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Salud mental: somos el pelo de la cola en este horrible y despiadado sistema de salud

Escribo esto porque mi remedio –Venlafaxina- en la Farmacia de Psiquiatría del Hospital está fuera de stock. Porque en la Farmacia Municipal no está. Porque el más barato cuesta $12.000 y debo tomar tres de esas cajas al mes. Porque probablemente el psiquiatra deba cambiarme el remedio debido a la falta del mismo y me corresponda  empezar de cero con otro.

Esto de empezar de cero con otro remedio implica tres cosas: primero, que el psiquiatra me atienda (uf, un lujo, una suerte, la primera suerte); segundo, empezar a bajar la dosis de la Venfalaxina para; tercero, aprender a lidiar con todo lo que conlleva probar un nuevo remedio.


Sí, somos un pequeño grano en la arena. Un pelo de la cola en este horrible y despiadado sistema de salud. Donde cientos mueren al año por falta de atención por las más diversas enfermedades físicas.

Por ejemplo, la Venlafaxina, que es un tratamiento usado (entre otras cosas) para la depresión mayor, puede producir: nauseas; anorexia; sudoración, constipación, vértigo, vómitos, somnolencias, sequedad bucal, nerviosismo, temblor y visión borrosa. Adaptarse y saber si efectivamente el nuevo remedio consigue el efecto deseado puede tardar varias semanas.

Si el nuevo remedio no hace efecto, el psiquiatra debe recetar otro. Acá viene la segunda suerte: que te vuelva a atender en varios meses más y repetir el mismo procedimiento anterior.

Esta pequeña introducción no es más que para graficar uno de los problemas de fondo: no hay suficientes psiquiatras. O si los hay.

La gran mayoría de psiquiatras que atiende de forma particular (ni siquiera me refiero a clínicas) cobra entre $50.000 y $60.000 la consulta, que dura en promedio unos 45 minutos. Si tienes la suerte (esta va a ser la palabra más usada, casi como sinónimo de privilegio) de poder costear la cita, debes pagarla al contado. ¿Isapre?, casi imposible. ¿Fonasa?, ni soñarlo. Para luego peregrinar de farmacia en farmacia para cotizar los dos o tres remedios que te recetó. Y claro, casi siempre a precios exorbitantes. A menos que, de nuevo, la suerte esté de tu parte y puedas encontrar algo en la Farmacia Municipal.

La solución parece obvia: al Gobierno, a través del MINSAL, le correspondería reclutar y devolver a estos especialistas al sistema público. Pagarles lo que sus años de estudio y experiencia ameritan. Lo que en realidad debería suceder con las diversas especialidades (nefrología, cardiología, etc). Y luego, pero no menos importante, seguir en la labor de bajar los precios de los medicamentos en las distintas farmacias.

Sí, somos un pequeño grano en la arena. Un pelo en la cola en este horrible y despiadado sistema de salud. Donde cientos mueren al año por falta de atención por las más diversas enfermedades físicas.

Ahora bien, mi crítica no va solo al Gobierno; políticos o al sistema de salud público. Mi rabia y pena es a causa de estos psiquiatras que lucran de manera espantosa con el dolor mental de muchos. Donde son ellos mismos los que en sus consultas particulares privan al 80% de la gente de tratarse las distintas patologías que sufren. Donde, seguramente, algunos laboratorios o farmacias salen ganando debido a que algún medicamento es “mejor” que el otro. Precios increíblemente altos para un coctel de remedios que deben comprarse mensualmente por años.

A muchos de estos especialistas de la medicina les gusta la platita y harto. Se les ve muy bien de la mano con este sistema de privilegios. Se coluden (quizás sin saberlo, ja) con sus pares a la hora de fijar el monto de la consulta particular.

Mi primer acercamiento a una consulta psiquiátrica fue hace más de tres años con una señora en su oficina particular. La charla no duró más de 20 minutos y el precio fue de más o menos $50.000. Para luego terminar comprando los remedios recetados en más o menos $120.000. Negocio redondo para ella y para las farmacias.

De vuelta al sistema público, donde llevo un par de años como paciente psiquiatrico, veía a un joven decirle a la enfermera; que no veía al médico hace más de ocho meses. Le decía que estaba descompensado. Casi como avisando que la muerte lo estaba rondando.

Yo mismo (redundo porque tengo una idea más o menos clara de como funciona este mundo desde el punto de vista de los pacientes) me he visto en el caso de ese joven. Rogando en mi mente que sea primero el psiquiatra el que me vea y no que sean los pensamientos suicidas los que me visiten como hacen de vez en cuando conmigo y con muchos otros. Rogándole a la suerte.
Siempre la suerte, siempre la muerte.

Temuco, abril de 2020.

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Ciudadano por México

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