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Inteligencia artificial, tecnología y Defensa: ¿Realidad o ciencia ficción?

El coronel del Ejército de Tierra Francisco Rubio Damián, director de la Ciudadela de Jaca, es un reputado experto en Seguridad Global y Defensa. Doctor en Sociología, a lo largo de sus casi 40 años de dilatada trayectoria profesional, ha sido Agregado de Defensa en Venezuela, Jefe del Centro de Seguridad del Ejército y director de la Escuela Militar de Montaña y Operaciones Especiales, entre otros muchos cargos. Ha ocupado puestos de Estado Mayor en cuarteles generales internacionales de la OTAN y de la Unión Europea en España, Italia y Bélgica; y ha participado en seis misiones internacionales. Como asesor del Observatorio Paz, Seguridad y Defensa de la Universidad de Zaragoza, Rubio analiza la situación actual en un contexto que, en ocasiones y con los últimos acontecimientos, parece sacado de una película de ciencia ficción. Pero no es ni más ni menos que el mundo real.

JACETANIA EXPRESS: En los últimos años, los avances tecnológicos aplicados al ámbito de la Defensa y la Seguridad Global se suceden a un ritmo vertiginoso. La situación que se vive en algunos territorios y la llegada del COVID ha llevado a algunos expertos a vaticinar, incluso, el desencadenamiento de conflictos a nivel internacional… Un panorama en el que el debate sobre la incorporación de la inteligencia artificial y los avances tecnológicos al ámbito de la Defensa cobran más protagonismo que nunca.

En este contexto… ¿Hablamos de realidad o de ciencia ficción?

FRANCISCO RUBIO: En noviembre pasado, el JEMAD británico, Nick Carter, declaró que la crisis económica provocada por la pandemia del coronavirus podría desencadenar nuevas amenazas a la seguridad e incluso una tercera guerra mundial. Según él, esto podría ocurrir si se descontrolaran los actuales conflictos regionales, se extendieran territorialmente y se produjera una escalada que derivase en una guerra total abierta. También dijo que, en la década de 2030, el ejército británico podría estar formado por 90.000 soldados y 30.000 robots.

Es bueno ser prudente en asuntos de seguridad internacional. Supongo que el general Carter ha querido llamar la atención sobre lo insensato que sería no atajar los conatos de escalada bélica que pudieran surgir en los conflictos actuales como consecuencia de la crisis económica. Seguro que, atendiendo a la inteligencia de que dispone, ve o intuye algún peligro de escalada de nivel global que yo no alcanzo a imaginar.

«Hoy no hay ni una sola guerra en el primer mundo; todas se desarrollan en regiones de Oriente Medio o África (…) Las guerras mundiales se originaron en Europa, algo impensable en la actualidad»

Hoy no hay ni una sola guerra en el primer mundo; todas se desarrollan en regiones de Oriente Medio o África. Desde hace décadas, cuando se desencadena un conflicto armado cerca de Europa, se aísla o se resuelve cuanto antes para anular cualquier posibilidad de escalada o propagación territorial. Con excepción de los interminables conflictos en Oriente Medio y del Mediterráneo sur, los casos más recientes y próximos a la Unión Europea han sido la Guerra del Alto Karabaj, resuelta en mes y medio, y el conflicto en Ucrania, en el congelador desde 2015. Las guerras en los Balcanes convencieron a Europa de lo potencialmente peligroso y desestabilizador que es tener conflictos en sus puertas, por lo que desde entonces la UE intenta garantizar su seguridad interviniendo en la región de origen, como ocurre ahora en el Sahel.

Las guerras mundiales se originaron en Europa, algo impensable en la actualidad. Todas las guerras en curso están en zonas de conflicto endémico y se mantienen, desde una perspectiva internacional, acotadas. Ni siquiera el Estado Islámico en su momento de mayor virulencia pudo exportar su particular guerra a Europa a pesar de haberlo intentado por todos los medios a su alcance. Sinceramente, no veo ningún conflicto armado actual con el potencial de descontrolarse y escalar hasta el punto de convertirse en una guerra mundial. 

