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Ciudad de México Diciembre 13 del 2024 — Cuando la Casa Blanca anunció la nominación de Ron Johnson, un coronel retirado del ejército de los Estados Unidos con una carrera destacada en contraterrorismo y seguridad fronteriza, como el próximo embajador en México, las reacciones al sur de la frontera fueron rápidas y polarizadas.
Para algunos mexicanos, el nombramiento de Johnson señala una falta de matices diplomáticos, un recordatorio contundente de la preocupación de Washington por la seguridad sobre otros aspectos de la relación bilateral. Los críticos ven su formación militar como una afrenta a la soberanía mexicana, con algunos comentaristas sugiriendo que Estados Unidos está enviando a un “agente de la ley” en lugar de un diplomático a un país donde la sensibilidad hacia la intervención externa es profunda.
Pero para otros, particularmente aquellos cansados del aumento de la violencia y el crimen organizado, la experiencia de Johnson en seguridad es precisamente lo que México necesita. En una nación que enfrenta un número récord de homicidios y una creciente influencia de los cárteles, su selección es vista como un movimiento pragmático que se alinea con el objetivo declarado de la presidenta mexicana Claudia Sheinbaum de fortalecer la cooperación en seguridad con Estados Unidos.
Un Perfil Polarizante
La carrera de Johnson abarca décadas de servicio, incluidos roles de liderazgo en operaciones de contrainsurgencia en el Medio Oriente y posiciones de asesoría en políticas de seguridad fronteriza. Su mandato como jefe del comité asesor estratégico de la Patrulla Fronteriza de los Estados Unidos le valió una reputación como un “solucionador de problemas” que favorece la innovación tecnológica sobre la fuerza bruta. Sin embargo, este mismo historial ha llevado a algunos observadores mexicanos a cuestionar si Johnson priorizará los intereses de seguridad nacional de Estados Unidos a expensas de las prioridades de México.
“Es como si estuvieran diciendo, ‘No estamos aquí para discutir comercio o intercambio cultural; estamos aquí para enfrentar el crimen,'” dijo la Dra. María Elena García, analista política de la Universidad Nacional Autónoma de México. “Esto podría profundizar las tensiones existentes sobre soberanía y cooperación.”
El Dilema de la Seguridad
El nombramiento llega en un momento de creciente tensión en las relaciones EE.UU.-México. Casos de alto perfil, como el arresto y posterior liberación del exministro de Defensa mexicano Salvador Cienfuegos, y la creciente presión estadounidense para frenar el tráfico de fentanilo, han subrayado el delicado equilibrio entre colaboración y soberanía.
Los defensores de Johnson argumentan que su experiencia militar lo posiciona de manera única para abordar la naturaleza transnacional del crimen organizado. “Los cárteles operan como insurgencias,” dijo un exfuncionario estadounidense familiarizado con el trabajo de Johnson. “Ron entiende esto mejor que la mayoría de los diplomáticos. No llega a ciegas.”
Líderes empresariales mexicanos y gobernadores regionales de estados afectados por la violencia han acogido con cautela la noticia. “Si su enfoque está en los resultados, deberíamos darle el beneficio de la duda,” dijo Una Bienvenida Frágil
Si bien las credenciales de Johnson pueden atraer a quienes priorizan la seguridad, la óptica de su nominación no pasa desapercibida para un público mexicano históricamente receloso de la intervención estadounidense. Las plataformas de redes sociales se inundaron con debates acalorados, con hashtags como #BienvenidoJohnson junto a #NoALaInjerencia.
Por ahora, el mandato de Johnson será una prueba de si su disciplina militar y pragmatismo operativo pueden fomentar la confianza en una nación que a menudo desconfía de los forasteros dictando términos. Mientras se prepara para instalarse en la Ciudad de México, su desafío no solo será navegar la política, sino también las profundas sensibilidades de una relación tan complicada como indispensable.
El Camino por Delante
Si Johnson tiene éxito, su mandato podría redefinir lo que significa abordar la seguridad en el contexto de una relación más amplia y colaborativa. Si fracasa, corre el riesgo de convertirse en otro capítulo en la larga historia de desconfianza entre dos vecinos unidos por la geografía pero a menudo divididos por prioridades.
Por ahora, todas las miradas están puestas en el coronel retirado convertido en embajador. Si su nombramiento se convierte en una fuente de unidad o división está por verse, pero algo es claro: México está observando.