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El momento más crítico de Zuckerberg: Meta se desangra en Bolsa y su fortuna se desinfla ¿Es un bluff el metaverso? | Actualidad Económica

Facebook acaba de cumplir diecinueve años. Y lo ha hecho en plena crisis de adolescencia. El niño prodigio de las redes sociales celebró el cumpleaños el viernes de la semana pasada, 28 de octubre. Exactamente un año antes, el 28 de octubre de 2021, como buen adolescente, Facebook había anunciado que iba a cambiar de nombre. En adelante, iba a ser ‘Meta Platforms’, por el metaverso, es decir, el futuro de Internet. Las redes sociales eran cosa del pasado.

Si lo que había conseguido una empresa ideada por Mark Zuckerberg en una noche de borrachera adolescente causada por un desengaño amoroso era increíble, el mundo tenía que irse preparando: todavía no habíamos visto nada. Quienes se quejaban de que Facebook había traído el Brexit y Donald Trump, mejor que se fueran preparando para cuando Meta nos metiera a todos en el metaverso, una especie de internet en tres dimensiones basado en realidad virtual (VR, por sus siglas en inglés) en el que, gracias a visores y guantes, no veremos la red en una pantalla, sino que la percibiremos como si fuera una auténtica realidad.

Ha pasado un año y, por continuar con la analogía, el adolescente Meta está en esa fase del crecimiento en la que los miembros crecen, pero de manera desequilibrada, el acné explota en la cara, los amigos -y los enemigos- cambian cada mes y, encima, el chaval gasta como si no hubiera un mañana. Esto último es serio, porque Meta ha decidido invertir 12.000 millones de dólares anuales -casi la mitad de sus beneficios- cada año en el desarrollo del metaverso, algo que probablemente no tendrá un público pasivo hasta, por lo menos, 2027, y en donde, además, la empresa compite contra todos los demás gigantes de internet, como Microsoft, Apple, Sony, o ByteDance, la dueña de TikTok.

Pero la complicada metamorfosis de Meta desde las redes sociales hasta el metaverso es solo una de las perspectivas desde las que se puede analizar la complicada situación de la empresa. Hay otra, más amplia, que afecta directamente a los reguladores y los políticos del mundo: las grandes empresas de internet ¿son tan invulnerables como su influencia en la opinión pública y su potencia financiera hacen suponer? O, en un sector en el que las barreras de entrada son minúsculas y la tecnología cambia constantemente, ¿estos monstruos son poco más que gigantes con los pies de barro?

La situación de Meta parece apuntar a lo segundo. En este año 2022, sus números son históricos pero, por primera vez en su historia, no por buenos, sino por malos. Desde el 1 de enero, ha perdido el 71,4% de su valor en Bolsa. Eso significa nada menos que 879.759 millones, una cantidad suficiente como para comprarse todo lo que España produjo -desde habitaciones de hotel hasta barcos, pasando por barras de pan o llamadas telefónicas- entre el 1 de enero y el 15 de julio. La fortuna de Zuckerberg ha caído en 88.700 millones de dólares, casi el doble de todo el patrimonio de Amancio Ortega. Solo en dos días de octubre, perdió 14.100 millones de dólares. Eso da para comprar dos veces la constructora de Florentino Pérez, ACS, y aún sobran 500 millones.

Con ese dinero también ha desaparecido gran parte de la remuneración de los 87.314 empleados de Meta, que reciben una parte considerable de su salario en acciones. Claro que no solo ha desaparecido la remuneración, sino, también, los empleados. Tras una fiebre de contrataciones prácticamente ininterrumpida en sus 19 años de existencia (solo en 2021 su plantilla aumentó en un 28%, o sea, 24.712 personas), Meta está despidiendo a gente por primera vez. La empresa afirma que en 2022 tendrá el mismo número de trabajadores que ahora, si bien muchos de ellos deberán trasladarse a unidades diferentes de las actuales, especializadas en el metaverso. “Puede que algunos de vosotros decidáis que éste no es el lugar en el que queréis trabajar, y me parece perfecto”, dijo Zuckerberg a la plantilla en un discurso de una dureza inusual en julio. Los empleados, sin embargo, dan por hecho que en 2023 serán menos que ahora.

