El artista ofreció ayer un conversatorio en la Sala Miguel Covarrubias de la UNAM por motivo de su exposición.

Foto: Héctor García

El artista ofreció ayer un conversatorio en la Sala Miguel Covarrubias de la UNAM por motivo de su exposición. Foto: Héctor García

El artista ofreció ayer un conversatorio en la Sala Miguel Covarrubias de la UNAM por motivo de su exposición. Foto: Héctor García

Francisco Morales V.

Cd. de México (13 abril 2019).- 

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El germen de la muestra de Ai Weiwei

Éste es Ai Weiwei

Cuauhtémoc Medina decidió no pedir permiso, y fue lo adecuado: su indiscreción -así la llamó- resultaría en un poderoso momento que mantuvo en silencio, expectante, a la Sala Miguel Covarrubias del Centro Cultural Universitario de la UNAM. Y al propio Ai Weiwei.

Sentado a su lado izquierdo, la figura que había llenado el auditorio, el artista y disidente político chino, tan sólo pudo limitarse a escuchar, reflexivo y cruzado de brazos, la anécdota que el curador de su muestra, que abre hoy en el MUAC, decidió compartir sin preguntarle.

Y es que era necesario explicar cómo es que un iconoclasta artista contemporáneo, proveniente de un país tan aparentemente disímil, lejano, logró obtener la confianza plena y llegar al corazón de los familiares de los 43 normalistas de Ayotzinapa.

En el escenario, como parte de una mesa de diálogo en torno a la exposición, titulada Restablecer memorias, estaba también María Luisa Aguilar, activista del Centro Pro Derechos Humanos que resultó fundamental para esta historia.

Tres años atrás, antes de que atisbara incluso en el horizonte la muestra -que hoy, entre otras piezas, exhibe dos relativas a los normalistas desaparecidos-, Ai y Medina, ayudados por Aguilar, se encontraron con los deudos de la tragedia ocurrida en Iguala el 26 de septiembre de 2014.

“Creo que Weiwei hizo las preguntas que todos debemos hacer cuando se escucha que 43 estudiantes desaparecieron en una sola noche. No creo que muchos mexicanos lo hagamos todos los días, porque es algo que cada vez se vuelve más normalizado”, irrumpió Aguilar, mientras el artista mantenía el silencio.

“Creo que para él era claro que eso era algo que no podía tolerarse ni debería pasar en ningún lado”.

Si algo ha tenido que hacer Ai, en los últimos años, es escuchar a las víctimas de numerosas tragedias.

Para la realización de su película Human Flow, por ejemplo, viajó a 40 campos de refugiados, en más de 20 países, documentando cientos de historias de la crisis migratoria global.

“Hubo un momento donde, tras escuchar a los padres de los muchachos, Ai Weiwei les pidió que lo dejaran dirigirles unas palabras y les dijo tres cosas que me conmovieron muy profundamente y que, supongo, la gente necesita saber”, había señalado Medina sobre la anécdota.

Como el mundo entero supo a través de un escándalo internacional, en 2011, Ai fue detenido por el Gobierno chino -del que es un opositor decidido-, y fue incomunicado y torturado psicológicamente, sin ver la luz natural y observado por dos guardias en todo momento, en un infierno que duró 81 días.

“Les dijo que él había sido un prisionero del Estado, que él sabía lo que era estar desaparecido e incomunicado”, prosiguió Medina, ante el silencio mantenido del artista.

“Él debía compartir con ellos que en ese momento de oscuridad, lo único que lo mantenía con vida era la certeza de que había personas allá afuera que lo amaban, se preocupaban por él y que estaban luchando por sacarlo de ahí.

“Y les dijo: ‘Si sus hijos están en algún lado, seguramente están confiando y viviendo por la posible luz que alguien está emitiendo'”, contó.

El documental que prepara sobre el caso Ayotzinapa, por eso, se llama Vivos, como el reclamo perpetuo que, de muchas maneras distintas, han hecho los padres de los normalistas durante los últimos cuatro años.

“Y les dijo”, continuó Medina: “‘Esto también debo compartirlo con ustedes porque ha sido mi experiencia: somos seres humanos, estamos hechos de carne y hueso, entonces nos cansamos… Por el otro lado, el Estado, el Gobierno, es una máquina, y las máquinas no se cansan. Entonces necesitan encontrar una manera de prevenir pelearse entre ustedes y encontrar maneras de trabajar juntos, porque la suya va a ser una lucha muy muy larga”.

Finalmente, pidió permiso a los padres para realizar la película, misma que se comprometió a exhibir tanto como fuera posible para visibilizar el caso ante el mundo. Por todo lo anterior es que aceptaron.

“Creo que es realmente importante conservar los detalles de eso. Fui indiscreto, pero creo que era importante hacerlo”, concluyó Medina, dando salida a una historia que Ai jamás quiso contar en público en los últimos días.

Vendrían después discusiones sobre la memoria, la violencia, el perdón y el arte, en las cuales Ai sí participaría, y al final se tomó una selfie de despedida con una máscara de luchador morada que le pasó alguien de la audiencia, una audiencia que minutos antes le había escuchado impartir la mejor lección de empatía desde el silencio, rehusando los reflectores, para darle voz a las víctimas.

Ciudadano por México

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