Treinta años después de su creación en 1991, la feria londinense Frieze abrió este jueves sus puertas al público con cambios visibles respecto a su última edición, justo antes de la irrupción de la pandemia. En el inmenso recinto del Regent’s Park, situado al norte de la capital británica, los galeristas lucían pulseras y adhesivos que certificaban que estaban vacunados y les eximían de llevar mascarilla. Por conciencia ecológica, el agua se bebía en envases de cartón, que han sustituido a las botellas de plástico de antaño. Y el optimismo sonaba todavía más impostado que en octubre de 2019, cuando la salida del Reino Unido de la Unión Europea, entonces inminente, ya suscitó muchos temores.
Dos años después, los participantes en este encuentro profesional, el segundo en importancia en el mundo del arte después de la feria suiza Art Basel, confirman que la situación se complica. Nuevos aranceles, un IVA sobre las exportaciones que varía entre el 5 y el 25%, costes de transporte más elevados y, sobre todo, la pérdida del aura cosmopolita y multicultural que tenía la capital británica hasta ahora han hecho peligrar su liderazgo. Consciente del riesgo del aislamiento y hasta de un nuevo provincianismo, Frieze ha orquestado una edición explícitamente proeuropea, donde abundan las galerías llegadas del continente —sobre un total de 160 de 35 países distintos—, los artistas residentes en Europa y las obras que tratan asuntos de actualidad, como la crisis medioambiental o los estragos de la pandemia, recogidas en una nueva sección comisariada.
“Desde el punto de vista político y filosófico, el Brexit es un desastre, pero dentro de la feria no se notan sus efectos”, aseguraba este jueves la directora de Frieze London, Eva Langret. “Las galerías están acostumbradas a trabajar en países extracomunitarios. Basilea, donde tiene lugar Art Basel, también está fuera de la Unión Europea”. Para la responsable de la feria, la capitalidad artística de Londres en el continente no está en juego. “Desde esta jornada inaugural, eso no me preocupa en absoluto. He visto una energía incomparable”, aseguraba Langret, francesa de nacimiento.
Los pasillos parecían un poco más vacíos, como ya sucedió en las recientes ediciones de Art Basel o de Arco, en Madrid, aunque eso no repercutiera en exceso en las ventas en la jornada inaugural del miércoles, reservada a los coleccionistas VIP. Por ejemplo, la galería David Zwirner vendió un nuevo óleo de Kerry James Marshall por 2,2 millones de dólares (1,9 millones de euros) a una gran colección estadounidense, mientras que la poderosa Hauser & Wirth, que acaba de abrir un centro de arte en Menorca, colocó una obra de Günter Förg por 1,5 millones de euros y otra del escultor David Smith por 1,3 millones. “Frieze demuestra la resiliencia y la vitalidad de Londres como capital del arte. Hemos vendido 17 obras en las primeras horas de la feria”, apuntaba el galerista Iwan Wirth. Aun así, esas cifras quedaban lejos de los récords de 2019, cuando la misma galería vendió una obra de Cy Twombly por casi 6 millones de euros y un óleo de Philip Guston por 4,5 millones.
Pese al entusiasmo exhibido, todos los indicadores económicos son desfavorables. En 2020, el Reino Unido perdió, por segundo año consecutivo, el liderazgo europeo en inversión extranjera, quedando detrás de Francia, y el instituto de estadística del Gobierno británico acaba de admitir que registró un récord de puestos de trabajo vacantes en el último trimestre. El mercado del arte parece estar a salvo, aunque lleva dos años asistiendo a movimientos significativos. Galerías tan importantes como Zwirner, Lévy Gorvy o la muy londinense White Cube, artífice del éxito de los Young British Artists en los noventa, abrieron nuevas sedes en París para escapar a una fiscalidad desfavorable. Sin embargo, la bicapitalidad entre Londres y París sigue siendo más simbólica que real. En 2020, el Reino Unido concentró el 20% de las transacciones del mercado global del arte, manteniéndose estable respecto a 2019, mientras que Francia no superó el 7%. Aun así, el informe anual de Art Basel sobre el estado del sector insinúa una tendencia a la erosión: en 2019, las ventas cayeron un 9%. Y, según ese mismo estudio, el 77% de los galeristas británicos citan el Brexit como un impedimento en su actividad comercial.
En la feria londinense hay galeristas que se plantean no volver. “El Brexit ha complicado de forma drástica el comercio y los viajes entre el Reino Unido y Europa. Es una pena ver al Reino Unido volver a imponer fronteras en lugar de participar en el progreso hacia una comunidad global”, afirmaba el galerista alemán Johann König, que en 2017 diseñó una sudadera con la bandera europea, solo que sin la estrella del Reino Unido. Por su parte, Alex Mor, de la galería parisiense Mor Charpentier, se enfrentó a problemas de transporte. Las obras de su expositor quedaron retenidas en la aduana durante dos días y llegaron en tiempo de descuento. “Se ha vuelto mucho más complicado venir a Frieze. La fiscalidad nos perjudica y ahora hay que llenar cientos de papeles. A la espera de los resultados, nos preguntamos si regresaremos o no”, respondía.
La representación española en la feria se encuentra bajo mínimos. Solo dos salas, 1 Mira Madrid y la galería viguesa PM8, se han desplazado a Londres. “Eso se explica por el Brexit, que ha hecho que los costes se disparen. El transporte solía costarnos 1.500 euros, pero este año hemos pagado 5.000. Los transportistas españoles no quieren venir hasta aquí. Pero es difícil renunciar a esta feria, porque aquí tenemos muy buenos clientes”, decía Mira Bernabeu, responsable de la primera.
Otras galerías europeas matizaban las dificultades. “No sabemos qué parte es responsabilidad del Brexit y qué parte de la covid. Todavía estamos perdidos en la niebla”, aseguraba Andreas Gegner, de la galería berlinesa Sprüth Magers, junto a un cuadro del dúo de artistas Gilbert & George, quintaesencia de lo británico y partidarios confesos del Brexit. Tampoco el belga Xavier Hufkens decía ver “ninguna diferencia” respecto a la edición de 2015, la última anterior al referéndum. “La pandemia ha sido mucho más grave que el Brexit”, afirmaba junto a una obra de Tracey Emin, feroz opositora a la salida británica. Por su parte, Pilar Corrias, nacida en Italia pero responsable de una influyente galería en Londres, juraba que la situación es mejor que antes: “Ahora pagamos menos impuestos, salvo cuando exportamos una obra a la UE. Los marchantes tenemos costumbre de participar en ferias en América y en Asia. ¿Cuál es la diferencia? Las cifras indican que el mercado británico sigue siendo estable. Cuando digan lo contrario, cambiaré de opinión”.
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