Política y gobierno

Defendamos nuestra democracia

En época de elecciones las pasiones de los actores políticos se encienden por posicionar ante el electorado la mejor propuesta política, así como ser los más visibles ante la ciudadanía que, mejor que nunca, sabe que tiene un gran poder: la fuerza de su voto y con ello, la decisión mayoritaria del rumbo de este país.

México tiene una gran elección. Más de 20 mil cargos de elección popular están en juego y la ciudadanía decidirá sobre ellos este próximo 6 de junio.

Es por ello que entre candidatos, candidatas, partidos políticos y coaliciones harán en el transcurso de las presentes campañas electorales hasta lo imposible por ganarse la simpatía de la población con la finalidad de salir airosos en las urnas y poder obtener el poder público.

En México, las campañas a diferencia de lo que establece la legislación electoral, se han convertido en el terreno de una confrontación, pero no necesariamente por la prevalencia de ideas o propuestas que apoyen a la ciudadanía en sus principales demandas, sino por embates que buscan el desprestigio del contrincante, su erosión ante el electorado, en dimes y diretes que, al final, solo confunden a la población y generan en el ambiente político un aspecto turbio poco propicio para los fundamentos de un sistema democrático que debe basarse en principios que busquen la armonía; sí la confrontación de ideas pero no la polarización dogmática; sí la presentación de propuestas, pero no la crítica a las mismas sin presentar alternativas; si las acusaciones peo no como estrategias de desprestigio; sí los debates abiertos pero para darle a la población elementos para su toma de decisiones. Estos, entre otros aspectos, son los que deberían prevalecen en las campañas.

Sin embargo, si la clase política sigue en este terreno lo que está produciendo es la merma de nuestro sistema político, así como el desgaste de las instituciones democráticas que luchan por preservar, en la medida de lo posible, una equidad en la contienda electoral.

Pero si a esto le añadimos, además, que diversos actores se empeñan en denostar a las instituciones justamente que velan por dicha equidad me parece que estamos perdiendo el rumbo democrático e institucional y esto es muy riesgoso para un país que ha luchado por muchos años por irse ganando sus espacios democráticos.

Esto no significa que no critiquemos o incluso tengamos puntos de vista contrarios sobre las acciones que llevan a cabo las instituciones electorales, pero otra muy diferente es arrinconarlas, ponerlas en la plaza pública por sus decisiones que, al final, como cualquier sistema democrático, se toman en órganos colegiados donde prevalece la mayoría, pero además, sus resoluciones son recurribles ante las instancias jurisdiccionales.

Es momento de dejar que la ciudadanía hable, se exprese, actúe como en cualquier sistema democrático, con libertad, con plenitud de que goza de derechos político-electorales y que su criterio ante la urna sea la que prevalezca.

La política debe ejercerse con el ejemplo, con los hechos que demuestren que un gobierno, una administración o legisladores se ganaron a pulso su espacio por el trabajo en favor de la ciudadanía. La política debe ser ese lugar de recuperación de lo social, debe ser el conducto de nuestras demandas, debe ser el referente de nuestra democracia y debe ser ejemplo de entendimiento, de prudencia y dedicación.

Candidatos, candidatas, partidos y coaliciones esperamos y queremos creer que así verán la política y con ello defendemos nuestra democracia. Suerte en la contienda electoral.

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