Este mes se festeja el día del Padre. Además de hablar de lo importante que es la figura paterna en nuestras vidas y reconocer la labor de todos los padres de familia, en esta ocasión, quiero enfocarme en reflexionar algo que es hablado muy pocas veces: El papel del padre en el trastorno de la conducta alimentaria (TCA).
Como padre, observar conductas alimentarias de riesgo es preocupante y éstas ya no sólo influyen en la calidad de vida de nuestro ser querido, sino también en nuestra propia vida. Aunado a esto, el estar consciente de los riesgos físicos que corre nuestro hija o hijo puede generarnos mucha angustia. Puede ser tentador creerle a nuestro hijo cuando insiste en que se encuentra bien, pero cuando se trata de un TCA, es difícil que sea consciente del riesgo físico y mental al que está expuesto. Uno de los regalos más grandes que un padre puede dar es mantenerse enfocado en la salud de su ser querido y sus necesidades, apoyando con tratamiento multidisciplinario que incluye expertos en estas patologías.
Ayudar a un ser querido a recuperarse requiere mucho trabajo de todos los involucrados. Tener las herramientas adecuadas es crucial y como familiar se necesitará desarrollar muchas habilidades para trabajar hacia la recuperación. Por ello, queremos dar un poco de luz y guía para los padres a través de este artículo, pudiendo ser también de apoyo a otros familiares y amigos implicados.
La mayoría de las veces el padre, madre o tutor se encuentra desorientado, se siente responsable y angustiado. Los trastornos psiquiátricos están estigmatizados por la sociedad, muchas veces porque no son fáciles de comprender. Este puede ser el caso de varios padres, la sensación de vergüenza y culpa pueden ser complicados de soportar, lo que lleva al aislamiento de la familia.
“Fue como si durante años (mis padres) hubieran estado atrapados en mi enfermedad. No me dejaban sola, no se iban de vacaciones, no salían al cine ni a ninguna parte. Todos vivíamos pendientes de mi trastorno de alimentación”- Anónimo.
El aislamiento no es bueno para ningún miembro de la familia, contamos con amigos y familia que están dispuestos a ayudar cuando se les comunica lo que está sucediendo. Al no compartir que tenemos un problema no nos damos la oportunidad de recibir ayuda y compañía, lo que puede ser reconfortante para este tiempo. No nos aislemos, sigamos en contacto con los demás y busquemos fortalecer nuestras redes de apoyo. Mantengamos lazos con personas que nos aporten, cuidemos nuestras relaciones con el exterior. Además, es importante mencionar que la terapia familiar es fundamental para la recuperación del paciente y brindará un apoyo importante.
Cuando dentro de la vida familiar alguno de los miembros sufre un trastorno, la comunicación suele volverse tensa. Las conversaciones pueden terminar en conflicto debido a que muchas veces se puede entender de una forma distorsionada lo que queremos decir. Queremos demostrar interés y entienden que les estamos criticando, queremos demostrar preocupación y afecto y entienden que nos estamos entrometiendo.
La comunicación y una atmósfera cordial en casa, con la menor cantidad posible de críticas, hostilidad y estrés, son claves. Es de gran ayuda conversar utilizando escucha reflexiva para evitar diálogos que nos lleven al conflicto, escuchar atentamente y validar sus emociones son clave para la recuperación. Es fundamental que el padre desarrolle “inteligencia emocional”, ser capaces de reflexionar, digerir y superar las reacciones emocionales, reservar un tiempo para retroceder ligeramente y hablar con otras personas de lo que podría estar sucediendo. Es perjudicial, en lugar de útil, hablar de los distintos detalles relacionados con la comida, el peso, la figura o el negativismo; incluso podría llegar a fomentar las ideas asociadas a la enfermedad. Procuremos enfocarnos en trabajar en otros aspectos y sobre todo dejar que nuestra hijo o hija exprese lo que piensa.
La persona afectada ha perdido la confianza en sí misma, por lo que el padre puede ayudar a recuperar o mejorar la autopercepción de su hijo/hija fomentando la autonomía y reforzando la creencia de que puede sacar adelante su propia vida. Demos la oportunidad de que sean ellos mismos quienes expongan los argumentos a favor de recuperarse, centrémonos en lo que les preocupa y recalquemos que son ellos quienes tienen la opción y la responsabilidad de comprometerse con su tratamiento.
En este proceso podemos ser la compañía que les ayude a tomar conciencia de sus capacidades, habilidades, de su progreso. A nutrirse de cosas que le hagan bien a nivel mental, emocional y físico para desarrollar fortalezas que le ayuden a vencer la enfermedad. Es esencial para la recuperación de nuestro hija o hijo tener calma, compasión, coherencia, cariño, comunicación y contacto con ellos y el exterior.
Maximicemos la alegría de las cosas cotidianas, valoremos, disfrutemos y agradezcamos la belleza que nos rodea. Tengamos presente que es un proceso que no es lineal y muchas veces vamos a querer abandonar la lucha, pero recordemos que ningún paciente (en este caso nuestro ser querido) debe quedarse sin tratamiento, no nos demos por vencidos. Hay buenas noticias, la recuperación es posible.
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