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La música campesina y el repentismo, ¿un arte varado en el tiempo? (I) – Magazine AM:PM

El 28 de agosto de 1955, en el estadio de fútbol de Campo Armada del municipio habanero Arroyo Naranjo, tuvo lugar la mítica Controversia del Siglo entre Ángel Valiente y Jesús Orta Ruiz, El Indio Naborí. Este encuentro poético llegó a reunir a más de 10 mil personas para oír a dos repentistas cantar; la mayoría de los asistentes fueron convocados a través de la radio, gracias a la gran rivalidad que existía desde la década de 1940 en los bandos Lila, Tricolor, Rojo y Azul.

Según se cuenta en el volumen Décimas para la historia: la controversia del siglo en verso improvisado (Letras Cubanas, 2004), “Naborí era integrante estelar del Bando Rojo y Valiente resultaba su homólogo en el Bando Azul”. Los bandos protagonizaban festejos que repletaban de público el famosísimo salón de La Tropical, lugar actualmente destinado a la música popular bailable y a otros géneros, pero que también fuera en su momento escenario para la décima y la música campesina cubana.

Estos eventos marcaron un boom dentro del fenómeno de esta tradición oral campesina, y forman parte de lo que algunos investigadores llaman “la época de oro del repentismo cubano”. Sin embargo, según el investigador, escritor, docente y repentista Alexis Díaz-Pimienta, en su libro Teoría de la improvisación poética (Scripta Manent, 2014), “es en el siglo XVIII cuando la décima como estrofa hace su entrada en la literatura cubana. Todos los estudiosos coinciden en que junto con la décima escrita e incluso con mayor profusión que esta, se enseñoreaba en el país la décima cantada-improvisada, en voz de campesinos de origen canario que las decían con viejas tonadas de trabajo y jolgorio.

“Según muchos estudiosos, son precisamente los campesinos canarios —también con una fuerte influencia de raíces andaluzas— los que arraigan esa tradición en nuestros suelos. La geografía del punto y de la décima improvisada en Cuba coinciden con la geografía del café y del tabaco, asentamiento de origen fundamentalmente canario mientras que en las provincias más orientales, con mayor población de origen africano, el cultivo de la improvisación de décima no prospera, siendo el son montuno y otras formas musicales de influencia afro los cantos campesinos locales”.

Hoy en día, cuando lo digital se apodera cada vez más de la sociedad cubana, lo que antes era una discusión de pasillo entre colegas o conocidos, ahora se ha trasladado hacia espacios virtuales, y miles de usuarios, con solo un clic, tienen al alcance toda la información publicada. La música campesina no escapa de este fenómeno y poco a poco los debates alrededor del género crecen en las redes sociales.

En el grupo de Facebook Música campesina de Cuba, recientemente ocurrió una polémica sobre esta temática. Compartimos algunos de los comentarios:

“La música campesina se perderá, es culpa de los que la promueven, y de los  compositores que no han sabido imponerse con temas actuales. Desde Albita Rodríguez y su tema Saca la maleta, no hemos visto nada nuevo que marque pauta. Ya el campo no es caña, ni carreta. Hay que actualizar la música campesina o no sobrevivirá” (Rafael Sarmiento).

“Se está matando a la música campesina y a la décima. Solo fíjense que hay un solo programa en la TV nacional y el 95% del programa es propaganda política e informaciones de sobrecumplimientos y éxitos en la agricultura. Y muchas de las agrupaciones invitadas no tienen nada de campesino. La Parranda, de Radio Rebelde, era casi diaria a las 8:30 p.m., y ahora es solo los domingos. En los festejos populares han eliminado las áreas campesinas” (Raúl Báez).

“Generalmente a las personas que dirigen o escriben programas campesinos en los medios de difusión no les gusta la música de nuestros campos, y como no les gusta o no la conocen, nada puede salir bien” (Maribel Mirabal).

Una de los constantes reclamos de sus cultores es la falta de interés de los medios de comunicación por este género musical. Prácticamente no hay crítica especializada ni estudios publicados. Por eso, para intentar organizar al menos las razones del descontento, Oralitura Habana —plataforma de difusión en torno a la décima (oral y escrita), tanto de manera tradicional como contemporánea— se ha lanzado a  una investigación mediante encuestas y entrevistas a algunos importantes representantes de la música campesina cubana y el repentismo.