PROBLEMAS ENCADENADOS

Meta sufre problemas de gobernanza, de producto, de estrategia, y de regulación. Ninguno de ellos es dramático. Pero todos actúan para complicar el giro de la compañía hacia el metaverso.

Octubre ha puesto sobre el tapete todas y cada una de esas cuestiones. El mes comenzó con el frío recibimiento por los expertos de los nuevos dispositivos de realidad virtual Meta Quest Pro. Para los analistas, su precio de 1.599 dólares limita sus posibilidades de ser un producto de consumo masivo, especialmente si se tiene en cuenta que prácticamente no hay consumidores en realidad virtual, por la sencilla razón de que no hay servicios. Y, cuando Meta ha tratado de crear contenidos en VR, le ha ido mal: su principal producto en ese naciente campo es la app de juegos Horizon Worlds, cuyo número de usuarios es de apenas 300.000, una cifra ridícula para Meta, que cuenta con 2.940 millones de personas -un increíble 41% de la población mundial- con cuentas abiertas en Facebook.

Meta apuesta por el metaverso porque su línea de negocio tradicional, las redes sociales, no da más de sí. Los jóvenes no se conectan a Facebook, especialmente en Europa y Estados Unidos, los dos mercados más lucrativos desde el punto de vista de la publicidad online, que es de lo que vive esa plataforma. Y a esa pérdida de atractivo se suma una de las dos bestias negras de Meta: la empresa china ByteDance y su app TikTok, que está devorando el mercado no solo de Facebook, sino también de la otra gran red social de Meta: Instagram.

Fuga de jóvenes

Contra TikTok, Meta no ha logrado encontrar un arma eficaz. Ha creado un producto nuevo en Facebook e Instagram, el sistema de vídeos cortos Reels, diseñado explícitamente para competir con la app china, y ha modificando su algoritmo para que éste conecte a los usuarios no en función de los amigos de éstos, sino de manera más bien aleatoria y en función de los intereses de cada uno, como hace TikTok. Ambas iniciativas están dando resultados mediocres.

El otro enemigo de Meta es Apple. Desde el año pasado, la empresa del iPhone ofrece a los usuarios de sus dispositivos decir si quieren compartir o no información con las apps que están instalados en ellos. La pregunta, además, está planteada de manera que el consumidor diga que no quiere. El resultado ha sido un golpe brutal para Meta, porque dos de sus tres apps -Facebook e Instagram– dependen de los datos de sus usuarios para venderlos a los anunciantes, mientras que la tercera –WhatsApp– da los datos a las otras dos para que éstas tengan aún más información sobre los que usan esos sistemas.

Al cerrar el grifo de los iPhone, Apple priva a Facebook de datos sobre los usuarios de poder adquisitivo más alto. El resultado son unas pérdidas anuales de 10.000 millones de dólares para Meta. Y, por si fuera poco, desde octubre Apple obliga a todas las apps que están en sus dispositivos a entregarle el 30% de sus ingresos por publicidad. O sea, Instagram y Facebook no solo ganan mucho menos en los iPhones y iPads, sino que, encima, tienen que compartirlos con Apple (que, sin embargo, se queda con los datos de sus usuarios). Encima, eso llega en un momento de estancamiento de los ingresos por publicidad online debido a la ralentización de la economía mundial. Es otro golpe más para Meta.

Pero los problemas de Meta no solo son de producto o de estrategia. Muchos creen que proceden de la gestión del día a día de la empresa y de su propia estructura accionarial. Eso es muy difícil de cambiar, porque ahí las dificultades se resumen en dos palabras: Mark Zuckerberg.

