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El español Sergio López-Rivera gana el Óscar por el maquillaje de ‘La madre del blues’ | El cine en la SER | Cadena SER

Sergio López-Rivera está haciendo una carrera meteórica en Hollywood. Lleva años trabajando en la industria y, por fin, esta temporada, ha logrado su primer Oscar. Lo ha conseguido por el trabajo realizado en La madre del blues, una película de Netflix que protagoniza Viola Davis.

Este cántabro llegó a Los Ángeles hace más de treinta años, aquí trajo los consejos de su abuela, una mujer que siempre le contaba los secretos de las mujeres para lograr cosmética y maquillaje en plena guerra y posguerra españolas. A su abuela y todo lo que de ella aprendió la menciona, dice, en cada entrevista que está haciendo en esta temporada de premios. El suyo es un trabajo meticuloso, documentado y muy intelectualizado. Se hizo inseparable de la actriz hace años, cuando la conoció en Cómo defender a un asesino

“Me han escrito mucho estos días y eso me ha hecho pensar en el pasado. Es un poco surrealista pensar que estoy en este momento. Es difícil de encajar, pero mi llegada fue la de un chico sin miedo, con unas ganas tremendas de estar aquí. Me busqué la vida como pude, trabajé en una heladería, en una tintorería, he sido chófer… hice de todo”, recordaba antes de la ceremonia. Si por algo ha destacado la casi teatral película es por su ambientación en el Chicago de 1927, escenario desde el que se retratan los ensayos de la cantante afroamericana Ma Rainey, conocida como la ‘Madre del Blues’, una de las primeras artistas que grabó su música acompañada de orquesta.

¿Cuáles son las claves en el maquillaje para lograr que el espectador entre en la época? ¿Cómo es el trabajo que tú realizas en La madre del blues?

Lo más importante, el reto más grande era que yo tenía que enfocarme en lo que es la base para construir a un personaje. Esa base tenía que tener en cuenta hechos históricos, el racismo de aquella época, el ambiente, la falta de acceso a la cosmética en esa época. Una vez tienes eso, empiezas con la psicología personal de cada personaje: qué acceso tenía, qué clase social, quién era… Todo eso te va informando de las opciones que esa mujer tenía en la época. Es como construir un puzle y cuando acabas tienes agujeros porque hay piezas de esta mujer que no se conocen. Es que hay muy pocas fotografías de esta mujer. Mi trabajo es darle sentido al guion y en eso tienes que ser tu propio investigador. Yo pensaba siempre, cómo voy a hacer para que a Viola Davis no se la reconozca en el personaje sin usar prótesis, qué trucos he de usar. Con todo eso que investigué, con las descripciones que encontré del personaje, que se le consideraba gorda, fea, que sudaba.

¿Cómo te inspiraste?

Mi meta es conectar al público con la vulnerabilidad del personaje. Algo que no esté escrito, que no exprese con palabras, sino que sea algo silencioso. Cuando tú ves la cara de Viola en la película, automáticamente empiezas a recibir información personal de esta mujer. Otro aspecto que era importante es que la describían cuando cantaba como una mujer con una voz increíble que atraía al público, pero también una apariencia grotesca que echaba para atrás. Yo quería darle al público de la película la experiencia que la gente de la época tenía en esos conciertos. Y por supuesto siempre siguiendo los cánones estéticos de la época: cejas finitas, labios finos… La psicología del personaje nos dice que ella intentaba no aparentar tan fea, pero a la vez no tenía acceso a recursos para lograrlo. Y ahí me acordé de las historias que me contaba mi abuela que durante la guerra civil sacaban maquillaje de donde podían, de zumo de remolacha, de quemar corcho. Ese tipo de cosas eran las que necesitaba. Lo más importante también era que el maquillaje no despistara de la actuación de esta maravillosa actriz.

Qué bonito que los consejos de una abuela española han llegado a los Oscar

Me encanta poder hablar de mi abuela, llevo seis meses haciéndolo.

¿Cómo es tu relación con Viola Davis? ¿Cómo te encuentras con ella?

