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¿Te encanta el arte y la oración? ¡Entonces la «visio divina» es lo tuyo! Descubre de qué se trata

Hace un par de meses, inicié una cuenta en Instagram para compartir ilustraciones con temática espiritual y algunas meditaciones.

Con el paso de las últimas semanas, fui comprendiendo mejor cómo el arte puede ayudarnos ¡y mucho! en el camino de la contemplación.

Por eso, hoy quiero compartirte algo que fui entendiendo mejor: la «visio divina». Quizás estés pensando que he cometido un error, y he querido referirme a la «Lectio divina», un término que quizás te sea un poco más familiar. Pero no.

La «Lectio divina» nos invita a rezar a partir de la lectura de la Palabra de Dios. Podemos leer pasajes del Evangelio y preguntarnos qué nos dice Dios a partir de ellos, y qué le respondemos.

Pero la «visio divina», «visión divina», o «mirada divina» nos invita a rezar con los ojos. Es un camino que nos puede ayudar para aprender la oración de contemplación.

Antes de hablarte de eso, quiero hacer unas pequeñas aclaraciones y darte un poco de historia (sin aburrirte, no te preocupes).  

1. La belleza natural para llegar a la belleza real, a Dios

Dios es la fuente de todo lo que es bueno, bello y verdadero. Si vemos una hermosa flor, si nos sentimos arrebatados al admirar un hermoso paisaje o si simplemente contemplamos en silencio un atardecer, estamos admirando algo bello.

Una «pequeña belleza» que es un reflejo pequeño e imperfecto de la absoluta belleza.

Todo lo que vemos a nuestro alrededor, que tenga un mínimo de belleza, nos habla —aunque imperfectamente— de Dios.

Por eso, cuando vemos un cielo que combina mil colores al atardecer o de pronto estamos en la cima de un cerro sobrecogidos por tanta inmensidad, podemos pensar:

«¡Qué grande es Dios, que ha creado todo esto!» o «Tiene que existir Alguien que haya creado todo esto».

2. El arte, la belleza y Dios

«El tema de la belleza es propio de una reflexión sobre el arte. Ya se ha visto cuando he recordado la mirada complacida de Dios ante la creación. Al notar que lo que había creado era bueno, Dios vio también que era bello», apuntó san Juan Pablo II.

El arte, por contener en sí algo bello, es, por eso, un medio para llegar a la experiencia de Dios. Por eso el Papa Juan Pablo II también escribió:

«El artista, cuanto más consciente es de su don, tanto más se siente movido a mirar hacia sí mismo y hacia toda la creación con ojos capaces de contemplar y de agradecer, elevando a Dios su himno de alabanza».

3. El arte como camino para hacer a Dios accesible para todos

Yo soy paraguaya. El primer santo de mi país fue san Roque González de Santacruz. Un misionero que, junto a otros compañeros, fue mártir.

Se lo representa sosteniendo un cuadrito de la Virgen de Guadalupe porque, para evangelizar a los pueblos indígenas, él llevaba una pintura de nuestra Madre.

Claro, los nativos no hablaban español o recién lo comenzaban a aprender. Pero, al ver a la Santísima Virgen, quedaban prendados de su belleza y se convertían al catolicismo.

Los vitrales en las catedrales e iglesias antiguas cumplían este mismo objetivo: evangelizar a personas analfabetas, contándoles sobre la historia de la salvación o de las vidas de los santos a partir de imágenes.

Hoy en día, el arte puede seguir cumpliendo esta función. El Catecismo nos dice:

«El arte sacro es verdadero y bello cuando corresponde por su forma a su vocación propia: evocar y glorificar, en la fe y la adoración, el misterio trascendente de Dios, belleza supereminente e invisible de verdad y de amor».

Y que «lleva al hombre a la adoración, a la oración y al amor de Dios Creador y Salvador, Santo y Santificador».

4. Una aclaración

Dios no es la imagen, ni está «contenido» en un ícono, un fresco o un cuadro, pero puede hablarnos a través de esas imágenes. Estas pueden llevarnos a meditar en algunas verdades, pueden movernos al diálogo con el Señor.

