“Quizá peco de obsesiva. Ese pecado se agiganta cuando hablo de la India”.
Con esta declaración de partes arranca Coronada de moscas (2012), recuento de viajes de Margo Glantz a ese país. Intuyo que le fascina por los contrastes canijos de sus calles: hedor, personas mutiladas, basura, vacas, mierda, junto con una estética fulminante, espiritualidad, saris de imposible belleza. Encandilan a la escritora aquellos “palacios y miseria” como ejes culturales que coinciden. De cara limpia asume la paradoja: “Tengo que volver a visitar ese país, lo amo y lo aborrezco”.
CONECTAR OPUESTOS
Glantz se estimula ante la densidad de sentidos porque disfruta evidenciar parentescos, vincular lo inconexo. En su obra, expresiones como “asocio”, “se parece a” y “me recuerda” ligan realidades apartadas. En Por breve herida (2016) cuenta que visita bonchemil veces al dentista y ahí piensa que una mujer en burka no puede arreglarse la dentadura, que el puente odontológico es como un zapato de diseñador, que Ferragamo hacía hormas a la medida de cada cliente.
La profesora emérita de la UNAM no sólo es obsesiva con la India. Esa novela “sobre los dientes” le tomó más de quince años; en ella reconoce con humor ser “reiterativa, machacona”. En efecto, sus libros vuelven muchas veces a temas lejanos entre sí (o no) como literatura, museos, la visión de género, vidas de músicos, el poeta Rimbaud, la moda.
Resulta insistente, muy insistente, con el pintor Francis Bacon y las bocas que retrata. Creo que le atrae el despliegue de aficiones del irlandés. Dice de él en Saña: “Le gustaba ejercitarse mirando las imágenes más diversas; en su estudio, un montaje reunía, clavados a la pared con chinches, retratos de Goebbels, Inocencio X pintado por Velázquez, una foto de Baudelaire, un matadero exhibiendo enormes trozos de carne sostenidos por garfios, una fotografía magnificada de una boca abierta con los dientes muy maltrechos y abrillantados por la luz, las fotografías de personajes en movimiento de Muybridge”.
Bien vistos, los gustos de Bacon son muy Margo: exhiben una comezón de saberes insaciable, fragmentaria, caótica. Esa voracidad permite a la ensayista relacionar hechos desligados, que revisita cada tanto. Por eso un libro suyo continúa el hilo de los previos: reaparecen los protagonistas y se suman nuevos.
Pongo otro caso: en varios momentos de Saña desgrana observaciones sobre el pintor Stanley Spencer. Apunta cómo el artista se plasmó con su esposa, “ambos exagerados y grotescos con una desnudez que los acercaba peligrosamente a una animalidad de matadero, visión del cuerpo humano que sin Spencer jamás hubiesen podido pintar ni Francis Bacon ni Lucian Freud, una visión que aniquilaba totalmente una forma de sexualidad y una forma de vida inglesas, las que conocemos como victorianas”. Ahí está la bisagra que articula: tanto en Saña (2007) como en Por breve herida (2016) va entretejiendo rasgos biográficos y digresiones sobre Spencer (nacido en el XIX) y Bacon (en el XX). El conjunto propone un análisis multidisciplinario.
Como quien no quiere la cosa, la autora formula pequeñas tesis, al combinar lecturas y teoría literaria con sociología, historia del arte e historia de la vida privada, por decir algo. Que es decir mucho.
UN EDIFICIO DE INTERESES
Gracias a recursos como éste, su narrativa simula una espiral, esa “curva plana que da vueltas alrededor de un punto, alejándose de él en cada una de ellas” (RAE). En efecto, Margo se distancia de los temas centrales y regresa a ellos, aunque ya los enriqueció de afinidades. De oposiciones. Esta suerte de juego lúcido demanda no sólo memoria y un bagaje cultural robustísimo; también la sagacidad de hallar semejanzas vs. desencuentros y líneas de cruce, para arquitecturar un edificio de intereses con ensamblajes imprevisibles.
Otro ejemplo: al comentar fotos de la revista Vanity Fair destaca que Mobutu, dictador del Congo, aparece vestido “a la Versace”, mientras en la página siguiente modelos famélicas anuncian Calvin Klein. Luego conecta ambos eventos: “¿Habrá alguna secreta perversión en el hecho de que en ese artículo dedicado a África no aparezca (¿pudor, acaso?) ninguna representación de los millares de niños esqueléticos que la dictadura de Mobutu y la guerra produjeron? Se diría que se trata de una exacta simetría: la anorexia de la abundancia y la anorexia de la pobreza: coexisten en armonía”. Así, la autora desnuda ante el lector un nexo fértil: el que aproxima al dictador con una modelo y, por extensión, abunda sobre la identidad que se embebe en el vestido, la sociología de lo que portamos. Me recuerda las divagaciones obsesivas sobre saris en la India. Todo se entrelaza e ilumina.
OPERACIÓN RETADORA
Margo Glantz es merecedora muy justa del Premio Internacional Carlos Fuentes 2022, entregado por la Secretaría de Cultura y la UNAM. Creadora de Punto de partida, durante décadas ha sido promotora tenaz de la lectura y la escritura, tanto en nuestra universidad como fuera de ella. Además leerla es un ejercicio placentero que enseña a mirar sin ingenuidad, amplía el marco de entendimiento, recupera la aproximación oblicua. En otras palabras: su quehacer completo enriquece los puntos desde dónde escrutar. No se me ocurren operaciones más retadoras y generosas para la escritora, para la académica universitaria.
Me viene ahora a la mente aquello que escribió Paul Celan y ella cita: “Si pudiéramos pensar con sus dientes…”. Eso.
Fuente: Diariojudío.com
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