La sociedad se encuentra en estado de indefensión ante el embate de la delincuencia. La violencia criminal crece en una escalada exitosa, en donde las instancias de seguridad y justicia han sido rebasadas o canceladas en gran parte del territorio nacional. El portafolio de actividades delincuenciales se ha ampliado. Los secuestros, extorsiones, homicidios dolosos, bloqueos, quema de autos, ataques con drones, tráfico de drogas, trata de personas, saqueos de inmuebles, control de actividades productivas, comerciales, de transporte y de servicios públicos vía derecho de piso, imposición de cuotas para inmigrantes, por propiedades o actividades de la construcción, o diversos oficios, profesiones, robo a recursos públicos, y lo que se les ocurra en cada lugar del país. La autoridad gubernamental juega el papel de un observador, es cómplice por omisión, por temor o porque está de acuerdo con los delincuentes. Con ese proceder, el gobierno abandona a la sociedad, la deja en estado de indefensión, impide la certidumbre de la convivencia social, distorsiona y socava el orden jurídico, atenta contra el estado de derecho. Su colaboracionismo será un boomerang que lo golpeará a sí mismo. El dolor que las familias de las víctimas han tenido no para, la inseguridad y violencia a las que han sido sometidas, genera coraje, impotencia y convoca a realizar justicia por propia mano, ante la política de avestruz del gobierno. Los tiempos de espera, de paciencia y prudencia social, han calentado los ánimos, a punto de emprender acciones en contra de quienes los hostigan, amenazan y lastiman cotidianamente. Todos saben el por qué, el cómo están las cosas, en quienes son los culpables y los responsables en tiempo presente, conocen el abuso y viven cotidianamente la violencia criminal. Poco a poco se gestan las ideas del ya basta, del no entender a la omisión de la autoridad, a la toma de decisiones por defender la vida propia, las familias, los trabajos, la actividad productiva, la movilidad social y quitarse el abuso, romper el círculo vicioso de componendas, controles absurdos e ilegales y corruptelas entre la delincuencia y los gobiernos. La pradera está seca, una chispa la puede incendiar. Lo mismo en Guerrero, Michoacán, Guanajuato, Chiapas, Tabasco, Veracruz, Tabasco, San Luis Potosí, Zacatecas, Estado de México, Jalisco, Sinaloa, Tamaulipas o Nuevo León, donde hay casos dolorosos y de sobra conocidos. La pérdida de gobernabilidad y de la gobernanza es visible, todos los días hay eventos de corte narcoterrorista, de pérdida de vidas, ante la indiferencia irresponsable de los tres niveles de gobierno. La única certidumbre que crece, es que la delincuencia controla, domina, le va ganando al gobierno, a las fuerzas armadas, a la guardia nacional, a las policías locales, a jueces y fiscales y claro, los que pierden son mujeres y hombres de carne y hueso, en comunidades, barrios, calles, colonias, municipios y entidades de todo el país. Resuenan las palabras: hasta cuándo Catilina abusarás de nuestra paciencia.
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