04 de Septiembre de 2018

Así, el periodismo digital se extiende de la mano de los teléfonos inteligentes en todas las esferas de la sociedad. Esto tiene un impacto dramático en el ámbito político y, por supuesto, en el sistema democrático y el ejercicio de gobierno.

La formación de opinión pública se ve aderezada por nuevos ingredientes, confeccionados desde una óptica más tremendista y, en consecuencia, más dramática en sus consecuencias para la gobernabilidad y la resolución de controversias.

Por lo anterior, es vital que el periodismo digital se ajuste a principios, valores y prácticas democráticas que apuntalen la utilidad de la tecnología como herramienta para la transparencia, la rendición de cuentas y el empoderamiento ciudadano.

El impacto inmediato del periodismo digital en los sistemas democráticos y en la gobernabilidad es evidente, pero sus efectos a mediano y largo plazos son impredecibles y pueden, incluso, ser perniciosos. Como muestra, el botón de las fake news, acusadas de descarrilar elecciones y destruir el prestigio de candidatos y gobernantes.

La tecnología ha facilitado el surgimiento de nuevos patrones de acción política y de participación ciudadana, lo cual se profundiza con el hecho que la región cuenta ahora con generaciones educadas en entornos digitales y herramientas novedosas.

Las nuevas generaciones reciben las noticias políticas de sitios distintos a la radio y la televisión, a través de plataformas y páginas que ejercen “filtros” diferentes a los que estábamos acostumbrados. La anécdota simplona o las notas de “color” sustituyen a los artículos de fondo, banalizando en muchas ocasiones el debate de lo verdaderamente importante.

Además, los estratos más pobres y, en consecuencia, los mayoritarios, aún no tienen suficiente acceso a internet, como indica el más reciente informe de la CEPAL sobre el estado de la banda ancha en la región. Esta exclusión determina la calidad de la información que se recibe, creando, en los hechos, ciudadanos de primera y de segunda en función del ingreso y la posición social.

Como indica Beatriz M. Ramacciotti en el artículo “Democracia y derecho internacional: la innovación democrática digital en el sistema interamericano”, del XLIV Curso de Derecho Internacional 2017 de la OEA, “el internet, las redes sociales y otros novedosos medios virtuales están trascendiendo su mero uso instrumental, para revitalizar el concepto mismo de democracia representativa, con mecanismos propios de una democracia más directa, participativa y deliberativa”.

Esto ha generado, como concluye Ramacciotti, que se intensifique la búsqueda de nuevos parámetros periodísticos para hacer funcionar las instituciones democráticas, incluyendo al gobierno, a los poderes del Estado y la sociedad civil.

Ante el evidente divorcio entre los intereses de las élites y los segmentos de “ciudadanos agraviados”, resulta urgente superar esta “fractura” entre representantes y representados, construyendo una “agenda política 2.0” que logre conectar las demandas y aspiraciones de los ciudadanos.

El secretario general de la OEA, Luis Almagro, al referirse al tema de conectividad y libertad de expresión en las Américas durante 2017, afirmó: “La revolución digital nos ofrece una plataforma ideal para expandir la democracia, pero para sacar real provecho de sus innovaciones principales es esencial hacer llegar la conectividad a todos, eso es ir haciendo realidad el lema de más derechos para más gente”.

Fortalecer las democracias por la vía la expansión de conectividad y las nuevas tecnologías pasa por, al menos, dos dimensiones. Primero, las políticas deben ser incluyentes—dando acceso a grupos de ciudadanos históricamente marginados. Y, segundo, las políticas deben estar guiadas para la facilitación del uso de las plataformas digitales para, justamente, expandir la libertad de expresión de la mano de un periodismo comprometido con los ciudadanos y, por supuesto, con la verdad.

                *Los puntos de vista son a título personal.
                No representan la posición de la OEA