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Asfixia la falta de tolerancia

 

“Vengo de una familia que simpatizó con la revolución rusa; que creyó en un socialismo con libertad. Stalin acabó con ese sueño”, afirma el escritor. 

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Roberto Zamarripa

Cd. de México (28 noviembre 2021).- Enrique Krauze (Ciudad de México, 1947), entra por la izquierda.

“Vengo de una familia que simpatizó con la revolución rusa; que creyó en un socialismo con libertad. Stalin acabó con ese sueño”.

Habla a propósito de su reciente libro “Crítica al poder presidencial”, una compilación de 13 ensayos que recorren medio siglo en sexenios anudados, como él insiste, con la cuerda común de “una propensión a usar de una manera excesiva, legal y extralegal, el poder”.

Y habla de su obsesión: la democracia y el voto como derecho irrenunciable para esculpirla.

“Estuve cerca de un liberal puro, Don Daniel Cosío Villegas, quien creyó brevemente en la revolución cubana, nunca simpatizó con la Unión Soviética, pero se decepcionó muy pronto con la deriva comunista cuando el David latinoamericano se acercó al Goliat soviético. Al mismo tiempo, este liberal jamás dejó de criticar a Estados Unidos. Octavio Paz siempre fue socialista liberal, pero socialista. Por eso siempre quiso entablar un diálogo con la izquierda.

“El diálogo que quiso entablar, el ideal del socialismo, de hablar con socialistas demócratas, pluralistas, respetuosos de la diversidad, demócratas. Eso es lo que hubiera querido mi abuelo y don Daniel. Eso que siempre quisimos en la revista Vuelta, que siempre buscamos en Letras Libres, se está dando ahora.

“Veo a muchos escritores, académicos, intelectuales, que se identifican con Roger Bartra, un marxista verdaderamente serio”.

-Con quien polemizaste

-Con el que polemicé y luego he tenido más convergencias que divergencias.

Con el cual me siento muy cerca; un hombre como él. Hay muchos como él, más jóvenes. ¿Por qué? Porque advierten que el siglo 20 nos dejó ciertas lecciones que había que aprender: que el camino no estaba en Cuba ni en Venezuela ni en la Unión Soviética ni en China. El camino era la búsqueda de una sociedad más justa no por la vía neoliberal, pero si por la vía de una libertad económica con responsabilidad social. Todo enmarcado en la democracia liberal y en sus instituciones.

Hay toda una generación de autores, académicos, intelectuales, de comentaristas, ciudadanos, sobre todo de mujeres que entienden que es posible un México que conjunte los mejores ideales. Y esa posibilidad de construcción no pasa por un gobierno autocrático. Tiene que ser el resultado de un arreglo democrático real, que incorpore, no que excluya; que acepte, no difame a las voces disidentes.

Apela Krauze a la tolerancia.

“Tolerancia es la palabra más importante de todas. Tolerar que no quiere decir soportar, aguantar. No. Tolerar que quiere decir la capacidad de escuchar al otro, para entonces tener el derecho de que el otro te escuche. Escuchar, tolerar.

“Estoy hablando de una civilidad democrática que angustiosamente nos está hacien
do falta en México y cuya ausencia nos está asfixiando”.

Chihuahua, ida y vuelta

A principios de los ochentas México vivía un presidencialismo omnímodo, una oposición mínima y una emergencia social vibrante. Pero sobre todo una insurgencia electoral en el norte: Sonora, Nuevo León y, primordialmente Chihuahua.

Krauze escribe en 1984 “Por una democracia sin adjetivos” donde dice que “la democracia no es la solución a todos los problemas sino un mecanismo -el menos malo, el menos injusto- para resolverlos”.

Y de los intelectuales refiere su falta de independencia “la prenda fundamental para servir democráticamente a la sociedad y no orgánicamente al Estado”.

Irrita a los estatólatras del gobierno y la izquierda y anima a los promotores de la democracia de todos los signos. En 1986 el fraude electoral en Chihuahua que encumbra al priista Fernando Baeza desata una crisis nacional.

La encabezan los panistas, la derecha política, que postularon a Francisco Barrio. Y Luis Héctor Álvarez, entonces alcalde de Chihuahua, se fue a huelga de hambre en reclamo del respeto al voto de los chihuahuenses. Se suma Francisco Villarreal Torres, un empresario de voz ronca, parecido a un tackle de futbol americano, bragado y retador.

