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El muro y los grafitis, la barbarie convertida en arte | OnCubaNews

Dos querubines intentan separar las gruesas placas del muro, están del lado de Cisjordania ocupada y su esfuerzo es en vano, son solo dos pequeños ángeles pintados por el grafitero Banksy, incapaces de mover el concreto que se interpone entre la ciudad palestina de Belén y el Estado de Israel, pero que también separa las ideas y los sueños de la gente.

El muro que separa Israel de Cisjordania se comenzó a construir en el 2002, hará pronto 20 años, y se extiende por más de 700 kilómetros. En la zona de Belén, que ha sido artísticamente intervenida, sus gruesas placas de cemento tienen una altura de unos 7 metros.

En Belén, desde hace algunos años, el muro, enorme y gris, luce colorido por el esfuerzo de artistas y activistas que, con el secretamente popular Banksy a la cabeza, lo han convertido en un enorme mural, una “galería a cielo abierto”. Según leí, el grafitero decidió intervenir el muro para “transformar la estructura más degradante del planeta en la galería más grande del mundo” y yo tenía ganas de verlo.

La generosidad de un buen amigo, que al irse de vacaciones tuvo el valor de dejarme su auto (añejo y fiable Chevy, aunque siempre bromeamos con la posibilidad de rodar aquí un Lada ruso), me permitió recorrer los poco más de 8 kilómetros que separan Jerusalén de The Walled Off Hotel, el hotel con las peores vistas del mundo, el hotel del propio Banksy, situado a escasos metros del muro y de los mil y un grafitis.

El hotel estaba cerrado, pero el muro no. La galería a cielo abierto siempre está ahí para quien quiera visitarla. Son unas pocas calles, el muro es inmenso, la galería aún es pequeña.

Hay grafitis de todo tipo, en muchos idiomas, todos a favor de la causa palestina, contra la intolerancia y el odio, mensajes de paz, de amor. La imagen de Jesús, el hijo más ilustre de Belén, dando nalgadas a un soldado (¿israelí?) aparece en varios puntos e impacta, es un mensaje simple y a la vez contundente contra la guerra y la barbarie.

En el muro hay muchos retratos, entre los locales está el mítico rostro de Leila Kahled, símbolo de la lucha armada palestina; el del joven autista Eyad al-Hallaq, asesinado el 2020 en la “Lions Gate” de Jerusalén, al no obedecer la orden de detenerse dada por soldados israelíes y también un primer plano de mirada penetrante de Ahed Tamimi, adolescente que acaparó titulares al aparecer en un vídeo abofeteando a un soldado de Israel.

Hay además figuras más que conocidas, donde el primer lugar se lo lleva, siempre en plan de burla, Donald Trump. Por ahí andan también George Floyd, Bernie Sanders, Mark Zuckerberg, y un Morgan Freeman junto a una frase de Nelson Mandela (¿confusión, broma?), la reproducción de una mítica imagen de Muhammad Ali y Messi jugando al fútbol con la camiseta de la selección argentina y una kufiyya palestina en la cabeza.

En mi visita no vi soldados del lado de Israel. El muro, al menos ese tramo, luce abandonado, con algunas torres chamuscadas por el fuego. Tampoco vi mucha gente. Hasta hace poco los grafitis del muro atraían turistas. La zona, cuentan, tenía otra vida, movimiento. Pero en tiempos de pandemia, restricciones y cierres de fronteras, ya no llegan visitantes a esta zona de Belén, un lugar al que muchos acudían al llamado del arte y que hoy luce desierto, congelado, a la espera de mejores tiempos y más ajetreo.

Un lugar que hay que ver antes de que desaparezca. Porque los muros, físicos o no, siempre caen, a la corta o a la larga son derribados y este lo será más temprano que tarde.

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