Por otra parte, es muy revelador que la configuración a medio plazo de las fuerzas armadas británicas contemple un 25% de robots. Es un reflejo de la tendencia provocada por la era de la robótica en la que estamos entrando y confirma el nivel de ambición y seriedad con la que los británicos suelen tratar los asuntos de Defensa.

«La automatización es, básicamente, la sustitución del operador humano por dispositivos mecánicos o electrónicos, por máquinas cada vez más autónomas e inteligentes. Es un proceso imparable que está transformando la sociedad en todos los aspectos»

JE: Inevitablemente, parece que nos tenemos que empezar a familiarizar con conceptos como automatización o inteligencia artificial aplicados al ámbito de la Defensa. Algo que era prácticamente impensable hasta hace relativamente poco tiempo y que hoy ya no es solo teoría o especulación… ¿Hacia dónde nos dirigimos?

FR: La automatización es, básicamente, la sustitución del operador humano por dispositivos mecánicos o electrónicos, por máquinas cada vez más autónomas e inteligentes. Es un proceso imparable que está transformando la sociedad en todos los aspectos: producción, enseñanza, medicina, ocio y, por supuesto, en la guerra. Lo que hace poco parecía fruto de una imaginación desbordada, pronto será el escenario cotidiano de nuestras vidas. En términos generales, la era de la robótica será cómoda. Lo intuimos por lo rápido que nos acostumbramos a los tremendos cambios originados por la expansión tecnológica actual.  

«El desarrollo de los sistemas de armas autónomas -para entendernos, las armas inteligentes que pueden operar sin control humano- ha movilizado a la comunidad científica, a los internacionalistas y a algunas oenegés. Sin embargo, hasta el momento no han despertado mucho interés entre las personas anónimas, que tienen otras preocupaciones más cotidianas y creen, erróneamente, que este asunto les afecta poco»

El desarrollo de los sistemas de armas autónomas, para entendernos, las armas inteligentes que pueden operar sin control humano, ha movilizado a la comunidad científica, a los internacionalistas y a algunas oenegés. Sin embargo, hasta el momento no han despertado mucho interés entre las personas anónimas, que tienen otras preocupaciones más cotidianas y creen, erróneamente, que este asunto les afecta poco.

A pesar de los esfuerzos de la ONU, de muchas naciones y de la sociedad civil, hasta el momento han fracasado todos los intentos por prohibir este tipo de armas. De hecho, no han logrado definir una zona de acuerdo donde puedan converger los intereses de las potencias militares y de los países contrarios al desarrollo de estas armas. Estoy convencido de que pretender la prohibición internacional de estas armas es una utopía que no se va a conseguir. El foco debería orientarse a una razonable regulación que limite la autonomía de las armas letales, reteniendo el control humano sobre las funciones críticas del combate.

En cualquier caso, nos encontramos en un acelerado proceso de automatización de la guerra, algo normal, por otra parte. Lo mismo que la industrialización tuvo enormes consecuencias en todas las actividades sociales y económicas del siglo XX, incluidas las guerras, la robotización también cambiará la sociedad del siglo XXI y sus guerras. Los conflictos armados no desaparecerán; serán diferentes.

«La robótica provocará un cambio radical en el modo de hacer la guerra»

La robótica provocará un cambio radical en el modo de hacer la guerra. En cierto modo, el uso de drones armados, manejados a distancia por operadores, está anticipando el nuevo modelo. Después de los atentados de Al Qaeda el 11 de septiembre de 2001, Estados Unidos desplegó sus drones Predator en Afganistán para realizar misiones de inteligencia y combate. En estos momentos, en la guerra civil de Libia se están usando drones militares de fabricación norteamericana, china y turca, y se está experimentando cómo podría ser la futura guerra aérea.

Con todo, la Guerra del Alto Karabaj entre azerbaiyanos y armenios, finalizada hace semanas, ha sido la puesta en escena del comienzo de una transformación de los conflictos armados que se irá completando en las próximas décadas. Recordemos que, gracias al empleo reiterado de drones militares, Azerbaiyán solo ha necesitado 44 días para ganar una guerra que ha resuelto, de momento, un conflicto que llevaba muchos años enquistado.