El movimiento político avanza con un inusitado impulso intelectual.

El 24 de julio de 1986 se publica un desplegado firmado por un abanico de pensadores entre otros Héctor Aguilar Camín, Fernando Benítez, José Luis Cuevas, David Huerta, Enrique Krauze, Lorenzo Meyer, Carlos Monsiváis, Carlos Montemayor, Octavio Paz, Elena Poniatowska, Ramón Xirau, Gabriel Zaid donde piden el respeto al voto y la anulación de los comicios chihuahuenses.

“Votar tiene sentido: más sentido que la abstención o la violencia”, firmaban.

La izquierda política, minúscula en Chihuahua, era representada por el profesor Antonio Becerra Gaytán, hombre de sonrisa fácil, veterano dirigente del Partido Comunista Mexicano en la entidad.

El 2 de octubre de 1969 fue secuestrado por la policía y, él asegura, llevado al Campo Militar Número 1. Lo rescató un movimiento amplio de repudio y hasta el PAN de Chihuahua le apoyó. Por eso cuando la protesta electoral panista de 1986, Becerra, un demócrata irredento, se suma como uno más, desde la izquierda.

Escribió Krauze entonces en su ensayo “Chihuahua, ida y vuelta”: “pienso en la fuerza electoral que tendría la izquierda mexicana con uno, dos, mil Becerras”.

-Cierras el ensayo de Chihuahua con un elogio de un hombre de izquierda, el comunista Antonio Becerra.

-Ah, un hombre que recuerdo con inmenso afecto.

-¿Por qué en el epílogo elogias a Becerra cuando los protagonistas eran los panistas? ¿A la luz de hoy, qué significado tiene?

-Me emocionó conocer a Antonio Becerra. El ensayo lo escribí en 1986. Yo quería que la izquierda mexicana llegara al poder; que la alternancia fuera hacia la izquierda hacia una izquierda democrática porque yo vengo de una familia judío-europea socialista e igual que Octavio Paz, mis interlocutores naturales, con quienes me interesaba debatir estaban en la izquierda.

Queríamos resaltar que allí a través del voto estaba el camino para que la izquierda dejara atrás sus mitos revolucionarios, sus dogmas, su apego a la Unión Soviética, a China, a Cuba, a Castro, al Che Guevara y confiara por primera vez en la vía de los votos.

Me sorprendió y me entristeció que un sector de la izquierda reaccionara en contra del ensayo “Por una democracia sin adjetivos” y lo atacara diciendo que volvía al ideal anacrónico de la democracia formal y burguesa.

No obstante en el Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT) en la corriente de Heberto Castillo, con Eduardo Valle “El Búho”, por ejemplo, o con algunos veteranos del 68 como Tomás Cabeza de Vaca, esa idea gustó.

Y esto no lo he contado: en el 85 muy pronto dentro del propio PRI que comenzaba ya a despertar en una corriente democrática, empezaron a tomar en serio la idea de esa transición.

No era una idea original; era la idea maderista. Había que tomar en serio la democracia, los votos y nunca olvidaré que fue Adolfo Gilly, intelectual troskista, un historiador magnifico y un hombre con el que yo había polemizado a principio de los ochentas, al presentar el libro “Democracia sin adjetivos” dijo: ‘creo que ha llegado la hora de probar la modesta utopía que propone Enrique Krauze'”.

Entonces yo vi, para redondear la respuesta en Becerra Gaytán, este hombre fuerte, bronco de Chihuahua, de ese estado que tiene vocación de autonomía, independencia y de libertad, vi en ese hombre claramente representando a una izquierda que seguía desde luego preocupada centralmente por problemas sociales de México, pero que entendía la importancia de la pluralidad y la democracia y por eso todo Chihuahua fue un experimento que llevó a que escribiera “Chihuahua, ida y vuelta” y que llevó al fraude electoral de 1986 y a la protesta que hicimos por primera vez un grupo de intelectuales, protesta que tuvo su impacto internacional para advertir al mundo que México tenía la asignatura pendiente mas importante con la historia que era la transición a la democracia”.

