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Los ahijados a punto de perder al padrino

La desbandada del ejército ruso en Ucrania tiene una consecuencia fuera de esa región: el desmoronamiento  del liderazgo de Vladimir Putin en políticos y dirigentes sociales que han operado en varias regiones del mundo. De hecho, la mayor parte de partidarios y operadores de Putin que hay entre la derecha y la izquierda radical, en el mundo entero, han silenciado sus expresiones de simpatía a la invasión rusa. Acusar a Ucrania de ser un país de nazis y justificar la invasión, como hicieron al inicio en Ecuador correístas, simpatizantes del movimiento indígena e izquierdistas radicales, se ha convertido en un acto vergonzoso que muy pocos se atreven a repetir a estas alturas.

En realidad, lo que está ocurriendo en Ucrania es monumental. La imagen de unas fuerzas armadas rusas poderosas, que sostenía el credo de que Rusia era capaz de disuadir la influencia del imperialismo estadounidense y de su prédica democrática, se ha ido al piso. Las escenas recogidas en videos de soldados rusos abandonando sus tanques, fusiles y uniformes para salir corriendo como sea, se han hecho virales en el mundo y las cifras de la retirada son impactantes: 6 000 kilómetros cuadrados de territorio recuperado en un par de semanas, más que lo obtenido por Rusia en cinco meses.

En estos momentos la ciudad de Donetsk, que fue ocupada por Rusia en 2014 (durante la invasión a Crimea), prácticamente está en manos de Ucrania y los rusos se están preguntando si los ucranianos van a invadir Rusia, a juzgar por la rapidez de la contraofensiva. «Las tropas rusas no están contraatacando. Más aún, cuando se les ofrece la opción de luchar o huir, muchos escapan tan rápido como pueden –escribe Anne Aplebaum, experta en geopolítica de Europa del Este-. Durante varios días, se han publicado fotografías de vehículos y equipos militares abandonados apresuradamente, así como vídeos que muestran filas de coches, presumiblemente de colaboradores, que huyen de los territorios ocupados».

El domingo, en Kiev, el ministro de Defensa de Ucrania, Oleksii Reznikov, dijo que la victoria debería incluir no solo el regreso a las fronteras de Ucrania como eran en 1991 –incluida Crimea, así como la zona de Donbás, en el este de Ucrania–, sino también reparaciones para pagar los daños y tribunales de crímenes de guerra para dar a las víctimas cierta justicia.

Hay otros motivos por los que se está desmoronando la imagen Putin y resta cada vez más legitimidad a quienes aún lo apoyan fuera de Rusia. Entre esos, los macabros hallazgos de fosas comunes y los testimonios sobre genocidios cometidos en las zonas por donde pasaron los militares rusos. Ser vistos como aliados de un genocida no luce muy atractivo.

Si bien es cierto que los especialistas dicen que aún es prematuro hablar de un derrocamiento de Putin como consecuencia de la derrota, porque en Rusia no existe un mecanismo para ello como había en la ex Urss con el politburó, lo más probable es que, de continuar esta humillante retirada, el régimen se debilitará al punto en el que Putin pierda todo apoyo. «No hay un delfín -dice Applebuam-. Putin se ha negado incluso a permitir que los rusos contemplen una alternativa a su sórdido y corrupto estilo de poder cleptocrático. Sin embargo, repito, es inconcebible que pueda seguir gobernando si la pieza central de su pretensión de legitimidad –su promesa de recomponer la Unión Soviética– resulta no sólo imposible sino irrisoria».

El fracaso de la campaña de Ucrania y el desmoronamiento del gobierno tendrá, sin duda, un efecto contundente en las operaciones políticas que Putin tenía en el extranjero. El presidente ruso invirtió millones de dólares en campañas de comunicación para inclinar la balanza en el resultado del Brexit en en Reino Unido así como en la caída del gobierno de Mario Draghi, en Italia. Además, no tuvo empacho en auspiciar una filtración de correos electrónicos que afectaron gravemente a la campaña electoral de Hillary Clinton para que ganara las elecciones Donald Trump. Ha financiado a los partidos de extrema derecha en Francia e Italia.

Pero si las operaciones de Putin alteraron los procesos democráticos en países de Europa, su intervención en América Latina fue mucho más grande. En diciembre pasado, muy poco antes  de la invasión, Putin amenazó con desplegar efectivos y equipamiento militar a Cuba y Venezuela para presionar a EEUU a aceptar la presencia de cien mil tropas rusas en la frontera con Ucrania. Una amenaza redundante, pues en Cuba hay militares rusos desde la Guerra Fría; en Venezuela desde 2018, con bases operativas en Valencia, estado Carabobo, y Manzanares, estado Miranda; y en Nicaragua desde junio pasado, cuando la Asamblea Nacional autorizó el ingreso de equipamiento y personal militar ruso al país basándose en la petición de Daniel Ortega.

Hace pocas semanas, The Washington Post publicó un informe sobre un estudio hecho por la inteligencia de los EEUU según el cual el Kremlin destinó al menos 300 millones de dólares para financiar operaciones anti democráticas en varios países. Bosnia-Herzegovina y Ecuador, dice el informe, fueron los dos países que recibieron dinero directamente del gobierno ruso de ese fondo; los otros mediante aportes de empresas rusas.

Putin, como parte de su agenda de minar la democracia  en Occidente, se convirtió en patrocinador de un vasto operativo de comunicación que incluía la contratación del ex presidente Rafael Correa para que tenga un programa de entrevistas en su canal de televisión RT, eje de la propaganda del gobierno ruso. El caso de Leonidas Iza es algo similar: el presidente de la Conaie mantiene una estrecha relación con la Embajada rusa en Ecuador y fue pieza importante en el trabajo de lobby que hizo el gobierno rusa para que el gobierno de Lenín Moreno compre las vacunas Sputnik. El embajador de Rusia en Ecuador, fue visto durante el paro indígena de octubre de 2019 junto a manifestantes, específicamente en la zona de la comuna de Toclla, en la vía Intervalles, cerca de Quito.

Una humillación de Putin se presenta, entonces, como una oportunidad para neutralizar a los líderes autoritarios que han sido aliados y muchas veces operadores de Putin en otros países. Según la columnista Jennifer Rubin de The Washington Post, Occidente y EEUU «no sólo deberían reivindicar el éxito de haber reforzado a Ucrania militarmente, sino también de haber destruido el mito de la superioridad autoritaria». Según ella, Putin pasará a la historia como un perdedor brutal. Por eso dice que «nadie debería olvidar quién estaba del lado de Putin. Y nadie debe confundirse en cuanto al triunfo moral, económico y militar de Occidente a pesar de los mejores esfuerzos de los lacayos internacionales de Putin».

La derrota de Putin en Ucrania, que aún no es definitiva, va a marcar un debilitamiento importante de sus operaciones y operadores en América Latina y, específicamente, en Ecuador. El autoritarismo cleptocrático criollo, sin duda, está a punto de perder a su gran referente y financista.

Foto: Medios Públicos del Ecuador

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