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Madres al pie de la letra – Escuela de Edición de Lima

La maternidad y la literatura

Por Talía Chang

La maternidad es un hecho que llega para cambiar la vida de las mujeres, y en muchos sentidos. En la historia de la literatura, la figura de la madre toma un papel relevante, ya sea como alguien castrante, o como una figura protectora y admirable. El mismo cambio radical se da cuando una escritora se convierte en madre; un hito de semejante magnitud marca sus vidas para siempre.  

Hemos recopilado la historia de cinco escritoras y cómo la relación con sus
hijos moldeó de forma decisiva su vida y su literatura.

Gabriela Mistral

La poeta chilena ganadora del Nobel nunca tuvo hijos biológicos. Sin
embargo, adoptó a su sobrino Juan Miguel para ayudar a su medio hermano después
de la muerte de su mujer, la madre del niño. La poeta entonces vivía en Francia
trabajando como como consejera técnica del Instituto de Cooperación Intelectual
de la Liga de las Naciones; aceptó cuidarlo a cambio de que su hermano prometa
nunca reclamarlo.

Gabriela llamaba a su sobrino «Yin Yin», un término hindi para fiel. Este la acompañó en todos sus
viajes y la consideró su madre. Esta faceta se ve claramente en Ternura, uno de sus libros más
emblemáticos. Aquí aparece la madre que cuida, alimenta, describe el mundo e
inventa juegos. También hay poemas donde revela su miedo ante la autonomía del
hijo, «Que no crezca» es uno de ellos.

Lamentablemente, Yin Yin se suicidó a los dieciocho años en Brasil, país al
que nunca se pudo acostumbrar. Su muerte generó un golpe muy fuerte en el ánimo
de Gabriela Mistral, y nunca llegó a aceptar su suicidio. Nunca pudo reponerse.

J. K. Rowling

Antes de convertirse en la creadora del millonario imperio de Harry Potter,
Rowling llegó a caer en uno de los puntos más bajos de su vida. Buscando un
cambio después de la muerte de su madre se mudó a Porto, Portugal para enseñar
inglés. Allí conoció y se casó con Jorge Arantes, con quien tuvo a su primera
hija, Jessica. Pero con el tiempo su esposo se tornó violento, por lo que
Rowling se mudó a Escocia con su hija. Allí llegó a vivir bajo beneficios del
estado. Según confesó algunas veces, en ese tiempo atravesó una fuerte
depresión. «Lo que me hizo buscar ayuda fue mi hija», dice. «Ella
me conectó a tierra y dije “esto no está bien”. Ella no podía crecer conmigo en
este estado».

Uno de los pocos consuelos que llegaba a tener Rowling era dedicarse a
escribir lo que después llegó a ser el primer libro de la saga de Harry Potter. Solía hacerlo en cafés,
porque su hija solo conseguía dormirse cuando la sacaba a pasear; en esos
intervalos, la autora pedía solo una bebida y una gran cantidad de servilletas
que le servían como papel.

La madre en la historia de Harry Potter es determinante.
El amor de Lily Potter es tan poderoso que murió para salvarlo del villano en
el primer libro, y continúa salvándolo a lo largo de todos los siete libros.

Isabel Allende

Uno de los libros más conocidos e impactantes de
la escritora chilena es Paula, donde
narra la enfermedad y fallecimiento de su hija. Es un libro que comienza como
una carta a Paula, destinada a ponerla al día cuando despertara del coma en el
que entró. Pero a medida que la novela avanza, funciona como un desahogo ante
la tragedia inminente y una manera de despedirse de ella.

Los libros de Isabel Allende están constantemente
marcados por una figura materna fuerte, que no siempre son las madres
biológicas. Esta es el cimiento de sus protagonistas, que se caracterizan por
ser aguerridas, tozudas y con una forma particular de ver el mundo.

Blanca Varela

Vicente y Lorenzo de Szyszlo inspiraron uno de los
poemas más conocidos de Varela, «Fútbol», que escribió cuando
miraba jugar a sus hijos. En la misma entrevista dice que escribió los poemas «Toy» y «Justicia» de
maneras similares, observando la manera en que sus hijos se relacionaban con el
mundo.

En una entrevista, Vicente recuerda cómo él y su
hermano Lorenzo se quedaban despiertos hasta muy tarde, y su diversión era
escuchar a los adultos que visitaban a sus padres; estos «adultos» eran Mario
Vargas Llosa, José María Arguedas, Juan Rulfo o Emilio Westphalen. «Mi
hermano y yo sabíamos que las visitas eran algo especial, pero no sabíamos por
qué». También cuenta que, antes de convertirse en arquitecto, tuvo una
inclinación hacia la escritura. «Creo que hacía eso deliberadamente
buscando acercarme a ese lado de mi mamá», dice. «Los dos éramos alegres,
conversábamos de cualquier cosa y, de alguna manera, me proyectaba en ella».

En 1996, la vida de Blanca Varela dio un giro
cuando su hijo Lorenzo falleció en un accidente aéreo viajando de Lima a
Arequipa. Esto dejó a la poeta en un gran shock, aunque en una entrevista ella
afirma que no le sorprendió. «Creo que hay que esperar esas cosas
terribles, ese es el destino en la vida, pero no lo esperaba evidentemente. A
la última persona que hubiera esperado que le sucediera era a uno de mis niños».

Elena Poniatowska

A fines del año pasado, Elena Poniatowska, ganadora del Premio Cervantes
en el 2013, dio a conocer que Juan José Arreola había abusado sexualmente de
ella. De este ataque nació su hijo Emmanuel Haro Poniatowski. Elena confesó que
el nacimiento le hizo perder muchos prejuicios, ya que lo tuvo que criar siendo
madre soltera y luchar para mantenerlo con ella. La historia detrás del
nacimiento de su hijo fue lo que la llevó a escribir su más reciente novela: El amante polaco (Seix Barral, 2019).

Arreola nunca se hizo cargo de su hijo, y tampoco tuvo una relación con
él. Emmanuel fue criado por Guillermo Haro, a quien conoció varios años después
del nacimiento de su hijo, y Jean Poniatowski, el abuelo de Elena. En la
actualidad se desempeña como físico.

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