Como se decía antes, a Gil no se le quedará en el tintero la resolución del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación en la cual exonera a Morena de la multa de 197 millones de pesos que le impuso el INE. Gamés leyó la noticia con los pelos de punta y punto: lisa y llanamente, nada qué sancionar y a otra cosa. Gilga no necesita ser un jurisconsulto o especialista en la ley electoral para saber que los partidos tienen prohibido ofrecer y dar dinero para la causa que sea, aún la más noble; por ejemplo, ayudar a los damnificados del terremoto de septiembre de 2017 con un fideicomiso: Por los demás. Raúl Trejo Delarbre ha escrito en su periódico Crónica: “El domicilio legal del fideicomiso es el de Morena. Los seis integrantes del comité técnico de fideicomiso y la mayoría de los fideicomitentes son miembros de la dirección de ese partido. Por lo tanto, el beneficio político que resulte de los fondos recabados por ese fondo financiero lo tuvo que haber recibido el partido que lo promovió”.

Gil vio rondas de militantes de Morena depositar dinero en el banco, uno tras otro, depósitos prohibidos. A la rueda de San Miguel todos cargan su bote de miel para el pueblo bueno. En un solo día los botes de miel de a 50 mil pesos sumaron un millón 400 mil pesos en 20 minutos. En unos cuantos meses el fideicomiso Por los demás recibió depósitos por 78 millones de pesos, el acopio de más de la mitad de ese dinero fue en efectivo.

El consejero Ciro Murayama explicó en su momento que Por los demás hizo pagos a 70 personas por 60 millones de pesos a través de cheques de caja, todas ellas empleados o candidatos de Morena. Ahora bien sin mal: de buena fe, Gilga no duda que ese dinero haya llegado a cuentas de los damnificados, pero el artículo 209 prohíbe tanto a partidos como a personas “la entrega de cualquier tipo de material que contenga propaganda política o electoral de partidos, coaliciones o candidatos en el que se oferte o entregue algún tipo de beneficio, directo, indirecto, mediato o inmediato, en especie o en efectivo, a través de cualquier sistema que implique la entrega de un bien o servicio”.

Gamés recoge dos frutos podridos de todo este asunto: primero, los magistrados del tribunal electoral se ponen a las órdenes del Presidente electo: susórdenes jefe, de plano como en una película de Cantinflas. Mala cosa. Segundo, después de esta resolución, el tribunal hace público su definitivo e irresoluble conflicto con el INE. Pésima cosa. De entre todas las decisiones que pudieron tomar al respecto del fideicomiso se inclinaron por una sola: el tribunal nunca avalará lo que proponga el instituto, antes al contrario. Gilga no olvida que el tribunal subió a Jaime Rodríguez a la boleta electoral. Una pena, una peña y una piña.

Gilga persiste en su colección de lecturas del populismo. La editorial Grano de Sal publicó en noviembre de 2017 ¿Qué es el populismo?, de Jan-Werner Müller. Una tableta: “El populismo no es ni la parte auténtica de la política democrática moderna, ni una suerte de patología causada por ciudadanos irracionales. Es la sombra permanente de la política representativa. Siempre está la posibilidad de que una figura hable en nombre del ‘pueblo real’ […]. No todo el que critica a las élites es populista. Además de ser antielitistas, los populistas son antiplurales. Aseveran que ellos y solo ellos representan al pueblo. Los demás competidores políticos son esencialmente ilegítimos, y cualquiera que no los apoye no es propiamente parte del pueblo. Cuando están en la oposición, los populistas necesariamente insisten en que las élites son inmorales, mientras que el pueblo es una entidad homogénea y moral cuya voluntad nunca está errada […]. Los populistas pueden gobernar y es probable que lo hagan en concordancia con su compromiso básico de que solo ellos representan al pueblo […]. Los populistas también pueden escribir constituciones; estas serán constituciones partidistas diseñadas para mantener a los populistas en el poder en el nombre de una supuesta voluntad popular, original y auténtica”.

Todo es muy raro, caracho, como diría Bertolt Brecht: Todo el poder viene del pueblo, pero ¿a dónde se va?

Source

http://milenio.com/opinion/gil-games/uno-hasta-el-fondo/cosas-juzgadas

Ciudadano Mexicano

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