Las interrogantes alrededor del género y su contexto son muchas. ¿Por qué una gran parte de los mejores exponentes del repentismo cubano no son conocidos popularmente? ¿Por qué no se promociona de forma adecuada la música campesina, y todavía (siendo un arte tan longevo) existe un entorno desvirtuado respecto al género? ¿Por qué los repentistas y los intérpretes e instrumentistas de música campesina se sienten abandonados institucionalmente? Y podríamos seguir haciéndonos preguntas, pero mejor empecemos a buscar respuestas.

Choque de Improvisadores entre freestylers y repentistas en el Festival Oralitura Habana, 2019. Foto: Yoandry Ávila.

El término “campesino”, un obstáculo para el desarrollo del punto cubano

En la actualidad pareciera que las presentaciones de música campesina se han quedado varadas en el tiempo, o que por ser tradicionales deben darle la espalda a las nuevas tecnologías, a la técnica moderna y atractiva que se utiliza en cualquier espectáculo artístico actual.

Llegar a un guateque y que dos poetas —considerados genios dentro del gremio mundial de la improvisación poética tradicional— estén cantando con un solo micrófono de muy baja calidad, con un tímido bombillo encima de sus cabezas, encontrar al público pasando constantemente por el medio de los improvisadores en pleno espectáculo para alcanzar una bebida o para comentarle algo a alguien del otro lado del “escenario”, es algo muy habitual.

Sindy Manuel Torres —repentista pinareño asentado desde hace años en Mayabeque y pentacampeón del Concurso Nacional de Improvisación Justo Vega, de la Jornada Cucalambeana, uno de los eventos más importantes del punto cubano—  tiene mucho que aportar sobre este asunto: “En su gran mayoría los eventos tradicionales, canturías, guateques, parrandas, serenatas, presentan un concepto muy pobre y desactualizado de los espectáculos actuales; el desconocimiento en materia de luces, diseños novedosos, escenografía, cámaras, ha apartado a las nuevas generaciones de su consumo”.

Parece, además, que a pocos les interesa salvaguardar y dignificar un arte que nos ha identificado otrora como cubanos.

Sayli Alba Álvarez, escritora e investigadora espirituana, asegura que los nacidos después de 1990 no tienen vínculos con el repentismo, ni con la música campesina. “Para ellos no es más que lo que aparece en el programa Palmas y Cañas. No existe nada que los acerque a esas expresiones del arte. En las enseñanzas primaria, secundaria y preuniversitaria no reciben materias que los acerquen a esas  manifestaciones; por tanto para ellos resultan desconocidas y alejadas de los tópicos y símbolos que conocen. Esto es doblemente importante, si tenemos en cuenta la gran promoción de otros géneros que por sus ritmos y letras representan sus códigos culturales y, por tanto, les resultan apetecibles. El desconocimiento, el desinterés o la ignorancia de los jóvenes por la música campesina cubana (incluyendo en ella el repentismo) es un fenómeno a considerar para la conservación y transmisión de la misma. Nadie puede defender y preservar lo que no conoce”.

Entonces, podemos decir que una gran responsabilidad sobre lo expresado recae en los medios de comunicación, en el sistema de educación, en los promotores de eventos, en los propios exponentes y también, y no por último menos importante, en las instituciones culturales.

La burla constante es lo más doloroso y preocupante.  La imagen tan desvirtuada de esta tradición  crea muchísimos complejos en los pocos jóvenes practicantes. Sus compañeros de clase y del barrio no toman en serio ni respetan una manifestación de la cual deberían estar orgullosos, al punto de preguntarse cómo esos poetas logran combinar sus habilidades.

Erdwin Vichot es uno de los más notables laudistas del género campesino. Aprendió en una escuela de música, donde se gradúan pianistas, violinistas o saxofonistas, por poner algunos ejemplos.

“En mi caso he perdido hasta el nombre, la gente dice: ʽMira al de Palmas y Cañas, mira al guajiro que toca el laúd’. Cuando estudiaba en la escuela de arte, mi instrumento tenía que esconderlo en un estuche de guitarra para evitar las burlas”, nos cuenta.

