Sinaloa

El fraude de 2006

Al comienzo de su gobierno López Obrador tenía trabajando para él a Manuel Espino (que en 2006 era presidente del PAN) y a Germán Martínez (que defendió el triunfo de Calderón en esas elecciones). Bien pudo haber formado una comisión investigadora, con Espino y Martínez entre otros, para dilucidar si hubo o no fraude en las elecciones de 2006. No lo hizo, ¿por qué? Porque no hubo fraude. Recientes revelaciones periodísticas han puesto en evidencia que la Coalición por el Bien de Todos, liderada por López Obrador, recibió del Cartel de Sinaloa entre dos y cuatro millones de dólares para su campaña, que ese mismo Cartel sufragó los gastos del plantón en Reforma y que estuvo a punto de secuestrar a uno de los magistrados del Tribunal electoral para que le diera el triunfo a López Obrador. Dieciocho años después (la verdad tarda, pero llega) nos enteramos de que en las elecciones del 2006 hubo fraude y que éste lo cometió entonces el actual presidente de México. Por las declaraciones de Dámaso López Serrano, el Mini Lic, nos enteramos asimismo que los hijos del Chapo financiaron en parte las campañas de López Obrador de 2012 y 2018. Un año más tarde, en 2019, ocurrió el culiacanazo. El general de división en retiro Sergio Aponte Polito publicó en El Universal (26.Jun.20) un artículo en el que relata que liberaron al hijo del Chapo Guzmán luego de que, a través de los medios de comunicación locales, amenazaron con revelar el nombre de los hijos de un político que recibió millones para su campaña. Dos años después, en 2021, el crimen organizado, más específicamente el Cartel de Sinaloa, intervino en las elecciones de los estados colindantes con el Mar de Cortés, secuestrando candidatos y operadores electorales, a favor de Morena. De acuerdo al Inegi, en 2022 la Guardia Nacional apenas llevó ante el Ministerio Público a 2,084 personas, un desplome de más del 60 por ciento respecto a 2021. La Guardia Nacional registró 5,376 detenciones en 2022: tres veces menos que en 2021. En todos los rubros disminuyeron las acciones contra el tráfico de drogas, especialmente el fentanilo (hasta que en 2023 Estados Unidos comenzó a presionar a México para frenar el tráfico luego de que López Obrador había negado que en México se procesara esa droga). Si grazna como un narcopresidente, camina como un narcopresidente y se comporta como un narcopresidente, entonces, ¡seguramente es un narcopresidente! Volvamos al 2006. Por la tarde del 2 de julio de 2006, cuando ya era claro que López Obrador había perdido la elección, éste dio la orden de negar la derrota, de salir a gritar fraude por todos los medios. Ese día López Obrador señaló que estaban perdidos 3 millones de votos (más tarde se supo que esos votos correspondían a las casillas especiales y que miembros de su Coalición habían revisado repetidamente el sitio virtual donde se hallaban alojados esos votos.) La orden era clara: negar la derrota, decirse víctimas de un monstruoso fraude. Su estrategia consistía en anular la elección para que volviera a realizarse. Su bandera: voto por voto, casilla por casilla (pese a lo cual no impugnaron todas las casillas sino solamente un tercio de las mismas.) Tomaron varios meses el Paseo de la Reforma (con dinero del narco), acosaron y agredieron con palos e insultos a los magistrados del Tribunal Electoral. Llegaron a pensar en secuestrar a un magistrado. Eso no fue necesario porque el Tribunal accedió a recontar el 11 por ciento de los votos, correspondientes a los distritos que la Coalición de López Obrador juzgaba que había sido mayor “el fraude”. Pero sorpresa: luego del recuento, los votos de Calderón aumentaron y los de López Obrador disminuyeron. La Coalición se quedó sin argumentos legales pero supieron explotar muy bien el factor emocional, que tan buenos réditos ha reportado a López Obrador: se mostraron como víctimas. Si no podían revertir la derrota legalmente por lo menos podían ganar las elecciones en el corazón de los crédulos. Así lo hicieron. Millones de personas creen, sin ningún fundamento más allá de la palabra de su líder, que López Obrador ganó las elecciones de 2006, como millones de personas creen que Trump ganó las elecciones de 2020. Un grupo de fanáticos, azuzados por Trump, tomaron el Congreso en Washington alegando fraude. Muchos de los cabecillas de esa revuelta están hoy en la cárcel. En México, en 2006, un grupo de fanáticos, azuzados por López Obrador, secuestraron la principal arteria de la Ciudad de México alegando fraude. Muchos de los cabecillas de ese secuestro vial están hoy en el poder. El supuesto fraude de 2006 forma parte medular de la superioridad moral con la que Morena arribó al poder. Por fin se haría justicia a las víctimas. Pero ese relato resultó falso. La supuesta superioridad moral resultó una vulgar componenda con grupos de la delincuencia organizada. Las “víctimas” del 2006 en realidad fueron los que se trataron de robar esa elección. Hay indicios de que ahora operarán a favor de la candidata oficial, con métodos legales e ilegales. Sobre advertencia no hay engaño.

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