Francisco C. De La Torre
Washington — Cuatro meses después de regresar a la Casa Blanca, el segundo mandato de Donald J. Trump muestra más señales de desgaste que de renovación. Lo que debía ser una etapa de redención y reivindicación histórica ha comenzado como una administración atrapada en contradicciones, reacciones impulsivas, errores de cálculo y un entorno global que no responde a la narrativa del líder que “resuelve todo en 24 horas”.
Prometió grandeza, pero su presidencia parece avanzar marcha atrás.
En abril, Trump anunció un nuevo paquete de aranceles que abarcó no solo a China y México, sino también a Canadá, la Unión Europea, e incluso productos procedentes de la lejana Isla McDonald —una isla deshabitada del océano Índico, hogar exclusivo de pingüinos y custodiada por Australia. Fue una declaración de guerra comercial sin distinciones.
El mercado reaccionó como era previsible: pánico. El S&P 500 se desplomó más del 12 % en una semana, los bonos del Tesoro perdieron valor, y el dólar cayó frente al euro y el yuan. Las advertencias de grandes empresas estadounidenses no se hicieron esperar. Walmart, Apple, General Motors y cámaras empresariales de casi todos los sectores presionaron públicamente para detener la medida.
Trump, ante la tormenta, dio marcha atrás. Suspendió parte de los aranceles y dejó en suspenso otras medidas. Fue una rendición parcial ante la realidad económica, pero una grieta en su narrativa de inflexibilidad.
Intentando recuperar control y proyectar poder, Trump viajó al Golfo Pérsico. En Riad y Doha firmó acuerdos de inversión y posó junto a ejecutivos tecnológicos como Elon Musk y Sam Altman. Pero no visitó Israel ni ofreció soluciones concretas para las guerras de Gaza o Ucrania, pese a haber prometido que ambas terminarían “rápido, muy rápido”.
El único momento verdaderamente sonado fue la aceptación de un avión Boeing 747-8 de lujo, obsequiado por la familia real de Qatar. Trump lo presentó como un “regalo eficiente” para ahorrar dinero a los contribuyentes y reemplazar temporalmente al Air Force One. Las críticas no tardaron: ética, legalidad y simbolismo fueron duramente cuestionados por expertos y exdiplomáticos. “¿Qué presidente moderno había aceptado semejante regalo personal mientras negocia política exterior?”, advirtió un analista en Foreign Policy.
El equipo que rodea a Trump en esta nueva etapa está compuesto, en su mayoría, por figuras sin experiencia relevante, pero con historial de lealtad ciega al presidente. Algunos fueron portavoces de teorías conspirativas del fraude electoral en 2020. Otros participaron en actos previos al asalto al Capitolio. Lo que une a todos es su dependencia del favor presidencial, no sus credenciales técnicas.
Casos recientes de filtración de operaciones militares en Yemen y fallas de coordinación con agencias clave han encendido alarmas dentro y fuera del Congreso. No es solo una presidencia sin visión estratégica: es una administración sin operadores profesionales.
El verdadero desafío político ya está en el calendario: las elecciones intermedias de noviembre de 2026. La mayoría legislativa republicana está en riesgo, y la popularidad del presidente ha comenzado a erosionarse, incluso en estados donde fue clave en su regreso: Georgia, Wisconsin, Pensilvania y Arizona.
Su discurso incendiario y polarizante moviliza a sus bases, pero también reactiva a una oposición que se reorganiza. Los demócratas se preparan para usar cada error de esta nueva administración como prueba de que Trump sigue siendo el mismo: errático, reactivo y centrado en su imagen personal.
A sus 79 años, Trump gobierna con menos margen de maniobra, bajo mayor escrutinio y con una narrativa mundial en contra. El desgaste se nota no solo en los mercados y la política exterior, sino también en su lenguaje corporal, en la falta de logros tangibles, y en una Casa Blanca que parece operar en modo reactivo más que ejecutivo.
El mundo observa con creciente inquietud. ¿Durará Trump los cuatro años? ¿Tiene la disciplina, el equipo y las condiciones para lograrlo? La pregunta es legítima. Lo único claro hasta ahora es que su regreso al poder ha comenzado… sin rumbo.
Éste artículo fue elaborado por www.aimworld.ai con el apoyo de IA