Inteligencia artificial generativa: los miedos y las esperanzas que asoman a la espera de las regulaciones

El auge de la inteligencia artificial generativa confirma la tradicional ambivalencia de la humanidad frente a las grandes novedades, que generan ilusiones y temores en un mismo movimiento. Sirve como antecedente la invención del ferrocarril, en plena Revolución Industrial. A comienzos del siglo XIX, esas máquinas que avanzaban velozmente sobre las vías despidiendo columnas de humo permitieron conexiones hasta entonces inauditas. Pero también fueron consideradas como diabólicas. En 1835, la Academia de Ciencias de Lyon notó que “el paso brusco de un clima a otro, al viajar en tren, produciría un efecto mortal en las vías respiratorias”.

Leé también: Cuando la tecnología mete miedo: ¿qué es la tecnofobia?

La electricidad, el cine, Internet y el 5G también fueron, con el correr de los años, tecnologías tan adoradas como demonizadas. Amén de las teorías conspirativas de las que conviene apartarse, el despliegue de IA generativa —aquella que se encarga con eficiencia creciente de tareas típicamente humanas— indudablemente trae una serie de riesgos. Eso sí: los muchos peligros no deberían esconder el hecho de que estos avances también son potenciales maravillas, usinas de beneficios notables.

¿Cuáles son los riesgos que trae la nueva inteligencia artificial?

Incluso los más acérrimos defensores de la nueva IA no fingen demencia. “Mi peor miedo es causar grandes daños al mundo”, dijo el mismísimo Sam Altman, CEO de OpenAI, la firma detrás de ChatGPT, emblema de la IA generativa. Aquella declaración no debería ser leída como fuego amigo o culposo arrepentimiento. En cambio, el empresario subrayó la importancia de establecer regulaciones que operen sobre los desarrollos en el área.

Los muchos peligros asociados al uso de la IA no deberían esconder el hecho de que esos avances también son potenciales maravillas.

Recientemente, un grupo de países liderados por Estados Unidos, China y la Unión Europea puso negro sobre blanco con la firma de la Declaración de Bletchley, el primer compromiso de gran alcance para regular los desarrollos de IA. “Este paso histórico marca el comienzo de un nuevo esfuerzo mundial para aumentar la confianza del público (en estas tecnologías), garantizando que sean seguras”, dijo en ese marco el primer ministro británico, Rishi Sunak. En el documento se enfatiza la necesidad “urgente de comprender y gestionar colectivamente los riesgos potenciales” asociados al uso de esos sistemas.

Leé también: Analizamos con expertos el alcance del decreto de Joe Biden que regula la inteligencia artificial

En paralelo a ese encuentro, la vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, anunció la creación de un instituto en Washington que se abocará a la seguridad de la IA. Ese cuartel de la justicia new age reunirá a especialistas para el establecimiento de directivas y la evaluación de los modelos que se desplieguen entre los usuarios.

Recientemente, la administración de Joe Biden firmó una orden ejecutiva para controlar el desarrollo de herramientas de inteligencia artificial. (Foto: Adobe Stock)

¿Cuáles son los peligros, inconvenientes y zonas oscuras que se asocian al uso de la IA generativa, que tantas alarmas activan? Los conflictos, veremos, son variados.

Leé también: La pregunta del millón: ¿puede la Inteligencia Artificial generativa reemplazarme en mi trabajo?

En función de esos problemas latentes; especialistas, autoridades y empresarios apoyan la aplicación de normas que regulen al sector, procurando desarrollos éticos y beneficiosos para la sociedad. Amén de los acuerdos más o menos generalizados, los desafíos son intensos. ¿Acaso las normativas son un obstáculo para la innovación? Hay quienes se encuentran en la vereda opuesta a la revisión: son los que opinan que los riesgos que derivan del uso de la IA son preferibles a las regulaciones.

Los encantos que promete (y ya cumple) la nueva inteligencia artificial

Hasta acá, hemos repasado los riegos asociados al uso de la IA general y generativa, por cierto variopintos. En la otra cara de la moneda fulguran numerosos favores de esas tecnologías. ¿Quién hubiese imaginado, pocos años atrás, que un chatbot conversaría con la destreza de un humano? Sistemas como ChatGPT y Google Bard pueden resumir textos en un abrir y cerrar de ojos, hacer traducciones eficientes y velocísimas, compartir recomendaciones, ayudar en tareas escolares. El listado de beneficios es extenso.

La inteligencia artificial es la tecnología más candente de 2023. (Foto: Adobe Stock)

En el universo de la IA generativa también bailotean alegres los generadores de imágenesque trabajan en forma automatizada. Son igualmente encantadores: uno puede pedir cualquier cosa y ellos responden. Por ejemplo, pueden crear una foto que muestre cómo serán las Cataratas del Iguazú dentro de 100 años, o un retrato en el que veamos a Elon Musk masticando lodo. No importa qué tan bonitos o interesantes sean los resultados. Lo que sin dudas es una belleza es la posibilidad de pedir a una máquina que diseñe una escena que antes solo podíamos imaginar, o crear con softwares avanzados y conocimientos profundos.

La inteligencia artificial también exhibe facetas luminosas en campos como la medicina. Conforme avanzan los desarrollos en el área, nos enteramos de sistemas de IA para la detección temprana de enfermedades; una plataforma basada en esas tecnologías que permite cuidarse de las alergias en función de nuestra ubicación; y acá hablamos de una plataforma que usa estos avances para enseñar lengua de señas. También en este punto, la lista es extensa.

Leé también: La “cultura sorda” celebra una nueva plataforma que enseña lengua de señas con inteligencia artificial

Hay más ventajas asociadas a la IA, en un recuento multifacético. Un emprendedor argentino usa estas tecnologías para una solución ecológica que barre la contaminación del agua. Una mujer de 83 años nos contó que transformó su dolor en poesía a través de la IA generativa. También nos divierten, al hablar como Messi, o sencillamente al traernos la evolución de las imágenes de gatitos. Un estudio reciente reveló que muchos usan la IA para divertirse.

Inteligencia artificial, igual que un martillo

En el marco de los recientes debates, la ministra de Tecnología del Reino Unido, Michelle Donelan, notó que la Declaración de Bletchley “muestra, por primera vez, que el mundo se reúne para identificar el problema y destacar las oportunidades de la IA”. Es interesante el énfasis en la dualidad. Oscuridad, pero también luminosidad.

Los alcances de la IA dependen de los usos: igual que un martillo, puede emplearse para construir o destruir. (Foto: Adobe Stock)

Podemos pensar que la IA generativa corre la misma suerte que el martillo en el sentido que las consecuencias dependen del uso. La herramienta puede ser empleada tanto para la construcción como para la destrucción. Acá entra la regulación: partir la cabeza de un prójimo con una maza es repudiable y sancionable. Igualmente, un tren no debería ir más rápido que lo que establecen las normas, en Internet no se puede ir en contra de las políticas de las plataformas, y el 5G no debe usarse par dispersar desinformación. A todas esas tecnologías le caben regulaciones.

Leé también: “Tengo miedo y estoy muy presionado”: la asustadiza estrategia para mejorar las respuestas de los chatbots

Digamos, finalmente, que esos límites necesarios no van en desmedro de los beneficios, en cada caso. El tren transporta, Internet comunica, entretiene e informa. ¿Qué pasará con la IA cuando sea regulada? Es de esperar que sea puesta en un sitio que no le permita ir allí donde pueda dañar y que, no obstante, tenga espacio suficiente para seguir ofreciendo sus delicias.

This content was originally published here.

Ciudadano por México

Recent Posts