Los drones armados, decisivos en los últimos conflictos

En los combates, como es lógico, no se emplearon armas totalmente autónomas, pero los drones armados resultaron decisivos y convirtieron el avance terrestre azerí en un paseo militar. En el Alto Karabaj se ha confirmado que la superioridad tecnológica es garantía de éxito en la guerra futura, sobre todo contra un enemigo empeñado en combatir como a finales del siglo XX. En esta corta guerra se han adelantado algunos factores que definirán el modelo de conflicto de la era de la robótica, porque el uso de armas teledirigidas (drones) y autónomas (robots) tiene similares consecuencias, aunque serán más acusadas con los robots. Estos factores son los siguientes.

Un cambio sustancial en el modelo de los conflictos armados

Estos cinco factores que se han puesto de manifiesto en el Alto Karabaj se potenciarán con el empleo generalizado de los robots militares. Además, surgirán otras características que terminarán por conformar un cambio sustancial en el modelo de los conflictos armados. Son las siguientes:

«La guerra de los robots será habitual. Para los dirigentes políticos será más fácil, y hasta atractivo, adoptar una solución armada para resolver conflictos»

Por lo tanto, estoy convencido de que la tecnología facilitará la guerra en todos los sentidos. Por una parte, las acciones no letales serán más seguras y efectivas: la inteligencia artificial facilitará la toma de decisiones, la gestión de datos y el tratamiento de la información; las máquinas participarán en tareas de apoyo logístico, búsqueda de desaparecidos, rescate de combatientes aislados, evacuación sanitaria de heridos, recuperación de fallecidos o desactivación de explosivos; las plataformas no tripuladas y los medios autónomos de obtención proporcionarán información, localizarán objetivos y alertarán de los ataques en curso. Por si esto fuera poco, en las acciones de lucha armada, las armas autónomas ahorrarán vidas de soldados y civiles. Y todo ello bajo la indiferencia de la mayoría de la población.

«Estamos en medio de una carrera armamentista en la que las potencias militares se están disputando el dominio tecnológico mundial»

En definitiva, la guerra que viene se caracterizará por el bajo costo, el empleo de tecnología de doble uso civil y militar, la privatización, la preservación de la fuerza, la indiferencia ciudadana y, como consecuencia de todo, por el incremento de su frecuencia; probablemente serán más habituales y de menor duración. Además, estamos en medio de una carrera armamentista en la que las potencias militares se están disputando el dominio tecnológico mundial. Si alguna nación lo lograra se habría garantizado la supremacía estratégica hasta que se produzca un nuevo cambio en el modelo de la guerra. Y ese país será la nueva, o la misma, potencia hegemónica mundial.

Mientras tanto, bastará con superar tecnológicamente al enemigo para que la guerra tenga un menor coste humano, económico, social y político, es decir, menos muertos, menos gasto, apatía de la población y dirigentes políticos liberados de dar muchas explicaciones. En Azerbaiyán y Armenia ya lo saben; en otros países, también, aunque no todos han tomado nota.

Polémica y controversias de la incorporación de la inteligencia artificial y la automatización al ámbito de la Defensa

JE: Sin embargo, y aunque la tendencia parece que está clara, el asunto la automatización de la Defensa, la robótica militar y la incorporación de la inteligencia artificial no está exento de polémica y controversias… ¿Es bueno o malo confiar tanto en los avances tecnológicos?

FR: Los avances tecnológicos no son ni buenos ni malos; puede llegar a ser malo el uso que se haga de la tecnología. La clonación de células es un gran avance tecnológico y científico que se puede servir para curar enfermedades o para clonar personas. La ética y conciencia pública determinan que lo primero es bueno y lo segundo es malo. Algo parecido ocurre con la inteligencia artificial.

La robótica militar se puede emplear para la desactivación de explosivos, evacuación médica, rescate, vigilancia, reconocimiento o apoyo logístico. La inteligencia artificial, además, puede gestionar multitud de datos, elaborar inteligencia y ayudar en los procesos de adopción de decisiones. Todo esto no es malo y, en muchas ocasiones, es bueno. Los robots militares también pueden matar y destruir, que son dos acciones muy graves, pero legítimas si se hacen respetando el Derecho Internacional.

