El lenguaje que utilizó Andrés Manuel López Obrador la semana pasada contra quienes lo critican o azuzan fue lamentable: se comportó como un virulento púgil de barrio, no como un jefe de Estado que está por encima de los rumores del vulgo y de las teorías de la conspiración que el lumpen de la política esparce en la salvaje selva de las redes sociales.
Esto dijo el Presidente de la República cuando un reportero le preguntó por qué no había acudido a la ceremonia luctuosa de la gobernadora de Puebla, Martha Érika Alonso, y de su esposo, el ex gobernador Rafael Moreno Valle:
“Hay un grupo muy mezquino que en redes sociales comenzaron a hablar de la responsabilidad del gobierno que represento, por eso hubo expresiones de protesta en el acto que se hizo en Puebla y en contra de la secretaria de Gobierno (sic). Decidí actuar de manera prudente, no caer en ninguna provocación y esperar al día de hoy”, explicó, al referirse a los abucheos contra Olga Sánchez Cordero, y al aludir a los conspiradores de las redes, que especulaban sobre la existencia de un magnicidio orquestado por el gobierno federal.
Una delirante estulticia que no merecía ni el menor comentario de un mandatario, pero López Obrador no se contuvo:
“Había un ambiente que crearon los conservadores de siempre. No todos, pero sí una minoría que actúan de manera muy mezquina (sic). La derecha, además de la hipocresía y de caracterizarse de ser muy corruptos, son muy mezquinos (sic)”.
Mencionó a los que impulsaron el hashtag #AMLOASESINO:
“Hay que saber quiénes son para ver si se van limpiando de estas lacras de un medio de comunicación tan extraordinario como son las redes sociales”.
¿Eliminar a sus críticos de las redes sociales, así se trate de gente calumniadora? Un despropósito, un amago dictatorial, por lo que reculó:
“Nosotros no somos represores. Nunca jamás actuaríamos en contra de nadie, jamás”.
Aunque de inmediato se les fue encima:
“Esto tiene que ver con nuestros adversarios y no con todos, son grupos neofascistas que están muy enojados por el triunfo de nuestro movimiento y tratan de mancharnos, tratan de afectarnos y no lo van a lograr”, advirtió.
Neofascistas. Vaya. El Presidente tiene derecho a responder a quien quiera, y en el tono que quiera, pero hace mal, porque en lugar de consolidarse como un ser que pretende encabezar una gran transformación social, exhibe su peor y más feo rostro: su esencia de compulsivo peleador callejero.
Escucharlo aquel día era como ver a un carnal del barrio que, ante el menor escupitajo, qué digo escupitajo, ante la fugaz mirada de cualquiera que le parezca retadora, se lanza a golpes y patadas y más escupitajos contra el osado que se haya atrevido a mancillarlo.
¿Qué demonios tiene que estar haciendo un jefe de Estado enlodándose con la raza tuitera? Tiene que aprender a comportarse como estadista, si acaso pretende trascender en la Historia.
Desde Gustavo Díaz Ordaz hasta Enrique Peña Nieto no me gustó ninguno de los hombres que pasaron por la Presidencia de la República (siempre critiqué los comportamientos de todos esos personajes), pero tampoco me gusta nada un Presidente con ese talante agresivo, obseso con su inestable e iracundo Club de la Pelea…
jpbecerra.acosta@milenio.com
@jpbecerraacosta
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http://www.milenio.com/opinion/juan-pablo-becerra-acosta/doble-fondo/el-presidente-y-su-club-de-la-pelea
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