La clase política recién electa debe tener siempre en cuenta que su trabajo consiste en transformar para bien a la sociedad, con el espíritu de servicio y no la del lucro. Es un derecho legítimo el querer generar riqueza individual, pero la función pública tiene otros fines y ese imaginario perverso de utilizar a las instituciones para favorecer intereses personales ya no cabe en la actualidad; no por lo menos desde una propuesta que se dice ser emanada de la izquierda.
Eso parece una utopía, pero hay que recordarle a los políticos que asumirán funciones en los próximos meses que todas las decisiones que tomen van a generar un impacto en la colectividad que conducirán, por lo que si optan por reiterar los actos de corrupción de antaño y, además tienen un nulo desempeño en sus funciones, solo cosecharán el mismo hartazgo que se ha acumulado por años en México. Los resultados electorales pasados enviaron un mensaje contundente de parte de la ciudadanía, por lo que el compromiso es grande y un resultado adverso lo agradecerá el dinosaurio político que está apaleado, pero no muerto. Los excesos y la frivolidad que se cometan seguramente serán la materia prima que los opositores utilizarán para descalificar al proyecto “amloista” y buscar escalar nuevamente para recuperar un poco de la mucha legitimidad perdida.
El gobierno electo ha señalado que habrá una depuración de la vida pública nacional y se buscará sacar la corrupción en todos los niveles, se salvará al campo y habrá una auténtica democracia. Poco se ha dicho hasta ahora de cómo se operativizará la cuarta transformación de México, de la que todos hablan pero todavía no se conoce el plan que va a materializar esas metas. Eso no es asunto menor, porque se trata de enfrentar una institucionalidad asociada a vicios y complicidades que desde hace décadas le ha funcionado al viejo sistema y que seguramente traerá resistencias que buscarán evitar a toda costa perder privilegios, mediante trabas administrativas o el uso de dispositivos de violencia que se instalen para evitar el cambio.
Profesionalizar la política y generar
inteligencia preventiva es la ruta
Dice Michael Foucault que donde hay poder, hay resistencia. Entonces, corresponde al nuevo presidente de la República instalar las resistencias correspondientes para impedir un boicot interno desde las instituciones que sirvieron al viejo régimen y se generen los cambios rápidos que la ciudadanía debe de percibir y enviar el mensaje a los adversarios de que hay directrices claras en la administración que se inicia.
De manera paralela, se deben implementar estrategias que fortalezcan la añorada profesionalización de la función pública, que difícilmente hará eco en la planta laboral hoy instalada, por lo que no estaría del todo mal la ejecución de un plan de capacitación y sensibilización sobre el papel que juega la burocracia para lograr esa cacaraqueada transformación del país. No puede haber revolución sin revolucionarios, y no habrá transformación nacional solo por decreto presidencial.
Por otra parte, la violencia inusitada que se está presentando en la geografía nacional muestra que existen grupos delictivos que se están reorganizando porque existen nuevos códigos de comunicación con el poder y buscan hegemonizar su liderazgo en las regiones. El poder político ya no controla las distorsiones de la función pública establecidas, entonces se prevé que la escalada de violencia se incremente todavía más, por lo que el presidente electo debe tener claro el papel que juegan las instituciones de inteligencia para generar rutas prospectivas para contener la inseguridad. Por ello, es importante que se aclaren los mecanismos de cómo se va a operativizar la Agencia Nacional de Inteligencia, propuesta realizada para sustituir al Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen), y se distingan los planos que serán responsabilidad de la seguridad pública y de la seguridad nacional, que son absolutamente distintos.
Craso error se cometería si los asuntos de seguridad nacional se subordinan a los de seguridad pública, ya que en cualquier nación que aspire a llamarse desarrollada es el ministerio del interior el que conduce siempre la seguridad nacional, por lo que la Secretaría de Gobernación no debería de perder esa facultad. La inteligencia civil o policial siempre son necesarias para prevenir eventos que atenten contra la población y la salvaguarda del Estado Nación, eso se logrará profesionalizando el quehacer público y colocar a la inteligencia prospectiva en el centro de toda toma de decisiones, donde los universitarios tenemos una deuda histórica y debemos de demostrar nuestro liderazgo.
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