El botón de Angelita Son millones de mujeres las que están siendo en este momento agredidas de manera física, sexual, emocional y económicamente en sus propios hogares. También sufren día con día amenazas de muerte o intentos de aislamiento social por sus parejas. Por el derecho a la libertad de expresión. Son millones de mujeres las que están siendo en este momento agredidas de manera física, sexual, emocional y económicamente en sus propios hogares. También sufren día con día amenazas de muerte o intentos de aislamiento social por sus parejas. Muchas de ellas tienen años en esa situación dolorosa y altamente incómoda, sin que reciban la más mínima esperanza de poder salir de ella. Otras mujeres, de una manera diferente, llegaron a estar en el desamparo a partir de un suceso externo a sus vidas personales. Este sería el caso de Angelita, integrante de la Asociación Civil Unión y Fuerza por Nuestros Desaparecidos, A. C., que hace una semana fue cobardemente asesinada en su salón de belleza, con un tiro en la cara. Ella estuvo buscando a su hermano desaparecido desde hacía varios años, sin encontrar indicios de su paradero ni de sus posibles restos humanos, si hubiera sido enterrado clandestinamente. Sus actividades, antes de pertenecer a la asociación civil, fueron conocidas por las autoridades civiles municipales, estatales y federales, en sus instancias judiciales. Sin embargo, nunca recibió el apoyo ni la atención que merecía y estaba obligada a recibir. Con su activismo y la serie de acciones en las que se involucró, comenzó a ser un inconveniente al cual había que silenciar. Por consiguiente, Angelita fue objeto de hostigamiento y fue, supuestamente, protegida por las autoridades con un botón de pánico. Esta es una medida que se le otorga a los ciudadanos para que, cuando estén en alto riesgo de ser agredidos fatalmente lo accionen, y acudan las autoridades correspondientes a socorrerlos. Cuando Angelita recurrió al botón de pánico, lo hizo de manera automática y con la esperanza de que alguien acudiera en su auxilio. No obstante, media hora después y cuando yacía sin vida en su negocio, llegaron las agencias policíacas al lugar de los hechos, a confirmar su asesinato. No solo no le ayudaron a buscar a su hermano, sino que no le brindaron la protección que merecía. Las autoridades de los tres niveles de gobierno, definitivamente, no están cumpliendo con sus obligaciones. Los delitos que se cometen, día tras día, no son investigados. Los delincuentes se pasean “como Juan por su casa”, sin ser molestados, incrementando los niveles de impunidad de manera sorprendente. Ya estamos llegando a ver que se resuelven cero asuntos ilegales. Con lo que, de manera práctica, hemos eliminado la necesidad de tener agencias policíacas en nuestras ciudades. Personas como Angelita, acuden a buscar protección ante amenazas o abusos, pero son tantos casos los que diariamente surgen, que es imposible que se les atienda, o al menos eso es lo que nos imaginamos. ¿Cuántas Angelitas más hay en todo México buscando a sus familiares, sin recibir el mínimo apoyo en su cruzada? Son muchas, no cabe duda. De la misma manera, existe un número incierto de familias que han tenido que abandonar sus casas y todas sus pertenencias, en aras de salvar sus vidas de delincuentes sin freno, que los acosan diariamente. Es una situación muy parecida a la que viven los palestinos en Gaza, ante el asedio militar y los bombardeos israelitas que mutilan y matan, inclementemente, a miles de personas. La vida de Angelita, como la de tantas mujeres mexicanas, fue difícil. Madre soltera con al menos dos hijos, sin trabajo ni ingresos seguros, enfrentó su desamparo emprendiendo un negocio personal con el cual sacaba adelante a su familia. Se daba el tiempo que se requería para organizar eventos de búsqueda de desaparecidos, junto con más personas sufriendo el mismo problema. Sin importar el clima, acudía con herramientas para excavar, a sitios fuera de la ciudad, agrestes y de difícil caminar, para intentar ser exitosos y localizar restos humanos. Muchas veces lloró abrazada de otras madres, que tuvieron la suerte de sepultar, finalmente, a su hijo. Ella no logró este final feliz. Angelita terminó desangrada por un tiro directo a su cara, que definió el final de sus metas y cerró herméticamente su activismo. No tuvo un final feliz, tuvo un fatal final. Sin embargo, con esto, el final de las madres buscadoras no ha terminado ni ha minado su misión de localizar restos humanos. Ellas van a seguir excavando, porque eso las mantiene fieles a sus compromisos y les da vitalidad a sus tragedias. Vale. * El autor es licenciado en Economía con Maestría en Asuntos Internacionales por la UABC.
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