Tabasco

Claudia Sheinbaum, entre la energía fósil y la verde

Como Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, cargo que ocupó hasta junio pasado, Claudia Sheinbaum rara vez dejaba de prestar atención a los detalles.

Mientras la llevaban a las reuniones a bordo de su auto marca Chevrolet, sacaba fotos de los embotellamientos viales o de las paradas de taxis llenas y se las enviaba al encargado de movilidad de la capital, Andrés Lajous, pidiéndole que los solucionara. En una ocasión le instó a que visitara el emplazamiento de un proyecto de ampliación de una línea del Metrobús, insistiendo en que tenía que verlo él mismo para gestionar el proyecto, recuerda Lajous.

Ahora Sheinbaum, de 61 años, es una de las principales aspirantes a convertirse en la próxima Presidenta de México, y la sucesora ideológica del Presidente Andrés Manuel López Obrador. Algunos la ven como la Angela Merkel latinoamericana: una política con la mente rigurosa de una científica. Al igual que Merkel, Sheinbaum tiene un doctorado (el de Merkel es en química cuántica; el suyo, en ingeniería energética) y comenzó su carrera en el mundo académico. No solo ha publicado numerosos artículos científicos, sino que ha contribuido a dos informes históricos del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de Naciones Unidas (IPCC), el principal órgano mundial de la ciencia climática.

Durante casi cinco años al frente de la capital, Sheinbaum supervisó la electrificación de los autobuses de la Ciudad de México y cubrió de paneles solares el techo de la Central de Abasto. Su trabajo como científica y como funcionaria pública la hacen parecer una presidenta climática en ciernes, pero la política dista mucho de ser sencilla.

Paneles solares en el techo de la Central de Abasto en la Ciudad de México.

México, undécimo productor mundial de petróleo, es el único país del Grupo de los 20 que no tiene un objetivo de cero emisiones, y los expertos en política climática afirman que ha retrocedido en los últimos años. López Obrador ha destinado miles de millones de dólares a sostener al endeudado Petróleos Mexicanos (Pemex), por considerarlo esencial para la soberanía nacional. Su Gobierno acaba de abrir una refinería en Tabasco y ha intentado disolver el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático como medida de austeridad. En parte debido a los cambios políticos que reforzaron a la empresa eléctrica nacional, la inversión privada en energías renovables ha caído desde que AMLO asumió el poder en 2018.

La tecnócrata Sheinbaum es una ahijada política del Presidente, que es tan popular que hasta se venden muñecos, globos y tazas con su cara sonriente. Es poco probable que se desvíe de las políticas de su mentor a medida que la carrera electoral avanza. Y no está claro que vaya a hacer del clima y de las energías limpias sus principales prioridades, incluso si vence en junio a su competidora, la empresaria que abandera la coalición de oposición, Xóchitl Gálvez.

Si cualquiera de ellas gana, México será conducido por una mujer por primera vez en su historia.

Al dirigirse a los votantes, Sheinbaum ha intentado presentarse como una progresista enraizada en el

En Michoacán, sede de grandes productores de aguacate y limón, dijo: “Vamos a seguir avanzando con las energías renovables y con la protección del medio ambiente, pero nunca traicionando al pueblo de México”. Sheinbaum declinó hacer comentarios para este artículo.

México es el decimoquinto mayor emisor de gases de efecto invernadero del mundo, y se prevé que sus emisiones continúen en aumento hasta 2030, según Climate Action Tracker.Si Sheinbaum consiguiera revertir esa tendencia, sería significativo en la lucha mundial para frenar el cambio climático.

El principal obstáculo es la política, dice Tony Payan, director del Centro para Estados Unidos y México del Instituto Baker de la Universidad Rice. “Sheinbaum se verá obligada a defender la política actual o empezar a romper con López Obrador y será interesante ver si es capaz de hacerlo”, apunta.

Luis Zambrano, ecólogo de la Universidad Nacional Autónoma de México, no tiene esperanzas. “Ha demostrado estar doblegada a lo que dice el Presidente”, afirma. “En algún momento ella prefirió la política y optó por eso en vez de optar por la parte científica”.

El petróleo ha sido durante mucho tiempo clave para los ingresos del Estado en México, y Pemex, uno de los principales empleadores, es también objeto de orgullo nacional. En un foro celebrado en marzo, justo antes del aniversario de la expropiación de la producción del petróleo en México, Sheinbaum habló con cautela cuando se le preguntó por el futuro energético del país. “Por supuesto todos queremos contribuir a la disminución de emisiones de gases de efecto invernadero que provocan el cambio climático y todos queremos que nuestras ciudades no tengan contaminación atmosférica, y que esto sea a partir de la producción o uso de energías más limpias”, dijo. “Pero no significa que eso está por encima de lo demás”.

Mucho antes de ser candidata a la presidencia, Sheinbaum era una estudiante obsesionada con la eficiencia energética de las estufas de leña y las bombillas. Durante su posgrado hizo una estancia de investigación en el Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley de California.

“Me dediqué a modelar el consumo de energía en México: cómo se consume, para qué se consume y qué fuentes de energía permiten producir, permiten generar o poder cumplir las necesidades que tiene el ser humano”, relató en una reciente parada de campaña con estudiantes universitarios en el estado de Nuevo León.

