Ciudades del futuro

Honor, valor y lealtad… e Inteligencia Artificial en la Armada del futuro

 la educación de los guardamarinas también: «Tenemos el mismo reto que hace siglos, formar a buenos oficiales capaces de defender a España y a sus ciudadanos, en y desde el mar», añade Cardona. Pero no solo de valores tradicionales vive la Armada. La tecnología evoluciona a pasos acelerados y la inteligencia artificial cada vez tiene más peso, tanto en el campo militar como en la docencia. Las escuelas se afanan en la búsqueda de la excelencia científico-técnica de sus alumnos.

En la Escuela Naval Militar de Marín lo tienen claro, pero también en la Escuela de Especialidades Antonio de Escaño de Ferrol (La Coruña). Si en la primera, como se ha dicho, estudian los
futuros oficiales de la Marina española
, en la segunda ingresan los alumnos que quieren acceder a la escala de suboficiales, marinería y tropa del Cuerpo General de la Armada. Pero no únicamente, pues la de Ferrol es también la principal academia de especialidades, los ‘másters’ de la Marina en términos civiles. Y la Escaño es importante hasta el punto de que, según explica a este diario su comandante director, el capitán de navío Manuel Aguirre González, el 75 por ciento de los profesionales de la Armada pasan en algún momento de sus carreras por las aulas ferrolanas. A día de hoy, son 960 los jóvenes que cursan estudios en la Escaño. Como Juan Pedro, un joven sevillano de 28 años, apasionado del submarinismo, que ya cursa su segunda especialidad. A lo largo del año acaban pasando por sus instalaciones unos 3.000 o 3.500 alumnos para especializarse en diferentes áreas. Es la más grande de España. Si de Marín, además de con el título militar, los guardiamarinas salen con un grado oficial universitario de Ingeniería Industrial de la Universidad de Vigo, de Ferrol lo hacen con títulos de la Xunta o de la Universidad de La Coruña.

Tecnología puntera

Como en Marín, en la Escaño ni renuncian a los valores tradicionales de la docencia militar ni se duermen en los laureles en el ámbito técnico. Muy al contrario, las instalaciones ferrolanas son, seguramente, las más avanzadas tecnológicamente de todas las escuelas de la Armada española. Darse una vuelta por sus aulas es como hacerlo por la cubierta o la sala de máquinas de un buque. Los simuladores juegan un papel fundamental en la formación de suboficiales y marinos, «para que la transición -hacia los buques reales- sea lo más leve posible», explica el capitán de navío Aguirre González. En una de las aulas, por ejemplo, esta semana una veintena de alumnos gestionaban virtualmente desde sus ordenadores un sistema de control de plataformas idéntico al que monta el buque Juan Carlos I de la Armada. Diseñado por Navantia, este Sistema Integrado de Control de Plataforma (SICP) permite supervisar todos los equipos del buque -a excepción del sistema de combate- y es «el más desarrollado de mundo».

Las aulas de simulación se extienden a otras especialidades de la vida a bordo, como los equipos de sondas, y los sistemas de combate. Pero la simulación no solo es virtual: en muchos casos la maquinaria también se toca. En otro de los talleres una docena de alumnos manipulaban y estudiaban misiles reales de combate, idénticos a los que usa la Armada. Las aulas y talleres de la Escaño rebosaban vitalidad. «Esto es así siempre, no es una ‘performance’ para lucirnos hoy», aclara divertido uno de los profesores ante la visita de ABC a las instalaciones. Donde no había prácticas en aquel momento era en los pabellones destinados al adiestramiento de los alumnos en la técnica y táctica para sofocar incendios en el barco. Se entrenan con fuego real y situaciones de riesgo que podrían encontrar a bordo.

Tampoco hay tregua en el día a día del casi medio millar de futuros oficiales que se forman en las instalaciones de Marín. Sus maratonianas jornadas comienzan con el toque de diana a las 5.45 horas. Ducha, arreglo de las habitaciones y a desayunar. Tras un par de horas para una primera sesión de estudio y gimnasia matutinas, a las 9.25 horas se pasa revista en el patio: la pulcritud en el aseo personal y en el uniforme también siguen siendo innegociables. Luego, las clases se alargan hasta la hora de comer. Las actividades más prácticas, incluidas las salidas en barco, se condensan por las tardes. A las 19 horas, estudio obligatorio hasta la hora de cenar. Y a las 22.40, toque de silencio y a dormir.

Un engranaje horario y formativo exigente, pero al que los futuros oficiales no temen enfrentarse. El sueño de Pedro, un madrileño de 19 años, siempre había sido ser guardiamarina, sentir el «orgullo» de formar parte de la Armada Española. Pero ingresar en la Escuela Naval Militar de Marín no es tarea fácil. Además de voluntad y vocación hace falta talento, pues solo abren sus puertas a los mejores. Se exige para ingresar una alta calificación en Selectividad, que no está al alcance de cualquiera. Y a mayores deben superar una serie de pruebas físicas y psicotécnicas. Pedro reunió todos estos méritos. Aunque aún le queda un lustro de formación en las instalaciones pontevedresas para cumplir su sueño, de alguna manera ya se siente partícipe -explica a ABC- de una «tradición centenaria». En definitiva, «que forma parte de la Historia de España».