Henri Nouwen, por ejemplo, escribió un bellísimo libro («El regreso del hijo pródigo») a partir de numerosas meditaciones que durante años ocuparon su oración, a partir de la contemplación de un cuadro de Rembrandt sobre esta escena del Evangelio.

¡Te lo recomiendo! No solo por su gran contenido espiritual, sino porque verás cómo una pintura puede despertar tantas emociones, tantas oraciones.

5. «Visio Divina»: algunos consejos prácticos

Quizás quieres empezar a rezar de esta manera, y te preguntas cómo. Te daré algunos consejos, pero estoy segura de que, con el tiempo, tú encontrarás tu propio lenguaje, una manera muy propia y muy íntima entre tú y Dios.

— Como en todo rato de oración, busca un lugar silencioso o donde puedas rezar tranquilo. Si puedes ir a una capilla o templo, ¡siempre es mejor!

— Si logras rezar en una capilla o templo con un Sagrario, ¡quédate cerca de Él! Podrás alternar miradas entre la imagen que contemplas, y a Jesús Sacramentado, oculto en el Tabernáculo. Aunque no «logres» rezar, el intercambio de miradas ya será una oración.

— Como iniciarás un rato de oración, puedes hacer primero la señal de la cruz o pedir al Espíritu Santo que te ayude, ilumine y guíe. Si conoces alguna oración introductoria, puedes comenzar con ella.

— Mira el cuadro o imagen sobre el cual has querido meditar. ¿Te dicen algo los detalles?, ¿la mirada de un santo?, ¿te recuerda a alguna escena del Evangelio?

— Piensa ahora: ¿Qué te dice ese momento?, ¿dónde te ubicarías tú?, ¿quién eres en esa escena?, ¿qué harías tú en esa escena?

— Respóndete: ¿Sientes algo?, ¿qué sientes? Cuéntaselo a Dios. Háblale a Él de lo que llevas en el corazón. Y cuéntale por qué, al mirar esa pintura, has sentido o recordado esa emoción.

— En otros momentos, puede ayudarte mirar la imagen que contempla y preguntarte cómo la describirías.

¿Cuál crees que es el tema principal de esa pintura?, ¿amor, misericordia, esperanza, dolor…? Háblale a Dios de lo que te trasmite. Puedes meditar en ello: en el amor de Dios, en su misericordia, en sus promesas…

— Tómate unos minutos para reflexionar: ¿crees que Dios intenta decirte algo a través de esa imagen?, ¿qué cosa?, ¿y qué le dirías Tú?

— Te recomiendo tener una agenda o cuaderno cerca, puedes apuntar las luces, ideas o propósitos que Dios te comunica en tu oración.

Recomendaciones finales

— Lo más importante es mirar a Dios. No con los ojos de la carne, que están observando una pintura, sino con los ojos del corazón, que es el que habla con Él. De eso se trata finalmente la visio divina.

— No existe la «oración perfecta» en términos de técnica. La perfección no está en seguir una serie de pasos, lograr ciertas reflexiones bien escritas o no distraerte durante un tiempo determinado.

La perfección que Dios te pide está en el amor. No el de las mariposas en el estómago, sino el que se evidencia porque vas viviendo una relación más cercana e íntima con Él.

Porque le amas con el corazón y con la voluntad, le tratas como a una persona e intentas tenerle presente en tus días, tus actividades, tus decisiones, etc.

— No te desanimes si hay veces en las que sientes que Dios «no te dice nada». Tú, ¡persevera! Aunque no le «sientas», Él actúa. Habrá veces, en las que te hablará.

Y si no te habla, igual obrará en tu corazón y en tu vida, para ayudarte en tu camino hacia la santidad.

Si eres catequista o realizas algún tipo de apostolado, puedes compartir estos consejos y recomendaciones ¡y ayudar a más personas a rezar!

Dinos en los comentarios qué opinas, ¿habías escuchado hablar de la visio divina?, ¿te sientes identificado con esta forma de oración?

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