Plenitud del poder

-¿Qué signos comunes encuentras en los comportamientos presidenciales de López Portillo a López Obrador?

-Siempre hay una propensión a usar de una manera excesiva, legal y extralegal, el poder. El poder tiende siempre a expandirse, siempre tiende al uso y abuso.

Lo que ocurre es que ese poder excesivo en la persona del presidente que señaló antes que nadie Daniel Cosío Villegas en decenas de artículos, en libros y que fue la preocupación central de su vida en sus últimos años, esa concentración del poder en la persona del presidente, se dio de distintas maneras en el siglo 20 y 21.

En José López Portillo indudablemente se reflejó en una soberbia, arrogancia, irresponsabilidad. En un autoritarismo apenas velado en el caso de De la Madrid, que pudo haber facilitado el tránsito de México a la democracia y en vez de eso lo que facilitó fueron fraudes electorales.

Y en el caso de Carlos Salinas sin duda alguna fue un Presidente marcadamente autoritario que soñó en una permanencia del poder de él y de su generación. Algo que me consta. En un momento pensaba en elegir entre ser Calles y ser Cárdenas y por supuesto, prefería ser Calles. La historia no se lo permitió.

Quizás una excepción a la regla es Zedillo porque después de todo propició la transición democrática desde que llegó a la presidencia. Me tocó verlo y me comentó que él tomaba en serio una democracia sin adjetivos y lo llevó a cabo.

Ya dada la alternancia del poder hubo de cualquier manera excesos, irresponsabilidades, abusos en el ejercicio del poder. Todos debidos a la cantidad de poder acumulado que de manera legal tiene el presidente. Tanto Vicente Fox como Felipe Calderón como Enrique Peña Nieto usaron y abusaron del poder de distintas formas; con irresponsabilidad, con necedad, con corrupción, con rampante corrupción.

Desde el 2018 estamos en una nueva etapa que es la de una vuelta a la concentración del poder que no se vivía desde tiempos de Echeverría, López Portillo y de Salinas mismo y de un ejercicio del poder que cada día se revela más en ciertas facetas autocráticas.

-Daniel Cosío Villegas decía que los intelectuales no gobiernan. Aunque sí aconsejan. Él en sus “Memorias” refiere sus diferentes encuentros con Echeverría en su casa y en Los Pinos. Hay una fascinación de los presidentes por escuchar a los intelectuales

Krauze tuerce los dedos de su mano izquierda para referir con el gesto que también a la inversa.

-La fascinación del poder de los intelectuales por dejarse oir por los presidentes

-Don Daniel se acercó a Echeverría con el objetivo no de amasar poder o de tener poder sino de tener la posibilidad de orientar a este hombre que parecía de buena fe, que parecía en efecto encabezar una apertura democrática.

Don Daniel tenía esa vocación de hacer algo por México y mira que hizo tanto. Sabía que quien de veras movía en esos tiempos al país era el poder y por eso vio con buenos ojos la primera etapa de Echeverría. Esos episodios cuando lo llamaba a Los Pinos y cuando Echeverría iba a su casa, esa cercanía duró poco.

Porque claro, don Daniel tenía una N de no en la frente y no tenía ningún límite para decir y escribir lo que pensaba. Esto naturalmente molestó a Echeverría y muy pronto se distanciaron y en 1974 Echeverría a través de Mario Moya Palencia (Secretario de Gobernación) financió un libelo difamatorio contra don Daniel llamado “Dany discípulo del Tío Sam”.

Un documento asqueroso que por cierto curiosamente publicaba un diario de un hombre depravado y lo hacia aparecer como de don Daniel ¿Sabes de quién era ese diario? De Carlos Denegri.

Fue una difamación que le dolió mucho a Cosío Villegas y me dijo que consideraba salir de México, pero luego reaccionó con valor, con entereza y escribió “El estilo personal de gobernar”, ese libro clásico que decía que Echeverría simplemente era un predicador y fue una crítica durísima a Echeverría. Más dura, en la medida en que Cosío Villegas había depositado confianza en él.

-En el ensayo “Idus de marzo” revelas tus pláticas con Salinas

-No. Con Salinas no. Con Colosio.

-Con Salinas y Colosio. Siguiendo con la referencia de Cosío sobre los intelectuales y los presidentes ¿Qué te dejó ese acercamiento a ti?

