Andrés Manuel López Obrador, Presidente de los Estados Unidos Mexicanos para el periodo 2018-2024, ha decidido despachar en las oficinas asignadas al Presidente de la República en el Patio de Honor de Palacio Nacional, pero eso, como cada seis años, suscita una pregunta de la mayor trascendencia: ¿Quién ocupa la oficina situada en la otra esquina del histórico edificio, es decir, el despacho reservado para el secretario de Hacienda y Crédito Público tiene la capacidad para moderar los posibles excesos populistas del Presidente? La experiencia nos ha enseñado que México puede salir indemne de las locuacidades y excesos de un Presidente de la República ególatra, poco avezado en cuestiones económicas y financieras, hiperactivo, etcétera, siempre y cuando éste designe a un secretario de Hacienda competente, ortodoxo, con buena formación académica, experiencia en las materias de su encargo y cierto prestigio internacional. Y que, claro está, esté dispuesto a respetar sus decisiones técnicas y profesionales, aunque estas limiten sus afanes populistas en busca de las efímeras glorias de los aplausos y los vítores.
Basten algunos ejemplos: José López Portillo, locuaz y autócrata como pocos, hasta sus lamentables y perrunos excesos finales, no hizo aún más daño porque tuvo en Hacienda el formidable contrapeso de David Ibarra Muñoz, economista de gran destreza matemática, ortodoxia económica incuestionable y autoridad moral por su honestidad a toda prueba. Tuve el privilegio de formar parte de su equipo gracias a los buenos oficios de Óscar Levín Coppel y ahí conocí a amigos que de muchas maneras habrían de ser decisivos para mi desarrollo posterior como profesional y como persona. Entre ellos deseo mencionar a su señora esposa, Olga Cardona de Ibarra, a Pedro Aspe Armella, quién después habría de ocupar el famoso despacho de José Yves Limantour, Heriberto Galindo Quiñones, Raymundo Zaleta Rocha y José Luis Carranco, entre otros. A David Ibarra debo el apoyo para ir, por primera vez, a Harvard a obtener una Maestría en Administración Pública. Desde aquí le reitero mi permanente gratitud y mi admiración.
El segundo ejemplo que me viene a la memoria es el de mi amigo y paisano, el presidente Vicente Fox Quesada. A lo largo de su campaña lo acompañó, en calidad de asesor económico, Luis Ernesto Derbez Bautista, hoy dignísimo rector de la Universidad de las Américas en Puebla. No dudo que hubiera sido un buen secretario de Hacienda, pero mis contactos de Harvard, el Banco Mundial y otros de la banca internacional me enfatizaban la necesidad de que los riesgos y la incertidumbre inherentes a la primera alternancia tras décadas de hegemonía priísta hacían aconsejable la presencia, en la oficina principal de la esquina izquierda de Palacio Nacional, de un economista y financiero de mucha mayor envergadura y prestigio internacional. Por fortuna, y con la ayuda de los buenos oficios de Marta Sahagún de Fox, Francisco Gil Díaz aceptó el encargo. “Paco”, como le gusta que lo llamen sus amigos y alumnos, habrá de ser recordado como uno de los mejores secretarios de Hacienda que ha tenido México.
Ahora, en el inicio de una dramática alternancia hacia la izquierda, encabezada por el Presidente López Obrador, por fortuna para su causa y para México, cuenta, en su gabinete, como ocupante de la decisiva oficina de “la otra esquina”, con un economista competente y con credenciales académicas y profesionales inmejorables. Me refiero a Carlos Manuel Urzúa Macías, quien nació el 9 de junio de 1955 en Aguascalientes. Obtuvo una licenciatura en Matemáticas por el Tecnológico de Monterrey, una maestría en Matemáticas por el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav) del Instituto Politécnico Nacional (IPN), así como una maestría y un doctorado en Economía por la Universidad de Wisconsin, en Estados Unidos.
Urzúa es investigador nacional en su nivel más alto (III en el SNI) desde 2004, así como miembro de la Academia Mexicana de Ciencias desde 2007. Ha publicado ocho libros de economía, tres como autor y cinco como editor, así como dos libros de poesía. Urzúa es autor de un buen número de artículos científicos. Aparte de sus investigaciones teóricas, las investigaciones de Urzúa que han versado, en particular, sobre la economía mexicana son muy variadas. Éstas abarcan temas tan diversos como la política del gasto público, los impuestos y la competencia económica, hasta asuntos como la pobreza en México, el federalismo fiscal e historia económica. En su carácter de servidor público, Urzúa fungió como secretario de Finanzas del Gobierno del Distrito Federal durante el periodo 2000-2003. Además, en su carácter de académico, fungió como director fundador de la Escuela de Graduados en Administración Pública del Tecnológico de Monterrey, Campus Ciudad de México, de 2003 a 2013. Fue profesor-investigador de El Colegio de México durante el periodo 1989-2000 y, además, profesor visitante en una decena de universidades nacionales y extranjeras, destacando, entre estas últimas, las universidades de Georgetown y Princeton. Urzúa ha sido, además, consultor, en repetidas ocasiones, para el Banco Mundial, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y la Organización de Cooperación y el Desarrollo Económicos, así como consultor privado para varias empresas mexicanas en materia de comercio internacional. Actualmente, Urzúa es profesor titular del Tecnológico de Monterrey. La trayectoria académica y profesional de Urzúa lo hace idóneo para ocupar la SHCP en el gobierno de AMLO. Su gran reto es lograr que, como Presidente, López Obrador respete las limitaciones al gasto público necesarias para preservar la estabilidad y el crecimiento de la economía nacional. Hasta ahora, con gran talento y discreción, parece estarlo consiguiendo, y así lo refleja la aparente estabilidad del tipo de cambio, a la cual, sin duda, también contribuye la cuidadosa ortodoxia del Banco de México. De igual manera lo demuestra la actitud optimista mostrada, hasta ahora, por los grandes inversionistas nacionales y extranjeros. No obstante, el reto para Urzúa es el de un maratonista, no el de un atleta de distancias cortas. El buen desempeño de la economía mexicana dependerá, en los próximos meses y años, de que no desmaye. No es un reto menor. Le deseo y auguro éxito cabal.
alzati.araiza.fausto.phd@gmail.com
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