Aguascalientes

Querencia al toreo

La querencia en términos taurinos significa el área donde los animales se sienten cómodos, ya sea en el campo o en el ruedo. Para las personas es aquel sitio donde tendemos a regresar ya sea porque nos gusta, porque nos trae bellos recuerdos en el consciente y/o subconsciente.

La vocación de ser torero es un privilegio que sólo los elegidos pueden abrazar. Es un camino duro, ingrato, lleno de sinsabores anímicos, es un desafío constante a la superación y al deseo que implica soportar injusticias, volteretas, cornadas, miedos, fracasos, angustias y más; sólo a cambio de poder expresar ante un toro la intimidad del ser. Es tan grande el sentimiento de comunión total con el animal que compensa absolutamente todos los sinsabores.

El torero sufre en silencio, llora en la regadera, se analiza ante la almohada. Las heridas del corazón las sutura con torería, con el andar erguido, el pecho fuera y la dignidad de saberse un ser único y admirado.

Hace unos días en amena tertulia entre amigos taurinos surgió una frase rotunda. “En el toreo el único bueno es el toro y te quiere matar”. Es así, no hay mucho más que explicar porque no cualquiera es capaz de entenderlo y para quien no lo entiende no vale la pena intentarlo.

Otra frase común es la que reza: “el toro pone a todo el mundo en su sitio”, sus tiempos son perfectos y siempre, siempre brinda una oportunidad de revancha o justicia.

México es inmensamente rico en cultura, arte y tradición. Existen generaciones de familias dedicadas a esta forma de entender y vivir la vida, el toreo. Una de ellas que además cuenta con similitudes curiosas es la de los Querencia, orgullo de Tequisquiapan, Querétaro. De apellido García, don Juan Querencia en sus épocas mozas era profesional del futbol. La vida y el destino le permitieron descubrir que en él había un torero, que su razón de ser era ponerse delante de un toro. Llenó la Plaza México como novillero a finales de los 40, se hizo Matador en 1952 y se afincó en esta maravillosa ciudad queretana en la que fincó un hotel que bautizó como “La Querencia”.

Sus dos hijos, Rafael y Juan siguieron sus pasos y son matadores de toros. La cereza del pastel es que su nieto Juan, siguió sus pasos en el futbol con éxito, pero el destino de la misma forma le hizo descubrirse torero. Novillero de buenas condiciones y buen concepto taurino. Como la gran mayoría de los novilleros, Juan, ha tenido que saber esperar sin desesperar, aquilatar cada tentadero y cada oportunidad.

Hace algunas semanas, se vio anunciado en la temporada novilleril de la plaza de Arroyo, así como en el serial más importante de novilladas que es el de la plaza San Marcos en Aguascalientes. Madurez, deseo y cualidades en su momento justo.

El destino a veces es cruel. Una extraña y peligrosa reacción a las vacunas del COVID, lo pusieron literal al borde de la muerte. La incertidumbre a la espera del diagnóstico fue tremenda. Se perdió la novillada de Arroyo. El desánimo se apoderó del joven torero que se aferró a la ilusión de torear. Con el cuerpo débil y el alma entera al tiempo que los médicos detectaron el mal, Juan fijó su recuperación en no perder la única fecha que tenía, el domingo 19 de marzo, en la San Marcos.

El destino y el toreo, le tenían entorilado primero una dura prueba y luego la recompensa en un gran novillo de El Grullo, lidiado en cuarto lugar que le permitió expresar el toreo que lleva dentro, acompañado de todo el sentimiento y sufrimiento de las semanas previas. Faena de clase, de buen toreo, acompañando la embestida rítmica y humillada de un gran ejemplar de la dehesa tlaxcalteca.

La recompensa al dolor con el gozo del toreo pleno. Dos orejas, salida a hombros y la reiteración de que la dinastía Querencia cuenta en su tercera generación con un torero puesto ya para la alternativa y así enriquecer aún más nuestra baraja taurina.

¡Enhorabuena torero!

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