Economia y Negocios

Crecimiento, desarrollo y medio ambiente

SOMOSMASS99

Alfonso Díaz Rey*

Viernes 1 de febrero de 2019

Sin crecimiento económico no hay desarrollo social. Con esta premisa, utilizada principalmente por políticos, empresarios y en general por la clase dominante, nos han hecho creer que si nos esforzamos cada día por trabajar más y mejor para ser más productivos, crecerá la economía, medida en términos del producto interno bruto (PIB), y de manera casi mágica surgirá el desarrollo para bien de la sociedad en su conjunto.

En el caso de nuestro país, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta el año 1982 el crecimiento del PIB fue, en promedio anual, de 6%; durante las seis posteriores administraciones federales, 36 años de neoliberalismo, el crecimiento promedio del PIB apenas alcanzó el 2% anual, etapa en la que nos ilusionaron vendiéndonos boletos para el primer mundo pero nos montaron en un transporte con destino diametralmente opuesto.

En ambas etapas el proceso de concentración de la riqueza, consecuencia de una ley inexorable del sistema capitalista, avanzó y, paradójicamente, cuando el PIB creció menos, la riqueza se concentró más y las desigualdades e inequidades sociales aumentaron, lo que demuestra que el PIB es un indicador falso para medir el bienestar de una sociedad y que el mayor obstáculo para el desarrollo no está en el ámbito del crecimiento económico sino en el de la distribución de la riqueza que genera el trabajo humano.

Este proceso se ha dado en casi todo el mundo pero en nuestro país ha adquirido niveles dramáticos: en la región con mayor desigualdad en el planeta, América Latina, México ocupa el primer lugar en desigualdad e inequidad.

Desde hace un siglo y medio, prácticamente desde la Revolución Industrial, la economía y el crecimiento económico han estado ligados al empleo irracional de bienes de la naturaleza y a la explotación del trabajo humano, lo que, por un lado ha dado lugar a la casi incontrolable crisis medioambiental y, por otro, a las crisis económicas, políticas y sociales, las que en conjunto conforman un grave peligro para la humanidad y para la vida en el planeta Tierra.

Conviene tener presente que el desarrollo de países que se ubican en el grupo del llamado primer mundo se financió con base en el despojo de las riquezas y la explotación de territorios y pueblos que hoy conforman el mundo subdesarrollado, condición que con el paso del tiempo en vez de superarla se agudiza por la continuación, con otras características, del saqueo de sus riquezas y la explotación de sus pueblos

Quizá sea tiempo que como humanidad empecemos a plantearnos formas y niveles de crecimiento que tengan como objetivo cubrir las necesidades reales de la población sin exceder los límites físicos y biológicos de la naturaleza, lo que conduciría a una compatibilidad entre los derechos de las personas con los de, como la llaman algunos pueblos originarios, la Madre Tierra.

Entonces, en el centro del nuevo crecimiento estaría la sostenibilidad en vez de la productividad, nos preocuparíamos por la calidad en lugar de la cantidad y en especificar indicadores socioambientales que midan y definan el grado de desarrollo de una sociedad.

Los efectos del cambio climático que a diario difunden los medios de comunicación y parecieran ser más severos conforme el tiempo avanza, nos dan una idea del poco tiempo que como humanidad nos queda para rectificar un camino que el mismo tiempo nos ha mostrado como incorrecto.

Quizá por todo ello a algunas personas nos preocupa que en el nuevo gobierno, que se dice antineoliberal, existan posiciones que privilegien a toda costa el crecimiento industrial como una manera de generar «bienestar» social, sin atender las verdaderas causas de la desigualdad e inequidad en el país.


* Alfonso Díaz Rey es miembro del Frente Regional Ciudadano en Defensa de la Soberanía en Salamanca, Guanajuato.

Foto de portada: Matt Artz () / Unsplash.

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