La clave, efectivamente, está en determinar si es bueno ‘confiar’ en los robots hasta el punto de delegar en ellos la decisión sobre la vida o la muerte de una persona. Creo que es malo desde un punto de vista ético y va en contra de la conciencia pública. Mi postura, y la de la gran mayoría de los especialistas, es que se debe limitar la autonomía de las armas reteniendo el control humano sobre las acciones críticas del combate, que son la selección de objetivos y los ataques.

«La clave está en determinar si es bueno ‘confiar’ en los robots hasta el punto de delegar en ellos la decisión sobre la vida o la muerte de una persona»

También creo que esta regla debe tener excepciones, opinión que no es unánime. Ante un ataque masivo o por sorpresa que ponga en peligro la vida de soldados o civiles, las armas defensivas deberían poder actuar de forma automática y autónoma, sin esperar a que alguien ejerza el control humano. En los casos de defensa con riesgo de muerte en los que el tiempo de reacción sea un factor crítico, debería bastar con supervisar, no controlar, la acción de las armas autónomas.

JE: En el contexto internacional, ¿en qué posición se encuentra España respecto al resto del mundo en la aplicación y desarrollo de la tecnología y la inteligencia artificial en cuestiones de Defensa?

FR: España, como el Reino Unido y otros países del primer mundo, está desarrollando sus fuerzas armadas de 2035. Por supuesto, todo apunta a que la tecnología tendrá un protagonismo de primer orden. El nivel de ambición y de desarrollo tecnológico español se mantendrá dentro de los límites definidos por nuestra economía, presupuesto de Defensa, percepción política de la amenaza exterior y, en definitiva, de la voluntad y visión de nuestros líderes. En concreto, no creo que alcancemos, ni de lejos, un nivel de robotización de nuestro ejército como el que pretende el JEMAD Carter.

Mi opinión, muy personal, es que no deberíamos renunciar de forma voluntaria y unilateral a disponer de drones de combate y sistemas de armas autónomas letales. Armenia lo ha hecho y le ha costado perder una guerra humillante y dolorosa en solo 44 días. Estoy seguro de que hemos tomado nota.

Particularizando en la Fuerza 35 del Ejército de Tierra, el centro de gravedad sigue siendo el soldado, pero con capacidades reforzadas por la tecnología. El desarrollo de esta futura fuerza terrestre española afectará a todas las unidades y se basa en la colaboración entre Ejército, empresa y conocimiento, sobre todo, la Universidad. El esfuerzo de las empresas españolas que participan en este proyecto se centra principalmente en el desarrollo de tecnologías disruptivas de aplicación a los sistemas de combate a pie, vehículos de todo tipo, sistemas de armas, aeronaves, sistemas de mando y control, comunicaciones, municiones, etc.

En España, los planes y proyectos existen, el conocimiento y el interés empresarial, también, pero el desarrollo y la inversión dependen de la disponibilidad económica. Veremos qué pasa.

Por Rebeca Ruiz

Francisco Rubio Damián

Francisco Rubio Damián (Madrid, 1959) es Coronel de Infantería del Ejército de Tierra en situación de Reserva, egresado en 1981 y Doctor en Sociología (2012). Desde agosto de 2018 es director del Consorcio del Castillo de San Pedro de Jaca (Ciudadela de Jaca). Sus anteriores puestos como coronel han sido Agregado de Defensa en Venezuela (Caracas, 3 años), Jefe del Centro de Seguridad del Ejército (Madrid, 4 años) y director de la Escuela Militar de Montaña y Operaciones Especiales (Jaca, 3 ½ años).

En su carrera militar, ha ocupado puestos nacionales en unidades de Operaciones Especiales, centros de enseñanza y cuarteles generales del Ejército de Tierra y de la Defensa en Madrid, Jaca, Las Palmas, Alicante y Zaragoza. Ha ocupado puestos de Estado Mayor en cuarteles generales internacionales de la OTAN y de la Unión Europea en Nápoles (Italia), Bétera (Valencia) y Mons (Bélgica).

