente a un smartphone.
Ellos y ellas, mis nietos, ya saben utilizar Facebook. Mientras nosotros nos sentábamos en el suelo a ver a Chabelo, ellos ya consumen Netflix. Y cuando nosotros estábamos emocionados por utilizar una PC, ellos utilizan un smartphone sin ni siquiera pensar lo que están haciendo.
Son una generación donde la interconectividad, las transacciones digitales y el contenido a la carta es lo común. Han utilizado internet y computadoras para hacer tareas desde primaria, y en su futuro todas las profesiones harán uso de la tecnología.
También serán personas más globalizadas, con acceso a la información, y por ende buenos para los negocios con un tiempo digital. ¿Veremos una nueva forma de medir el tiempo?
blancagardunomx@gmail.com
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