-Nunca busqué a Salinas ni tuve que ver con Salinas. Mis críticas a Salinas están en Proceso y La Jornada y aquí transcribí uno: “El prinosaurio”. No tuve relación mayor con Salinas. Al final de su sexenio, cuando estaba la sucesión, me invitó a hablar con él, porque estaba sondeando, no era únicamente conmigo, eran muchas personas, por dónde debería ir, aunque quizás ya tenia decidido; vete tu a saber, que iba a ser Colosio.

Y lo vi un par de veces y finalmente le dije que en general tenía una buena opinión de los que suenan, pero siempre fue mi crítica el hecho de que se bloqueara la reforma política. Eso lo tengo publicado.

A mí me pareció bien el TLC y en general la apertura económica de Salinas. Quienes ahora lo critican por eso son unos hipócritas porque el TLC está siendo reivindicado por el propio Presidente López Obrador.

No se me olvida ni nunca se me olvidará el autoritarismo de Salinas, el autoritarismo con el que trató al PAN y escribí en defensa del doctor Salvador Nava, en defensa del PRD y sus víctimas en Michoacán, en defensa del PAN en Guanajuato.

Me opuse siempre. Pero en efecto, lo vi. Me dices: ¿qué saqué? No saqué nada. Siempre es interesante observar al poder o al poderoso actuar, pero cuando me dices ¿qué saqué? ¿que aprendí?. Lo de siempre.

Que el poder lo que quiere es doblegar, supeditar, convencer por las buenas y por las malas y que la labor de un intelectual debe ser la crítica. Y por eso en 1996 publiqué “La engañosa fascinación del poder” y estaba dirigida a toda una generación de intelectuales que yo consideraba demasiada cercana al poder.

Desde luego habían estado excesivamente cerca de Salinas y en 1996 yo decía: aquí no hay más salida de lo que decía Daniel Cosío Villegas y Gabriel Zaid, sobre todo lo que pusieron en practica siempre que es criticar, criticar, criticar.

Autocracia

-Nunca un Presidente había acumulado tanto poder, poder que tiene y poder que ejerce, dices de Andrés Manuel López Obrador

-Estamos viviendo, objetivamente, un proceso que no es excesivo llamar autocrático. No estoy de acuerdo con esta regresión que supone con dar las obras públicas que se le han encomendado al Ejército. No estoy de acuerdo con la cancelación de facto de todos los instrumentos o mecanismos de transparencia, que son tan importantes para una democracia.

No estoy de acuerdo con el hostigamiento desde el poder a la prensa, a los críticos, sobre todo a los periodistas en un país donde ser periodista es una profesión de alta peligrosidad. No estoy de acuerdo con el acoso a las instituciones académicas cuyo sentido esencial es la libertad de cátedra, de enseñanza, de investigación, de pensamiento.

Como liberal no puedo estar de acuerdo con ninguna de esas cosas y aunque el Presidente se ostenta como liberal creo que con toda franqueza no lo es. Advierto que en sus discursos hay una palabra que aparece poco: es la palabra libertad.

Entiende la justicia social, entiende la lacra de la corrupción aunque no la ha combatido institucionalmente como debería; entiende la desigualdad y la miseria, entiende todo eso. Por entenderlo profundamente fue electo presidente. Lo que no entiende es la libertad.

Eso lo separa de uno de los troncos fundamentales de la historia mexicana que es el tronco liberal que va desde los liberales de la Reforma a Madero a Cosío Villegas y un tronco y una tradición con la que desde luego me identifico.
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-Corrompió la institución presidencial ¿Así?

-En el libro de Gabriel Zaid “El poder corrompe” esta claramente dicho cómo al desvirtuar la representación que tiene un servidor publico puede corromper su labor. Corromper no es solamente robar. Estoy absolutamente seguro que es un hombre que no ha robado ni un quinto. Seguro. Meto la mano al fuego. Metería la mano al fuego. El dinero no le interesa. Pero creo que la institución presidencial sobre todo en una democracia, debe tener noción formal e informal de sus propios límites. No abusar del poder.

Krauze se inclina hacia el frente y empieza a contar con sus dedos:

“Es casi un decálogo. No abusar. No insultar, no agredir, no atropellar, no mentir, no calumniar, no difamar, no alentar la polarización, no alentar el odio.

