AMLOMETRO Bienestar Social Política y gobierno

De lengua, un plato

Jorge Suárez-Vélez

en REFORMA

05 Dic. 2019

 

AMLO dice que la distribución del ingreso mejoró en su primer año. Eso es falso. En todo caso, él privilegió “distribuirle” recursos a aquellos cuyas lealtades busca comprar. La economía no creció, la población sí. Al haber más comensales compartiendo un pastel que no es más grande, algunas rebanadas se contrajeron. Para “redistribuirlas” tendrían que haber recortado las más grandes, es decir, haciendo la reforma fiscal redistributiva que no se ha hecho.

Este gobierno se pasa dinero de un bolsillo al otro, lo cual a nadie enriquece. Devastaron programas sociales efectivos, como el Seguro Popular y Prospera, canalizando ese dinero a programas clientelares como Jóvenes Construyendo el Futuro y repartiéndoselo a adultos mayores. Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad demostró que JCF es muy ineficiente y no cumple su objetivo. El beneficio social de los programas eliminados era claramente superior.

La desigual distribución del ingreso provee una poderosa narrativa que genera tensión social y movilización política. Es deseable fomentar igualdad, pero parece peligroso buscarla emparejando desenlaces y no puntos de partida, lo cual desincentiva el mérito y promueve dependencia. Es fácil acabar con la desigualdad. Corea del Norte, Cuba y Venezuela lo lograron empobreciendo (o expulsando) a los ricos. Eliminarla empoderando a los pobres, procurando acceso justo a oportunidades e incentivando movilidad social, es otro cantar.

Si este gobierno buscara movilidad social, haría cuatro cosas: impulsaría la formalidad, para que más gente acceda a capacitación, prestaciones, pensiones, ahorro, crédito e hipotecas; buscaría incluir a las mujeres en la economía para elevar el ingreso familiar; invertiría en mejor educación pública; y fomentaría la urbanización, ofreciendo vivienda accesible y mejor transporte público. En vez de eso, prefiere repartirle cash a su clientela, sin exigir alta en Hacienda; eliminó estancias infantiles, imposibilitando que las madres se incorporen a la fuerza laboral; puso la educación en manos de sindicatos que buscan todo menos calidad educativa; y ofreció precios de garantía y programas como Sembrando Vida que perpetuarán a la población en zonas rurales en condiciones precarias.

Inevitablemente, la gente mide su bienestar en términos relativos, comparándose con el vecino. Se cree menos “pobre” quien está rodeado de gente más pobre, que alguien más rico, pero no tanto como sus vecinos. Por ello, es peligroso atizar la envidia con etiquetas cáusticas, y a partir de la falsa premisa de que quien tiene éxito lo logró a costa de los demás. George Will, columnista del Washington Post, dice que: “la envidia es el pecado capital más destructivo, pues no le permite al pecador siquiera un momento de placer”. Suecia, modelo de equidad, es uno de los países con más “billonarios” del mundo, uno por cada 250,000 habitantes, pero son vistos con admiración, pues lograron construir empresas multinacionales que generan empleos, como Volvo, IKEA, H&M o Spotify. Experimentaron con impuestos a la riqueza en 1934, 1948 y 1971, y al confirmar su magra contribución al erario (0.4% del PIB), tomaron otro camino.

La desigualdad es un problema real, pero estudios recientes de Gerald Auten y David Splinter, economistas del Comité Impositivo del Congreso estadounidense, confirman que si medimos bien impuestos y transferencias, la participación del 1% más rico en la economía de ese país no ha aumentado desde los años 60, a diferencia de la alarmante concentración que condenaron Piketty y Saez en 2003. Por otro lado, si bien los salarios en estratos más pobres se han estancado, también ha habido un notable abaratamiento de bienes duraderos por cambios tecnológicos, y han surgido alternativas de comunicación y entretenimiento de costo mínimo que antes no existían.

Abatir pobreza y reducir desigualdad debe ser prioritario. Lograrlo exige políticas públicas serias que no darán fruto repentino. Este gobierno sólo ofrece mentiras y demagogia. De lengua, me como un plato.

 
@jorgesuarezv

Fuente:https://www.reforma.com/de-lengua-un-plato-2019-12-05/op169656?pc=102

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