Ciudades del futuro

El silencio no siempre es cobardía, a veces es prudencia y otras veces inteligencia.

Estamos muy convencidos de que la clave se encuentra en todo lo que decimos, sin advertir que el silencio también es una forma de hablar. ¿Sabías que con el silencio también estamos dando un mensaje?

Esta necesidad que tenemos muchos de responder a cualquier cosa que se nos plantee y de poner en palabras nuestras ideas y nuestras opiniones, puede también tener un impacto en nuestra salud.

Apoyarse en el silencio nos permite bajar el ritmo, hacer pausas, reconectarnos con nuestro ser interior y escuchar lo que él tiene para decirnos.

Aquellas personas que hablan demasiado, creen que nuestros silencios se deben a que no tenemos nada para decir. Esto no es así. En ocasiones, consideramos que guardarnos nuestra opinión y no participar en discusiones absurdas, es la mejor manera de preservarnos. Es decir… Utilizamos el silencio como un escudo protector.

En una charla en la que participan muchas personas, nuestra intuición, nuestras emociones, nuestras decisiones; se analizan mejor en silencio y nos permite concentrarnos en lo esencial. Esto al mismo tiempo, favorece la concentración, el cuestionamiento, tomar distancia, agilizar la memoria y así, sacar el mejor partido de nuestras capacidades intelectuales.

Pero más allá de intelectualizar el silencio, podemos aplicar esta estrategia a cosas concretas de la vida cotidiana. Algunas situaciones son tan embarazosas o estresantes, que muchas veces no tenemos herramientas para manejarlas o no sabemos cómo reaccionar. ¿Y si el silencio fuera la mejor estrategia? Veamos en qué casos, permanecer en silencio puede ser la mejor respuesta posible o el mejor discurso.

1) Una propuesta descabellada.

En ocasiones, algunas personas hablan tanto que terminan diciendo cosas de las que inmediatamente se arrepienten. Permanecer en silencio hasta que terminen de hablar, es la mejor forma de asegurarse haber tomado la mejor decisión. Aceptar una propuesta inmediatamente después de haberla recibido, para que luego la persona se retracte, nos hace ver que debemos darnos la posibilidad de hacer una pausa antes de responder.

2) Después de hacer una pregunta.

¿Ya te pasó de comenzar a hacer una pregunta y que alguien responda antes de que termines de formularla? Estas personas son exasperantes. O peor aún… Mientras estás explicando algo, estas mismas personas interrumpen o hacen ruidos molestos como queriendo apurarte para que termines de hablar.

Esta es una característica más que negativa. Debemos aprender a escuchar, porque escuchando se aprende.

3) Cuando alguien comete un error.

Si no se trata de algo extremadamente grave… ¿Qué sentido tiene estar marcando el error ajeno todo el tiempo? Nadie nos obliga a hacer esto.

4) Cuando no sabemos bien de qué se trata.

Hay quienes no soportan el silencio o se sienten obligados a decir algo y entonces cae en el error de hablar de lo que no saben. Contar cosas inútiles o que no le interesan a nadie, forzosamente hará que las personas terminen contando indiscreciones. Cuando no se sabe de algo, es mejor callar.

5) Cuando alguien pretende quedarse con nuestro crédito.

Algunas personas tienen un complejo de inferioridad tan desarrollado, que llegan al punto de querer llevarse el crédito por algo que hicimos nosotros. De nada sirve salir a gritar a los cuatro vientos que el mérito es nuestro y no de otro.

Si no se trata de una situación en la que nos perjudicamos directamente, mantengamos la calma en primer lugar, y luego recurramos al silencio.

6) Compartir información.

Muchas personas comparten absolutamente todo en las redes sociales, incluso cuestiones íntimas que deben quedar exclusivamente en el ámbito personal. ¿Qué sentido tiene contar absolutamente todo?

7) Comentarios envidiosos.

Cuando alguien nos muestra las fotos de sus últimas vacaciones en la Polinesia o nos cuenta que desde el último fin de semana tiene un nuevo automóvil, cuidemos que nuestros comentarios sean los correctos, y si dudamos sobre lo que vamos a decir, es mejor callar.

8) Cuando nos esforzamos por ayudar a otros.

Tal vez pensamos que haciendo la tarea de nuestro hijo o redactando el discurso que debe dar nuestro cuñado en público, es una forma de ayudar; pero debemos pensar que tal vez no les estamos dando la posibilidad a otros de que desarrollen su propio intelecto. Dejemos que cada uno reflexione sobre su trabajo y mantengámonos al margen.

9) Cuando la gente se aburre.

Muchas personas aman hablar, de todo y de nada. Cualquier tema de conversación sirve para entablar una charla que parece que nunca va a terminar.

Lamentablemente, no se dan cuenta de que un discurso que termina siendo un monólogo aburre a los interlocutores. Todos podemos ser plenamente conscientes de qué tanto estamos entreteniendo a la audiencia. Si vemos que los estamos aburriendo, es mejor el silencio.

10) Silencio para hablar.

Esto puede parecer extraño, pero comenzar a hablar después de un breve silencio te garantiza la atención de gran parte del público o de las personas presentes. Cuando haces una pausa prolongada antes de comenzar a hablar, se genera mayor expectativa y te aseguras haber captado el interés de tus oyentes.

¡Cuántas situaciones embarazosas o incómodas se evitarían con el silencio! No creamos que callar, es signo de debilidad o de no saber qué decir. Muchas, pero muchas veces, callar es una forma de evitarnos problemas y de vernos en la obligación de participar en una situación que puede perjudicarnos.

Tenemos tendencia a creer que todo se resuelve hablando y por supuesto que no está mal, pero si a la charla la precede un silencio que sirvió para atemperar los ánimos o para analizar lo que vamos a decir, podemos tener la seguridad de que los conflictos se resolverán mucho más rápido y de manera más inteligente.

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