¿Por qué burlarse de un artista que decidió defender la tradición cubana, que eligió el laúd, un instrumento de difícil interpretación? Los instrumentistas no son los únicos que han sufrido el agravio popular, los repentistas también. Anabeivi Rodríguez, joven improvisadora de 20 años de edad, desde Pinar del Río cuenta:

“Durante toda mi etapa de estudio recibí la burla de la  gente. Me decían palabras obscenas, eran groseras conmigo, me trataban mal; incluso algunos profesores me criticaban, excepto cuando les hacía falta mi talento para quedar bien en los actos escolares”.

En La Habana no fue diferente. Roly Ávalos Díaz fue otro decimista que recibió el rechazo de sus contemporáneos, personas que jamás han ido a un guateque y que no tienen idea de la estructura, más que compleja, de nuestra estrofa nacional.

“Era habitual que cada vez que actuaba en la plazoleta de mi secundaria, mientras unos se admiraban de que fuera repentista, otros se burlaran. En el barrio sucedía igual si algún adolescente me había visto en televisión cantando décimas. No creo que fuera con maldad, pero lo hacían. Se ponían a imitar mis gestos mientras cantaba, o imitaban conjuntos de música campesina cuando me veían llegar. Creo que porque les parecía algo ridículo, arcaico, fuera de moda, cosa de guajiros (aunque yo no sea guajiro ni haya nacido en el campo, pero como asocian el repentismo al mundo rural, es típica esa actitud). Las costumbres y vestimentas de los campesinos son blanco de burlas para los adolescentes”.

Partiendo de estos testimonios podemos decir que el mal uso de los términos “guajiro” y “campesino” ha influido y siguen influyendo negativamente en los exponentes del género, al punto de que algunos, durante los complejos años de la adolescencia, deciden abandonar (temporalmente, o para siempre) los escenarios del repentismo.

Otra vez recurrimos a Saily Alba Álvarez: “En el caso de la ʽmúsica campesina’ nuestra, creo que son términos mal empleados o empleados innecesariamente, porque ya no existe tal música campesina. Desde el siglo XX, en sus inicios, ese fenómeno pasó a la ciudad y este tránsito, unido a los medios de comunicación y a la facilidad que tiene la décima para cantarle a cualquier circunstancia —como afirmara el doctor Argeliers León— hizo que la manifestación se perpetuara; de manera que es tan del campo como de la ciudad”.

Una gran parte de los exponentes del repentismo en la actualidad no proviene del campo, ni cultiva cosecha alguna. Los jóvenes improvisadores son consumidores de los ritmos que están de moda y tienen los mismos gustos que sus contemporáneos. Aunque para el público general sigan viéndose como guajiros vestidos con guayabera, sombrero y machete.  Sin embargo, pese al éxodo del campo a la ciudad que se ha producido en las últimas décadas, provocado por la aspiración de los jóvenes de ser urbanitas como sinónimo de éxito, muchos de los exponentes del repentismo prefieren seguir cantando en las zonas rurales y para un público campesino, porque es allí donde se realizan los mayores guateques.

Algunos de estos jóvenes son egresados de los talleres experimentales de repentismo infantil (TERI), con más de 20 años de creados y un gran número de graduados en toda la Isla; entre ellos no solo repentistas, sino también, escritores, investigadores, músicos de otros géneros, conocedores y sobre todo defensores de este arte.

El bagaje cultural alcanzado durante el estudio del verso oral improvisado logró llevar a la popularidad a Lenier Mesa, reguetonero de Güines, Mayabeque, que tiene en el repentismo su primera escuela como letrista y al que hemos visto cantando décimas con importantes repentistas cubanos.

También en la escena urbana están los hermanos avileños Reiber y Rainer Nodal, quienes mantienen una carrera en paralelo en los dos géneros; Reiber incluso es ganador de todos los concursos de repentismo de Cuba. Los jóvenes repentistas Luis Jonniver Quintana y Noelilo Sánchez, hijos de los improvisadores Luis Quintana y Noel Sánchez, se dedican también al reguetón y al rap respectivamente. Mientras Luis Jonniver ha presentado videoclips del género urbano en el proyecto Lucas, y Noelito ha participado en las batallas del festival Potaje Urbano como freestyler, no han dejado a un lado la décima y el repentismo como aliados fundamentales de su obra.