Desde el punto de vista de la gestión, los críticos de Zuckerberg insisten en que él toma todas las decisiones, sin delegar en nadie, especialmente tras la abrupta salida de su número dos, la estrella feminista (y una de las personas más despiadadas de Silicon Valley) Sheryl Sandberg, que se fue este verano y ha sido sustituida por el aragonés Javier Oliván. Y Zuckerberg es, además, el dueño total y absoluto de Meta, gracias a un sistema según el cual sus acciones tienen, cada una, diez derechos de voto en la Junta de Accionistas.

Así, el fundador de la empresa es quien decide todo pese a que solo tiene el 13% del capital. Si los demás accionistas no están de acuerdo con él, solo tienen una opción: tratar de convencer a Zuckerberg. Si eso no funciona, la única salida es vender. Y eso explica el tremendo desplome de la acción. Meta es una empresa de una sola persona. Mark Zuckerberg fue quien la creó. La cuestión es que ahora hay quien se pregunta si Mark Zuckerberg va a destruirla.

Pero, más allá de los problemas internos de Meta, esta odisea de una empresa que en 2020 ganó 29.000 millones de dólares refleja la complejidad de internet. Porque Meta era considerada hace apenas un año un monopolio, y había quien, como la senadora demócrata de izquierdas y ex candidata a la presidencia, Elizabeth Warren, quería romper la compañía. Hoy, esa misma Meta está acosada por TikTok y Apple, cercada por el frenazo de la publicidad online, y tratando de llevar una transformación total de sus operaciones para apostar por una tecnología que está naciendo y que no tendrá un alcance masivo hasta, por lo menos, dentro de cinco años.

Y los reguladores siguen viendo a Meta como un monopolio. De hecho, el regulador del mercado, la Comisión Federal de Comercio (FTC, según sus siglas en inglés) de EEUU ha llevado a la compañía a los tribunales para tratar de paralizar la adquisición por Meta de la startup Within, que ha desarrollado la app de realidad virtual para fitness y deporte Supernatural. El argumento de la FTC es que Meta es una empresa dominante en el sector de la VR y el metaverso, y que la compra de Within tiene como objetivo cerrar esa empresa y, así, eliminar a la competencia. “Meta podría haber optado por competir; en lugar de ello, ha optado por comprar”,

Es algo que personas que conocen la visión de la compañía de Zuckerberg rechazan. Según ellos, ya hay una serie de empresas que no son precisamente pequeñas, como Sony y Microsoft, y que por tanto no van a dejar vía libre a Meta, comercializando visores de realidad virtual. ByteDance compró en 2021 Pico, una startup china de VR, y Apple, también está desarrollando su propio visor, aunque no se sabe si es de realidad virtual o de realidad aumentada.

En realidad, la disputa entre Mega y la FTC tiene un componente político. A cambio de su apoyo a Joe Biden, Warren exigió en 2020 que todos los reguladores del mercado de EEUU fueran personas ideológicamente cercanas a ella y sin experiencia en el sector que van a supervisar. Así es como la FTC pasó a ser dirigida por Lina Khan, una profesora de la Universidad de Columbia de enorme prestigio pero con una amplio historial de críticas y enfrentamientos con varias grandes empresas de internet, incluyendo Alphabet, Amazon, y Meta. El historial de Khan es tan duro que Amazon y Meta pidieron sin éxito que se recusara en casos que involucraran a ambas empresas.

El caso, que será resuelto a principios de 2023 -aunque el perdedor podrá apelar- tiene cierta ironía, porque se basa sobre la idea de que Facebook, la empresa que ha pasado de ser la favorita de los inversores a un ejemplo de desplome en Bolsa, y que está entrando en un mercado que se está formando yen el que hay varios operadores, está siendo considerada poco menos que como un monopolio. Pero ésa es la realidad de la compañía. En un año, Meta a pasado de estrella a dinosaurio, mientras sigue en su travesía del desierto en busca de la Tierra Prometida del metaverso.

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