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Vecinos de Saavedra donaron alimentos a los recicladores urbanos de la cooperativa El Correcamino

1oo días adentro se llama un ensayo o un hilo en Twitter hecho por el periodista Alejandro Seselovsky y la fotógrafa Natalia Moreno Casco, vecinos de Saavedra.

“Llevamos 100 días de cuarentena, 10 años de casados, 35 de conocernos.

Este tiempo nos dejó adentro, y adentro estaba la casa. Fue volver a mirarla.

Ella hizo la fotos. Yo, los epígrafes”, sintetizó Seselovsky en redes sociales.

En diálogo con Saavedra Online, el periodista comentó que ambos viven en una casa de la calle Plaza, frente a las vías, a pocas cuadras de la avenida General Paz. “Lo más difícil fue elegir las fotos que quedaron afuera”, destaca.

Seselovsky es autor de los libros “Cristo llame ya. Crónicas de la avanzada evangélica en la Argentina” y “Trash, retratos de la Argentina mediática”. Escribió en Orsai, Anfibia, Rolling Stone, entre otros.

Moreno Casco es fotógrafa y es parte del grupo Misapekas, que publica crónicas sobre deporte.

Con @natmorenocasco llevamos 100 días de cuarentena, 10 años de casados, 35 de conocernos

Este tiempo nos dejó adentro, y adentro estaba la casa

Fue volver a mirarla

Ella hizo la fotos. Yo, los epígrafes

“1oo días adentro” se llama este hilo pic.twitter.com/IOemnH9mjU

— Alejandro Seselovsky (@Aseselovsky) June 28, 2020

El hilo completo:

Una hormiga camina por la pared. Sin nido. Un punto móvil de negrura en la inmensidad de un desierto ALBALUX lavable. ¿Qué hace ahí, encerrada en la llanura de su salitral? Le cabe, a esta hormiga, un Calamaro: no está sola, de verdad / la acompaña su propia soledad.

Viví hasta los 27 en un tres ambientes debidamente entibiado por la alfombra y la loza radiante. Nadie aprende a llevar zapatos en un departamento así. Tengo 49 y sigo girando en patas buscando volver a la primera moquette.

Escribe María Moreno: “Enrique Raab podía ser anfibio y cubrir tanto la revolución de los claveles en Lisboa como las ofertas de verano en Radiolandia 2000. ¿Por qué no hay un mito de Enrique Raab?”. Tengo un Playmobil lámpara en el escritorio que sabe dónde iluminar.

Hola, ma. Te moriste y me dejaste tu carterita.

Tenía 11 cuando la vi pasar por el barrio, calle Laprida entre Mansilla y Paraguay. Ahora duermo acá con ella. Es un historión, el que tenemos, al que no le falta ni pena ni majestad. Después de esta foto sólo queda una cosa por hacer. La cama.

Sobrio, el tiempo se escucha. El whisky entrega su manto de silocaína y te abraza como tu vieja con el toallón. Te afilia. Sabe lo que te pasa con las simetrías y que los ángulos rectos te tranquilizan. Irá con vos cuando le des intestino a un mundo que se está prendiendo fuego.

Por la suyas el brote se hizo un lugar desde el cemento. Atrevido, el brote, naciendo del concreto. ¿Quién te dijo que podías, che? Nadie se lo dijo. El brote nomás brotó y nos convenció de no arrancarlo el esplendor de su soberanía. Ahí va, un monarca de sí mismo.

El oleaje, como el rumor, es un sujeto sin principio. Solo llega. Entonces crece y se hace ola y rompe frente a la orilla del lente. Océano de dos plazas, obstinación pendular de la marea. El sol es un surfer triunfal sobre la cresta reventando de luz en el alto de la espuma.

Compramos esta muñeca cuando llegamos a esta casa, enero 2012. Había que entrar salpicando. Ocho años después, sigue ahí, permanecida. No le faltan obstáculos, las arañas le tejen encima todo el tiempo, literalmente también. Pero hay algo en ella que se parece a la determinación.

¿Qué vamos a hacer con toda esta felicidad? ¿Cómo vamos a escribir su cotillón? La derrota del punto ciego desestribilla la letra viva del dolor. En cambio, el sol te dicta su jingle y le quita intemperie a la terraza. Lo elegimos igual porque allá afuera es nuestro claustro.

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Ciudadano por México

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