“¿No te parece que esas cosas las está haciendo López Obrador? Bueno, para mí es corromper el mandato por el que fue electo”.

-Tú en el centro. Hostilidad cotidiana, un acoso ¿Qué te significa?

-Sobre todo me entristece el hostigamiento y el acoso a tantos colegas, a tantos periodistas, a tantas instituciones académicas científicas, culturales. No soy sólo yo, aunque a mi me mencione repetidamente. Somos muchos.

Me entristece y me preocupa porque hay una evidente asimetría entre el poder que tiene el Presidente todos los días en la mañanera de llegar a millones de personas y la posibilidad que tiene un escritor, un periodista de llegar a sus lectores. Ya esa sola asimetría debería llevarlo a la conclusión de que la presidencia exige mesura, prudencia, responsabilidad, genuino respeto.

Lo cual no quiere decir que yo considere que el Presidente tiene que quedarse callado. De ninguna manera. Pero debería haber formas de debatir las diferencias de manera civilizada y no con insultos y violencia.

-Cosío cavilaba irse del País cuando lo denostaron. ¿Tú que has cavilado?

-En primer lugar decirte que ellos no rebaten ideas ni propuestas ni proyectos. Ellos insultan. Diciendo como toda la crítica que antes de López Obrador mis empresas vivían del gobierno. En las páginas de transparencia de Letras Libres y de Clío está absolutamente claro que nunca ninguna de estas empresas mías llegó a tener ni siquiera el 20 por ciento de anuncios del gobierno, anuncios perfectamente legales.

Es un argumento que simplemente no se sostiene. Esa es la esencia de los ataques: la descalificación. Como si uno no pudiera tener ideas distintas al Presidente de manera desinteresada. Como si el Presidente fuera el único que tiene el monopolio universal del desinterés. Para mí no fue cómodo escribir contra los 8 presidentes.

¿Cómo me siento? completamente tranquilo. Triste por el deterioro de la atmósfera pública; triste por la polarización. En lo personal completamente tranquilo porque cualquiera que revise la historia con objetividad, que revise número tras número Letras Libres, programa por programa de Clío, y mi trabajo por 50 años desde tiempos de Echeverria hasta ahora lo que va a encontrar en Proceso, La Jornada, Reforma es crítica, crítica y crítica. Independencia.

Si he pensado como don Daniel en emigrar. Nunca

– ¿Nunca?

-Nunca. ¿Que si he pensado escribir como don Daniel con razones hasta el final?. Siempre.

-Escribiste contra presidentes y hablaste con presidentes en el momento de su mayor poderío

-No con todos. Con Peña muy poco. Pero quiero subrayar que no es trascendente. Nunca me consideré ni consejero ni ideólogo ni me hubiera interesado en lo absoluto. Nada. Nunca con la idea que iba a influir en algo.

-No has hablado con el Presidente López Obrador

-Desde que es presidente, no. Hablé con él algunas veces y no sólo eso. A fines del 2011 declaré públicamente en un programa de Sergio Aguayo que estaba dispuesto a votar por él.

Era tal la decepción evidente que era el momento de darle la oportunidad a López Obrador. Pero puse una condición bastante sencilla: que abandone su culto a la personalidad, que escuche a los demás. Y no creo decir ningún secreto: hubo una reunión en ese sentido, recuerdo cordial, pero no llegó a nada y esa es la última vez que lo vi.

-¿Tienes interés en conversar con él?

-No tendría mucho sentido. Por la hipótesis misma: si el poder tiende a acumular más poder, si tiende a supeditar, a doblegar, a presionar a quien piensa diferente, si ha ocurrido con todos los presidentes, con mayor razón ocurriría con un presidente que tiene una tendencia autocrática. Un autócrata no es un dictador. Podría ser un dictador en ciernes.

Porque aquí todavía tenemos instituciones y libertades. Pero que ejerce López Obrador el poder de manera autocrática, el gobierno de él solo y único; que concentra el poder dándole muy poco juego a los secretarios de su gabinete mucho menos del que se daba en la presidencia imperial.