“Tiene una curiosidad realmente aguda, una intensa motivación para comprender los datos y las tendencias”, afirma Lynn Price, científica jubilada del Berkeley Lab que ha colaborado con Sheinbaum en trabajos que se remontan a la época en que trabajaron juntas en los años noventa. Ya entonces, Sheinbaum estaba interesada en cómo aplicar los datos a las políticas públicas, afirma Price.

Criada en la Ciudad de México por científicos judíos —sus abuelos emigraron de Europa a México en la primera mitad del siglo XX— Sheinbaum entró en la política de tiempo completo en el año 2000, cuando López Obrador, entonces Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, la nombró secretaria de medio ambiente. En 2015 fue elegida Jefa Delegacional de Tlalpan y, en 2018, dirigente de la ciudad.

Sheinbaum durante una inauguración en la Ciudad de México en 2022.

En ese cargo, se fijó el objetivo de plantar millones de árboles, puso a prueba la recolección de agua de lluvia en los hogares y ordenó a sus empleados que taparan las fugas de agua de la ciudad. Renunció en junio para buscar la nominación de Morena como su candidata presidencial, misma que —en esencia— ganó en septiembre.

Tiene fama de ser una jefa exigente. “Todos los trabajadores que ella tiene con quien he hablado dicen que la principal virtud y defecto de Claudia Sheinbaum es el micromanagement, la obsesión por el detalle, por la técnica”, dice Carlos Pérez Ricart, profesor de estudios internacionales en el Centro de Investigación y Docencia Económicas de la Ciudad de México.

Como Jefa de Gobierno, Sheinbaum recibió críticas de los ecologistas, que decían que daba prioridad al crecimiento urbano sobre la conservación. Y los problemas que heredaría como Presidenta son mayores que lidiar con los carriles de autobuses y los atascos de tráfico.

México se ha comprometido a reducir sus emisiones un 35 por ciento para 2030. La generación de energía es la mayor fuente de emisiones de dióxido de carbono de México: cerca del 72 por ciento de su energía procede de combustibles fósiles. El Gobierno ya construye una extensa granja solar cerca de la frontera con Estados Unidos, pero los analistas afirman que el próximo Presidente tendrá que aumentar mucho más la generación de energía limpia para hacer una diferencia.

Mientras tanto, las condiciones meteorológicas extremas provocadas por el clima suponen un peligro cada vez mayor. Las temperaturas brutalmente altas han contribuido a la muerte de casi 400 personas desde marzo y han sometido a una mayor presión a la red eléctrica nacional, ya de por sí en dificultades. La sequía afecta periódicamente a amplias zonas del país y deja a las ciudades sin agua. La subida del nivel del mar se ha tragado hogares costeros.

La rival de Sheinbaum, Gálvez, ha dicho que puede realizar mejoras medioambientales rápidas con la ayuda del sector privado. Sheinbaum ha insistido en que el progreso será impulsado por el Estado.

Otros líderes de izquierdas latinoamericanos que han abogado por un futuro más ecológico no la han tenido fácil. El presidente de Colombia, Gustavo Petro, ha hecho campaña contra los combustibles fósiles en la escena mundial, pero ha logrado pocos avances en su plan para impulsar la energía eólica y solar en su país. En Chile, el presidente Gabriel Boric se ha negado hasta ahora a rescatar a las empresas de energías renovables que se quejaban de que no ganaban dinero.

Sheinbaum, en nombre de la seguridad energética mexicana, podría presionar a Pemex sobre las emisiones de metano procedentes de la quema de gas y argumentar que el gas debería capturarse para el consumo. Si se inclinara por las asociaciones público-privadas en energía renovable, no se interpretaría necesariamente como un pisotón a la empresa estatal.

“Tiene la oportunidad de mostrarse más amistosa con el sector privado, de tener una visión menos estricta y hostil hacia la participación privada. Eso sería importante para el clima”, afirma Diego Rivera Rivota, investigador asociado del Centro de Política Energética Global de la Universidad de Columbia. “Pero una acción audaz conlleva costos”.

Los países de ingresos medios como México deben intentar expandir sus economías y mejorar su nivel de vida al tiempo que reducen emisiones. Se trata de una cuestión delicada para cualquier dirigente político. “En muchos países en desarrollo, para que se produzca el desarrollo, habrá algunas emisiones. Con el tiempo pueden reducirse”, dice Joyashree Roy, profesora del Instituto Asiático de Tecnología de Tailandia y autora principal de los capítulos sobre industria del informe del IPCC donde colaboró Sheinbaum.

Como Sheinbaum sabe cómo debe ser un crecimiento responsable con el medio ambiente que eleve el nivel de vida, “podrá defenderlo”, afirma Roy. Nadie sabe exactamente cómo lo haría. “En la ciudad, creo que sí hizo cosas interesantes”, dice Bernardo Baranda, director para América Latina de la organización sin fines de lucro Institute for Transportation & Development Policy. “Creo que ella sí cree en lo que está haciendo y las ideas del Presidente, pero creo que mucha gente anda buscando esa voz de ella propia, que es la gran incógnita”.

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