Lo de la tradición centenaria es indiscutible. Los orígenes de la Escuela Naval Militar hay que buscarlos a principios de 1717 en Cádiz. Desde entonces, y con diferentes denominaciones y formatos, la academia de oficiales de la Armada pasó por San Fernando y Cartagena. Su ubicación actual, en Marín, pegada a la ciudad de Pontevedra, data de 1943. Y no parece que haya intención alguna de moverla de allí. «La ría de Pontevedra es la mejor de nuestras aulas», explica el director de la Escuela. «El entorno de la ría es ideal para iniciarse en la navegación, permite garantizar unas condiciones aptas para la práctica en el mar casi todos los días del año», añade el máximo responsable del centro.

Poco tiene que ver la España actual, y también la Armada, con la que vio nacer a los primeros oficiales salidos de Marín hace casi ochenta años. El fin de la ‘mili’ obligatoria y la profesionalización de los ejércitos hace dos décadas supusieron un punto de inflexión en la carrera militar. Y, según coinciden los profesores de la Escuela de oficiales de Marín como la Escaño de Ferrol, el cambio fue francamente positivo. Los tiempos cambian, la enseñanza se adapta, y sus alumnos poco tienen que ver con los de otras épocas. Sin embargo, el comandante director de la Escuela de Marín rechaza esa manida afirmación de que los jóvenes de hoy son más indolentes y alérgicos al orden que los de antaño. «Creo que es una generalización muy injusta, y lo digo con conocimiento de causa», asegura Cardona. «Es cierto que la adaptación a la disciplina militar es y ha sido siempre un proceso en el que hay que invertir tiempo y esfuerzo, pero no es muy diferente hoy a la de hace unos años», añade.

Los jóvenes de hoy no serán más ingobernables, pero desde luego poco tienen que ver con los de antaño.
Y la enseñanza se adapta
. Las clases esencialmente magistrales pierden peso, y las nuevas tecnologías ganan espacio. Nada distinto, por otra parte, a lo que en el mundo civil ocurre en institutos y universidades. En una pequeña habitación de la Escaño, un profesor y su equipo ultiman un espacio dotado de una cámara, ordenadores y un croma -un fondo virtual como los que usan en la tele los presentadores del tiempo- para que los profesores puedan utilizarlo para sus clases. Tanto para grabarlas y que los estudiantes puedan disponer de ellas en cualquier momento, como para impartirlas desde allí en directo a alumnos que están en otras aulas -o en sus casas, si es por una causa de fuerza mayor-. Son herramientas que se pusieron en marcha por pura necesidad durante la pandemia, pero que han llegado para quedarse. Estas innovaciones docentes disfrutan de una gran acogida entre los alumnos, familiarizados con este tipo de lenguaje audiovisual en su día a día. «Aprendemos técnicas de los alumnos y de nuestros propios hijos», explican los docentes a ABC.

Hay otro aspecto en el que las escuelas de la Armada han cambiado, indiscutiblemente para mejor. Ahora «la mujer en el Ejército ya no es una novedad». Lo constata a este diario Marina, una joven madrileña de 19 años que se prepara en las instalaciones de Marín para ser oficial de la Armada. En su caso, de casta le viene al galgo, y no solo por su nombre de pila: «
Mi ilusión por ser guardiamarina
nace por tradición familiar. Vengo de una familia de marinos, y desde pequeña he percibido en casa unos valores que me gustaban». Asegura que en su grupo de amigas nadie se extraña de que haya optado por la carrera militar. El caso de Nuria, una alumna de 30 años de Malpica (La Coruña) que se especializa en la Escaño en las áreas de mecánica y electricidad, es algo diferente. El aprecio por lo militar no le viene de cuna, pero ha tenido esa vocación desde pequeña. Y en su entorno personal y familiar sí se extrañó al principio por buscar su futuro en la Armada. «No es algo habitual», señala a este periódico. Pronto se acostumbraron. Y coincide con Marina en valorar la buena relación y acogida que les dieron sus compañeros guardiamarinas varones.

Trabajo por hacer

En las escuelas militares, alumnas como Marina o Nuria ya no son una excepción, pero siguen estando en franca minoría. Apenas representan un 11 por ciento del total en la Escuela de oficiales de Marín. «No estamos satisfechos con este porcentaje y trabajamos para explicar mejor a las mujeres lo que es la Armada y las oportunidades que tienen aquí, y, de esa manera, incrementar estos números», explica el director del centro, en un notable ejercicio de autocrítica de la institución. En Ferrol, la presencia femenina es superior, ronda el 20 por ciento. Aunque sea mejorable, el porcentaje va al alza. En Marín, la primera mujer ingresó en 1990. Entonces, las infraestructuras y la intendencia no estaban preparadas. Ahora, la situación es bien distinta: «Estamos integradas igual que el resto de los hombres. Hacemos lo mismo y servimos para el mismo fin», añade María.

En las escuelas navales militares españolas hay más mujeres que nunca, y la ciencia y la inteligencia artificial cada vez tienen más peso. Sin embargo, los valores clásicos de la Armada siguen siendo esenciales. De poco serviría la modernización de la formación de los guardiamarinas y tanto avance tecnológico en los buques, si a bordo no hay disciplina, honor, valor y lealtad.

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