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Open Arms: A las puertas de Europa | Opinión | EL PAÍS

La primera fase de la agonía de las 107 personas que quedan a bordo del barco Open Arms parece que llega a su fin. Esto solo ha sido posible gracias a sendas resoluciones judiciales en España y en Italia que han obligado a reaccionar a unos Gobiernos más pendientes de la política doméstica que de sus obligaciones internacionales. Comienza ahora una larga travesía legal para ellos donde podrán solicitar el asilo en el país donde vayan a ser reubicados, o donde, en caso contrario, se les incoara una orden de expulsión tras el plazo correspondiente al permiso por razones humanitarias, en el caso español 45 días.

La cuestión de fondo es mucho más grave, ya que no existe la determinación firme por parte de los Gobiernos de los Estados Miembros de apostar por una estrategia que aborde la migración como un fenómeno estructural y no coyuntural, y para ello es necesario ser consciente de su inevitabilidad en el contexto de globalización en el que vivimos y dejar de intentar arreglar situaciones extremas en función de acuerdos adoptados deprisa y corriendo que a lo único que llevan es a la utilización partidaria de una cuestión tan sensible como está.

Quizás el caso italiano, con Salvini, sea el esperpéntico modelo en el que observar la deriva que han ido tomando las políticas europeas favoreciendo la criminalización de la ayuda, hasta el punto de acusar a las organizaciones del tercer sector de ayudar al enriquecimiento de las mafias, algo que Naomi Klein ha denominado la teoría del shock, que no es otra cosa que la difusión de rumores falsos que preparan a la ciudadanía para la progresiva implantación de medidas restrictivas.

Para evitar este uso partidario, es fundamental que los líderes europeos, que tienen la competencia en la materia, pongan la suficiente voluntad política para diseñar una política migratoria común que sea capaz de abordar esta cuestión de forma estructural. La externalización, la criminalización y la militarización de las fronteras es obvio que no solo no acaban con la migración, sino que, además la convierten en una cuestión política que se utiliza con fines utilitarios.

Es fundamental, por tanto, trabajar desde una perspectiva de derechos humanos con una aproximación integral de la cuestión migratoria desde origen, tránsito y destino de las personas en movimiento, evitando la adopción de medidas coyunturales que, en muchas ocasiones, no llevan si no a contradicciones como las del Gobierno español. Entre otras cuestiones, es imprescindible, por un lado, coordinar políticas comunes en el marco europeo con el objetivo de obtener una política coherente que en lugar de generar problemas los solucione. Y todo ello teniendo siempre muy presentes las experiencias y prácticas del pasado, para no adoptar medidas que no han dado los resultados esperados en la gestión de unos flujos ordenados, pero en las que nuestros Gobiernos reinciden una y otra vez. Y quizás el ejemplo más ilustrativo sea Libia.

Ruth Ferrero-Turrión es profesora de Ciencia Política de la Universidad Complutense de Madrid. Artículo elaborado por Agenda Pública para EL PAÍS

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