Lo mismo que la militarización que preocupa a tantos mexicanos, que el acoso al INE, que el tema de la transparencia. Si unimos todos esos aspectos dime tú si no sería iluso de mi parte tratar de convencer. Por lo demás tampoco creo que tenga interés en escucharme.

Lo sano sería un debate público entre todas las voces, las que están con él y las que no están con él. Que en 2022 hubiera un gran debate con reglas claras, en todos los medios, para que no sólo sea la voz del Presidente la que se escuche en las mañaneras sino varias voces. Porque no tiene remedio: México es un país plural, esto nadie lo va a cambiar. Ni por decreto.

-Nunca tanto poder acumulado, pero nunca una oposición tan débil y sin creatividad.

-Al PRI le dio el electorado una segunda oportunidad y el PRI lo defraudó. El PRI no supo en 2012 y en particular el gobierno de Peña no supo ver que el electorado entendía que después de todo en esos 70 años había habido avances económicos institucionales que México se había vertebrado de alguna forma y había que dar una segunda oportunidad.

El PAN dejó de tener alma hace mucho tiempo. Ahí esta mi ensayo de tiempos de Calderón con el que cierra el dictamen, digamos, de que el PAN perdió el alma por el poder. He escrito mucho criticando al PAN y las nuevas generaciones no saben ni quien era ni que pensaba Gómez Morín. Perdieron la brújula. Y por perder la brújula y el alma, perdieron el poder.

No reconozco nada de Gómez Morín; nada de Luis H Álvarez ni de los grandes fundadores idealistas en el PAN de ahora. Hay mediocridad, oportunismo, pequeñez política, pequeñez intelectual.

No obstante el PAN sigue siendo –lo vimos en las elecciones–, una marca en busca de un liderazgo, esclarecido, honesto, inteligente, joven. Ojalá aparezca; no lo veo.

El PRD no es ni sombra de lo que fue en tiempos de Cuauhtémoc Cárdenas. Se desfondó con la salida de López Obrador; tiene gente apreciable .

La renovación política viene por la ciudadanía. Veo muchas mujeres, sobre todo mujeres activas, concientes, de que el país puede írsenos de las manos hacia la consolidación de una autocracia con un peso militar muy fuerte, con una presencia de los narcos y del crimen organizado también muy fuerte y con un ahogo de las libertades que puede llevar de la autocracia a la dictadura.

Hay una sociedad civil despierta que no existía en los setentas. Ni en los ochentas. Confío mucho en ella. Confío en el votante que entiende el valor de su voto. La gente en México aprendió el valor de la libertad encarnada en el voto.

La afluencia de votantes en medio de la pandemia en las elecciones intermedias es muy alentadora. La democracia y las libertades están dando la batalla. El INE tiene prestigio y tiene el aval de la ciudadanía. No creo que vayamos fatalmente en un tobogán, pero hay muchos peligros y lo vivimos día a día.

Krauze hace su disección sobre el ambiente que prevalece.

“La corrupción era el gran problema del siglo 20, pero la corrupción no se resuelve destruyendo las instituciones que eran corruptas sino depurándolas, aplicándoles la ley.

“La tristeza quizá de fondo es que el odio, que es la peor pasión humana, no era una característica de la vida pública mexicana. Ni en la Reforma ni en el siglo 19 ni en la Revolución. Era lucha de poder, eran ideales distintos, pero no odio. Hubo etapas en donde el poder actuó con odio; en el 68 por ejemplo. En tiempos de Echeverría; también Salinas tuvo algo de eso.

“Ahora yo creo que muchas personas tienen odio por el otro. Decía Melchor Ocampo ¿por qué la diferencia de opiniones ha de trocarse en odio a las personas? Porque si yo pienso distinto a ti, tú me tienes que odiar. Yo no odio; tengo opiniones distintas. Eso no supone el odio.

“Más grande que la tristeza, es el ánimo frente a lo que viene 22, 23, 24 la democracia mexicana está viva”.

“Tolerancia es la palabra más importante de todas. Tolerar que no quiere decir soportar, aguantar. No. Tolerar que quiere decir la capacidad de escuchar al otro, para entonces tener el derecho de que el otro te escuche. Escuchar, tolerar”.

Fuente:https://www.reforma.com/asfixia-la-falta-de-tolerancia/ar2305284?v=3

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