Ciudades del futuro Tecnología e innovación

El metaverso… de las vacas

Pensemos por un momento qué es lo que tiene la realidad virtual de «realidad». ¿No es acaso un engaño voluntario a nuestra percepción? Es decir, ¿no es la ficción por antonomasia?

La actual evolución tecnológica nos ha llevado hasta un presente en el que diseñamos entornos informáticos capaces de crear en el usuario la ilusión de estar inmerso en él. Gracias a estos avances, nos alzamos como semidivinidades de un nuevo mundo paralelo. Un circo sensorial que todos aceptamos y del cual somos cómplices: unos porque ganan dinero con ello y otros porque consiguen evadirse de lo que conocemos como realidad física. Este presente tecnológico, sin embargo, surge de nuestras manos: somos nosotros los que le damos forma y fingimos conocer sus límites. Los seres humanos somos la única especie capaz de reflexionar sobre acciones antes de tomarlas, aunque a veces no lo hagamos: somos el único «animal» con capacidad de raciocinio y metacognición. Este poder coloca sobre nuestros hombros grandes responsabilidades, entre ellas la de protegernos a nosotros y a nuestro planeta.

Un viaje vacuno hacia el futuro

Hace pocos meses se dio a conocer la peculiar historia del granjero turco Izzet Kocak, que decidió colocar gafas de realidad virtual a algunas de sus vacas con la esperanza de ver aumentada la producción de leche en invierno, época en la que estas permanecen encerradas todo el día en el establo. Con su nuevo método, los animales podían ver imágenes de prados continuamente, algo que, según sospechaba Kocak, favorecería su estado de ánimo y, en última estancia, la producción láctea. El resultado, según el granjero, fue positivo: se produjo un aumento productivo del 20%; es decir, si antes la vaca producía 22 litros de leche por semana, con las gafas producía 27.

Según el granjero turco, la producción aumentó un 20% tras el uso de gafas de realidad virtual en las vacas

Tras la noticia, Kocak afirmó que estaba probando una teoría rusa que había descubierto un par de años atrás. Se refería a los eventos de 2019, cuando una granja moscovita emitió una nota de prensa en la que afirmaba haber adaptado gafas de realidad virtual para vacas, usándolas para reducir su estrés. El Ministerio de Agricultura de la región compartió rápidamente varios estudios sobre cómo las condiciones del entorno podían afectar a la cantidad y la calidad de leche bovina. Sobre la granja, no obstante, cayó enseguida un velo de sospecha: cuando algunos medios de comunicación quisieron indagar sobre el asunto, la granja nunca se pronunció al respecto. Todo apuntaba a que el experimento ruso podría ser simplemente una información exagerada utilizada para promocionar una conferencia internacional de agricultura.

vacas

Fuente: Appenzeller Käse.

Al margen de la veracidad del acontecimiento, los internautas volcaron masivamente sus opiniones en las redes sociales, generando un gran debate sobre el posible metaverso vacuno y sus potenciales implicaciones en el presente y futuro de la bioética. Pero ¿es este es el principio de una suerte de Matrix animal? A menos que consideremos a los seres vivos no humanos como simple mercancía, ¿por qué íbamos a engañarlos virtualmente haciéndoles creer que están todo el día en el prado?

Este «innovador» procedimiento ganadero es una de las evidencias del solucionismo tecnológico que propuso el bielorruso Evgeny Morozov: esa creencia –casi religiosa– de que todo problema del siglo XXI se soluciona a través de las distintas apps y softwares. En esta ocasión, el planteamiento destaca por su excentricidad: habiendo creado un sistema que impide a las vacas ver el campo, surge la posibilidad de gastar millones en poner gafas a los propios animales para que lo vean a través de sus pantallas. Platón vivió preocupado por si nos hallábamos atrapados en una caverna que nos ofrecía la verdad distorsionada. Se encargó personalmente de salir de ella, arrastrando con él a las generaciones posteriores. Al menos hasta ahora. Al fin y al cabo, si hoy existen empresas dispuestas a invertir en el metaverso como herramienta de productividad animal, ¿podría ser este el prólogo de la jornada del oficinista en varios años?

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