El controvertido comunicado que escribió el presidente AMLOel jueves 10 de marzo por la tarde, durante su vuelo de Ciudad de México a Chiapas, como respuesta al Parlamento Europeo, pondrá en riesgo la ratificación del tratado de libre comercio entre México y la Unión Europea.
Además, el comunicado ilustra dos cosas muy graves:
En cuanto al primer punto, la increíble redacción del comunicado al Parlamento Europeo no tomó en cuenta a la Secretaría de Relaciones Exteriores. Me recordó un libro que leí en 2018, escrito por los profesores de Harvard James K. Sebenius, R. Nicholas Burns y Robert H. Mnookin: “Kissinger el negociador: lecciones de la negociación al más alto nivel”.
Creo que convendría que el presidente de México recordara que, en las relaciones internacionales, nadie toma en serio al absolutista, al que declara “ustedes están conmigo o contra mi”. La diplomacia siempre requiere compromiso. La complejidad de los asuntos internacionales hace que sea imposible controlar las declaraciones o votaciones de un órgano como el Parlamento Europeo.
Un gran estadista siempre es un negociador. Se reúne con aliados y adversarios para llegar a acuerdos que reconcilian intereses divergentes. Las controversias se ganan y se pierden en la mesa de negociaciones, no en los boletines de prensa. Necesitamos un proceso defensor de compromisos estratégicos para asegurar la estabilidad de México. Se requiere rapidez y audacia.
Recuerdo algunas ideas de la investigación y el análisis de Sebenius, Burns y Mnookin sobre las hazañas diplomáticas de Kissinger, de 1969 a 1977. De ahí se derivan algunas lecciones que podrían ser útiles en este momento para la 4T:
En cuanto al segundo punto, el comunicado de respuesta al Parlamento Europeo ilustra que en la mente del presidente de México, está en riesgo la Cuarta Transformación. La transformación de algo siempre es un gran tema. Hablar de “transformación” suena como si fuera algo muy importante.
Estamos viendo con angustia que el esfuerzo de transformación del gobierno no logra transformar. Hablar de transformación es algo desafiante. Es una palabra muy seria. Es un cambio fundamental y discontinuo. Es una revolución. Es un reinicio de algo mejor. Por eso, en el concepto de Cuarta Transformación está grabado el riesgo de la decepción.
Roger L. Martin, exdecano de la Escuela Rotman de Administración de la Universidad de Toronto y autor de muchos libros de negocios, escribe que hay cuatro claves para el éxito de una transformación: estrategia, paciencia, resiliencia y crecimiento.
Una transformación no puede ser una proliferación de ocurrencias o de iniciativas de activistas convertidos en políticos o funcionarios. Éstas no son sustitutos de una verdadera estrategia. La transformación exitosa debe estar respaldada por una estrategia clara y convincente. Debe haber una aspiración ganadora. Además, debe haber una combinación clara de “dónde jugar/cómo ganar” que sirva y refuerce esa aspiración ganadora.
Nunca se puede partir de la esperanza como estrategia o seguir persiguiendo la última tendencia mundial del populismo. Tiene que haber una visión coherente y convincente de a dónde se quiere que nos lleve la estrategia. Pero tiene que ser flexible. La flexibilidad debe mantener la solidez de la estrategia inicial, en lugar de socavarla.
Si un líder quiere una transformación rápida, el consejo de Roger L. Martin es que mejor ni empiece. Fracasará. La transformación a través de un solo gran concepto, como la lucha contra la corrupción, es probable que fracase. Las transformaciones siempre reciben críticas fulminantes en los primeros días. Por eso, el grupo de liderazgo para operar una transformación debe ser firme y apoyarse mutuamente en todo momento.
El crecimiento económico es lo que engrasa las ruedas de la transformación. Si el modo dominante de la transformación es la reasignación de recursos existentes, creará enemigos inmediatos en cada grupo del que se tomen recursos. Si, en cambio, aumenta los recursos para todos, puede ponerlos detrás de la transformación y reducir lentamente las cosas que no encajan.
Martin recomienda:
“Si usted está contemplando una transformación, ya sea liderando una, apoyando a un líder o asesorando sobre una, no la llame transformación. Debe ponerse a transformar en lugar de hablar de transformación. Debe hablar sobre el estado final que busca. A muy pocas personas realmente les gusta lo que implica una transformación; simplemente les gusta el resultado final. Y les puedo asegurar que la calma es mejor que la agitación cuando se está implementando una gran transformación”.
Roger L. Martin
¿Realmente el gobierno federal tiene una estrategia que pueda impulsar una transformación? ¿Tiene la paciencia necesaria? ¿Ha construido la coalición que lo ayude a lograr la resiliencia? ¿Tiene un plan de crecimiento económico?
Es preocupante que las declaraciones, los boletines, las leyes y las regulaciones del gobierno de la 4T, no están estimulando el crecimiento de la economía mexicana. Vale la pena que recuerden que sólo si logran tener considerablemente más recursos al final de la transformación, en relación con el inicio, vale la pena comenzar. Si la transformación implica desarticular todo lo existente, poner en riesgo el estado de derecho y encogerse primero, mejor que ni la intenten.
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