Yo estaba contratado por la compañía de Shonda Rhimes para hacer el piloto de la serie Cómo defender a un asesino. Yo no sabía quién iba a ser el personaje principal, pero empecé a hacer bocetos. Me acuerdo estar en el taxi del aeropuerto y leí que era Viola Davis la elegida. Casi me da un ataque, porque yo soy fan de ella desde La Duda, que cuando la vi pensé quién era esa mujer que había robado la escena a Meryl Streep. Desde entonces le he seguido la carrera muy de cerca. Y de repente la conozco de un día para otro, solo un día tuvimos para preparar el papel. Fue un proceso estresante, pero nos llevamos muy bien. Me río muchísimos con ella. Es una actriz muy serie, que se toma su trabajo de manera muy seria, con unos papeles tan intensos que casi da miedo, pero luego te das cuenta de que es una persona, divertida, dulce, graciosa. Llevo seis años trabajando todos los días en la serie y no ha habido un solo día en que no acabe riendo a carcajadas.

Mencionabas las series, tú has trabajado mucho en televisión, ¿qué diferencia hay entre maquillar para cine y para series? Lo digo por la diferencia de cámaras, de formatos…

Solía ser que el maquillaje de televisión fuera diferente, pero según ha mejorado la técnica esas diferencias han disminuido. En lo que sí hay mucha diferencia es que el trato para el personaje, el diseño del personaje es más cuidado en una película que en la televisión. Al final la tele es una factoría que hay que hacer cosas sin parar y lo que importa es que todo acabe bien en el día. En cine el trabajo es más meticuloso. En la televisión tienes que aprender a ser eficiente y en el cine a diseñar un personaje que siempre es más complicado de lo que parece, porque tienes que hacer todo el proceso de creación y documentación y que tu trabajo se borre en la pantalla. En cine hay más tiempo para hacer eso, en la tele hay no.

¿En qué momento decides que quieres ser maquillador de cine?

Creo que con diez años. Ahí me empecé a dar cuenta de que me gustaban cosas distintas que a mis amigos. No me gustaba el fútbol, pero sí sentarme a dibujar. A los nueve o diez años alquilé la película del exorcista y les di la turra a mis padres para que comprarán un vídeo. Además, les rogué que comprarán el mejor que había entonces. Era Sony y podías parar la imagen, dar para adelante, para atrás. Yo alquilé ocho veces seguidas El exorcista y estaba tan fascinado con el maquillaje de esta niña y cómo hacían lo del vómito y yo paraba la imagen para recrearme. Torturaba a mis hermanas con eso. Años después tuve la oportunidad en una fiesta de disfraces de maquillar a mi marido como el exorcista. Fue ahí cuando me di cuenta de que eso me gustaba. Luego veía cine, veía los Oscar y ya tenía claro que quería acabar en Los Ángeles. Al final mis padres me mandaron y aquí me quedé.

Lo tuyo es el sueño americano, ¿cómo ha sido entrar en una profesión tan compleja en un país tan difícil?

A los 19 llegué y no me comí ni una rosca durante muchísimo tiempo. He hablado mucho de esta época en al que pasas hambre, estás solo, pasas miedo, no conoces el idioma, pero tienes 19 años y no te importa nada. Me pasé dos meses comiendo arroz instantáneo, no tenía dinero, pero como tenía tanta pasión y era tan joven no lo viví como algo traumático. Lo que me gustaría decir a los niños pequeños que les gusta el dibujo, el arte y a sus padres, es que tiren de ese hilo. El poder hacer lo que te gusta, en lo que tienes pasión, no creo que haya nada mejor en el mundo. Ahora tengo claro ya que cuando llegue la fecha de mi jubilación, volveré a España, porque como allí no se vive en ningún sitio.

Igual que los actores tienen referentes en la actuación o los directores y guionistas, ¿tú tienes maquilladores en los que te fijas o de los que te inspiran?

Soy una persona muy visual. Si me gusta algo, me lo guardo. Antes recortaba revistas, ahora guardo post de Instagram. No hay nada que me guste más que ver los diferentes maquillajes de los artistas o maquilladores, para mí eso es como tener un profesor privado, siempre pienso en lo que no se me ha ocurrido a mí y en lo que haría. Me gusto mucho maquillar en películas, porque me gusta la investigación, la lectura, la psicología del personaje; pero también un evento o una alfombra roja y poner guapísima a una cliente. Yo diría que no tengo solo una fuente de inspiración.

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