El pasado miércoles vi en twitter que un compañero psicólogo se ofrecía para ayudar a través de esta red social, a quien pudiera necesitarlo. Me pareció una idea estupenda y aprovechando su publicación me uní al ofrecimiento, sin tener una idea clara de dónde podría llevarme esta aventura. En primer lugar porque por mensaje directo, que es la manera de contactar de una manera privada, no se puede/debe hacer una intervención psicológica y en segundo porque no tenía idea de cuántas personas me iban a contactar, ya que el mensaje se difundía y se retuiteaba como ningún otro de los que antes hubiera puesto en la red.
Cuatro días y cientos de mensajes después puedo deciros que de las cuarenta personas que me han escrito, la mayoría de ellas sólo buscaba tener un contacto con un profesional de la salud que les alentase en estos momentos, que les reafirmase en que lo estaban haciendo bien manteniéndose en sus casas y saber que estaba ahí, que les escuchaba y les comprendía (capítulo aparte merecerían los jóvenes y adolescentes que están experimentando su primera ruptura). Y luego está el 20% restante que tiene algún trastorno previo y que ven agravados sus síntomas, algunos incluso animados a aumentar sus trastornos obsesivo-compulsivos, como en el caso de las personas que se lavan las manos con demasiada frecuencia o necesitan desinfectar sus casas sin parar. ¿Quién les dice ahora que no lo hagan?
Pero en lo que coincidía el 100% era en la sensación de pérdida de control, característica central en las personalidades con tendencia a la ansiedad, y en los últimos días en casi toda la población. ¿Y qué podemos hacer para recuperar la percepción de control en nuestras vidas? Analicémoslo…
La mayoría de nosotros nos hemos confinado incluso antes de que el gobierno decretara el estado de alarma y hemos tomado las debidas medidas de protección como lavarnos las manos y mantener una distancia de seguridad de más de 1 metro entre nosotros, sin necesidad de que nadie nos meta drones en el cuarto de baño. Estamos haciendo lo que la experiencia en otros países nos ha dicho que funciona, y lo estamos haciendo como una decisión propia. No nos gusta, pero lo hacemos. En multitud de ocasiones hemos dejado de comer o beber cosas que sabíamos que no nos hacían bien, hemos cambiado hábitos por otros más saludables, en definitiva hemos tomado decisiones que no nos gustaban, porque sabíamos que era lo mejor para nosotros.
Lo mismo pasa con el “coronavirus” estamos haciendo lo correcto, y esto es una decisión personal, muy personal. Como ha alguien muy sabiamente ha dicho por ahí, a nuestros padres y abuelos los gobiernos les pedían que fueran a la guerra. A nosotros nos están pidiendo que nos quedemos en casa. ¿No vamos a ser capaces?
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