Seis misiones internacionales

Ha participado en 6 misiones internacionales. En la ONU como Observador Militar en ONUCA (Nicaragua y Guatemala), como Observador de Seguridad en ONUVEH (Haití) y como Jefe de Estado Mayor de Operaciones en FINUL (Líbano). En misiones de la OTAN, como analista de inteligencia en los cuarteles generales operacionales de las operaciones Allied Force (antigua Yugoslavia) y Joint Guardian (Kosovo). Y en la Unión Europea como oficial de Planeamiento Estratégico en la operación Althea (Bosnia y Herzegovina).

Ha sido docente militar en el Instituto Politécnico del Ejército nº1 (Madrid), en la Escuela Militar de Montaña y Operaciones Especiales (Jaca) y en la Escuela de Guerra del Ejército (Zaragoza).

Además de sus estudios como cadete en la Academia General Militar (Zaragoza, 4 años) y en la Academia de Infantería (Toledo, 1 año), su formación militar incluye, entre otros, los cursos nacionales de Estado Mayor (Madrid), Operaciones Especiales (Jaca), Superior de Montaña (Jaca), Paracaidista (Murcia) y Buceador de asalto (Murcia y Zaragoza); los cursos extranjeros de Paracaidista alemán y Paracaidista belga, y los cursos de la OTAN de Cooperación Cívico-Militar Estratégico y Operacional (Lyon-Francia) y Táctico (Zaragoza), Planeamiento operacional (Delft-Países Bajos) y los realizados en la NATO School Oberammergau (NSO – Alemania), como los de Gestión de crisis, Operaciones de paz o Política de OTAN para Oficiales Superiores, entre otros. Tiene reconocido el nivel experto de OTAN en inglés y el nivel profesional en italiano.

Entre sus estudios y títulos civiles destacan, en la Universidad de Zaragoza, doctor en Sociología de las Políticas Públicas y Sociales (sobresaliente cum laude) y Máster en Seguridad Global y Defensa; y en la Cruz Roja, Curso de Derecho Internacional Humanitario.

Fuera del ámbito militar, ha sido coordinador del Módulo III del Máster en Medicina de Montaña y la Extrema Periferia Curso de logística sanitaria en actividades organizadas de montaña, en misiones humanitarias y en las expediciones de la Universidad de Zaragoza (de 2010 a 2013), conferenciante en el Máster Unión Europea, del Instituto Universitario de Estudios Europeos de la Universidad CEU-San Pablo de Madrid (2014, 2015 y 2020), en la Escuela de Estudios Internacionales de la Universidad Central de Venezuela (2017 y 2018) y en el Ciclo Encuentros con la Ciencia del Ámbito Cultural de El Corte Inglés (2020). Desde 2013 es asesor y colaborador de la Cátedra Paz, Seguridad y Defensa de la Universidad de Zaragoza.

Libros, trabajos y prensa

Francisco Rubio es autor de los libros Modelo de intervención exterior de la Unión Europea (2014) y Conceptos básicos de seguridad internacional (2017), así como de diversos trabajos académicos en las Universidades de Zaragoza y de Navarra y numerosos artículos de prensa sobre seguridad internacional publicados en España, Brasil, Chile, Mozambique y Uruguay.

El coronel Rubio Damián ha dedicado la práctica totalidad de su trayectoria profesional (39 años) a sus dos especialidades: Operaciones Especiales (18 años) y Estado Mayor (17 años), en este caso, siempre en las áreas de operaciones, planeamiento e inteligencia. En total, ha estado 9 años destinado fuera de España.

Actualmente, en el área de Seguridad y Defensa, trabaja en una investigación multidisciplinar sobre inteligencia artificial y derecho: abogacía, protección de datos, ética, Constitución, seguridad y defensa… que consistirá en uno o dos seminarios y la redacción de una monografía con las aportaciones de los participantes, bajo la dirección de Raquel Castillejo, catedrática de Procesal de la Universidad de Santiago de Compostela y de Raúl César Cancio, letrado del Tribunal Supremo. Paralelamente, está escribiendo un libro sobre la inteligencia artificial aplicada a la guerra.

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