Como vemos, no todos los decimistas e intérpretes de la música campesina son seres detenidos en el tiempo. Hay que empezar a cambiar los cánones establecidos y la mentalidad de mucha gente. No debemos renunciar a la vestimenta típica tradicional, pero esa no es la única imagen del género.

Imaginario y realidad del repentismo cubano

¿Cómo es posible que muchísimos jóvenes sean fanáticos y seguidores fieles de los grandes exponentes del freestyle (manifestación hermana del repentismo), y al mismo tiempo sientan rechazo y se burlen de los decimistas?

Los jóvenes ven a un repentista actuando y lo primero que hacen es compararlos con sus improvisadores urbanos favoritos: que si los versadores tradicionales se demoran más que los raperos al improvisar, que  respetan (en ciertos casos) interludios musicales, que repiten algunas veces los dos primeros versos, que su tonada (manera de cantar) es más lenta, que los decimistas escénicamente son menos desenfadados…

Pero estos mismos jóvenes desconocen la estrofa con la cual están improvisando los repentistas. Desconocen, además, que obligatoriamente deben regirse por una estructura fija de 10 versos octosílabos que riman siempre de acuerdo a una forma establecida (a b b a a c c d d c); que todas las rimas deben ser consonantes, pero que, también, los repentistas cubanos son tan exquisitos que evitan rimar plural con singular (manos/cubano) y no usan asonantes internos dentro de la décima; que, entre otras tantas reglas y técnicas, utilizan recursos literarios y hallazgos poéticos sorprendentes en cuestiones de segundos.

En los Choques de Improvisadores —enfrentamientos entre poetas repentistas y exponentes del freestyle realizados en los últimos años— se evidencia que el público seguidor de los freestylers, una vez que descubre las complejidades estructurales de los repentistas y los ve en acción, queda impresionado, y con muchas ganas de seguir conociendo este arte.

Lo mismo ha pasado con los propios freestylers. Algunos se han interesado en pasar cursos de repentismo, y descubren la realidad creativa de los decimistas. Este es el caso de Leonard Akozta, rapero y director del grupo Rapzodia.

“El único acercamiento que tenía con el repentismo era Palmas y Cañas. Pensaba que era algo pasado de moda, que yo no consumiría, de hecho yo nunca me sentaba a ver Palmas y Cañas. Después redescubrí el repentismo gracias a RolleX, y entonces me senté en varios momentos a ver el programa. Un día vi a Leandro Camargo actuando, recuerdo que improvisó algo sobre la fotografía; otro domingo habló de los varios momentos de la vida, desde el nacimiento hasta la muerte. Ahí conocí la carga lírica y el talento. Después de todo eso empecé a valorar el repentismo.

“Cuando comprendí que los repentistas tenían unas pautas dentro de las cuales no se pueden mover, más recias, empecé a respetarlos más. Me di cuenta de que, entre las sílabas métricas, la estructura y la rima, tenían una camisa de fuerza, estaban limitados, no es como el freestyle del rap, que es completamente libre. Desde que lo supe y vi a Sindy Manuel Torres, me dije: es increíble cómo esta gente hace esto tan exacto, tan perfecto, es como arquitectura poética con una belleza lírica y bastante contenido. Después matriculé en el taller de décima improvisada porque ese conocimiento me enriquece mucho. Ya estoy escribiendo décimas y usándolas en mis canciones”.

Solo desde la experiencia personal y siendo testigo de esa otra forma de presentar la tradición campesina, Leonard Akozta cambió su opinión. De idéntica manera le ha ocurrido a la mayoría, sobre todo a los jóvenes, que han logrado comprobar la maravilla de la décima improvisada, del punto cubano en vivo. Pero no todos los que refuerzan estereotipos sobre el género han podido, ni podrán, ser parte en vivo de un espectáculo diferente, para eso hay que llegarles de otra manera, utilizando otros medios.

Hay que plasmar la tradición con una visualidad actual, moderna, del siglo XXI. Escuchar a los mejores exponentes y sus propuestas de cómo quieren ser vistos. Faltan ideas frescas y personas con conocimientos del género para poder explotarlo al máximo y, fundamentalmente, se necesita gente con ganas de defender la música campesina y el repentismo con sus verdaderas riquezas.

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