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Johhny Deep, Hanna Arendt y la banalidad del mal

Entre abril y junio de 1961, la entonces periodista Hanna Arendt fue enviada por la revista The New Yorker a cubrir el juicio del Estado de Israel contra Adolf Eichmann en Jerusalén.

Mientras asistía al largo y minucioso proceso de enjuiciamiento a Eichmann, como uno de los principales nazis responsables del exterminio de más de seis millones de judíos durante el Holocausto; Arendt escribió algunos artículos que después transformó en el contenido del que sería su más conocido libro “Eichmann en Jerusalén. Un informe sobre la banalidad del mal”.

La tesis de Arendt sostiene que el mal banal es un nuevo tipo de mal que se caracteriza por su falta de reflexión y de compromiso ideológico, y que en ello radica su peligrosidad y su gran poder de propagación.

En la figura de Eichmann, Arendt vio materializada una capacidad infinita para llevar a cabo los males más horrendos por los motivos más insignificantes y nimios. La pensadora concluyó que no ejercer la facultad de pensamiento puede llevar a la humanidad a realizar el peor de los males sin inmutarse por ello.

No puedo evitar pensar en las reflexiones de Arendt y su concepto de la banalidad del mal, y perdonen el gran abismo moral que separa ambos lados de mi reflexión, al ver la gran cantidad de “defensores de los derechos de los hombres” que surgen a raíz del juicio televisado por difamación que conduce Johnny Depp contra Amber Heard.

Sin entrar en los pormenores del caso, que está tomando la misma notoriedad que tuvo el de O.J. Simpson en su momento, lo que me llama la atención es la cantidad de oportunistas que están aprovechando la ocasión para señalar y denunciar que la violencia de género no tiene sexo, y que las mujeres no podemos confiscarnos el monopolio de este tipo de maltratos.

Me pregunto qué habría pensado, dicho o escrito Hanna Arendt de haber vivido en este momento histórico, qué habría concluido sobre este nuevo juicio abierto de haber sido asignada a su cobertura, y qué habría expresado sobre “los filósofos de redes sociales”, sobre los “analistas de páginas amarillas”.

Si me tocara adivinar, siento que habría concluido que la banalidad del mal no es algo que queda restringido únicamente a los regímenes totalitarios, por lo que habría traducido su pensamiento a lo que sucede hoy en las redes sociales, los medios de comunicación y en general en esta sociedad occidental, en donde la libertad de opinión se ha convertido en libertinaje y en donde cada quien puede expresar libremente su opinión sobre lo que sea, tenga o no conocimiento, tenga o no razón, tenga o no sentido común, el cual todos sabemos es el menos común de los sentidos.

Gritar a viva voz por cualquier medio social que los hombres son tan víctimas como las mujeres de la violencia de género demuestra un grado de ignorancia tal que solo puedo entenderlo si lo asocio al concepto de Arendt sobre la banalidad del mal.

Pues hay que ser muy ignorante o muy perverso para hacer una apología del maltrato masculino a manos de las mujeres basándose únicamente en el caso de Johnny Deep contra Amber Heard. Un caso muy notorio y mediático ciertamente, pero que no dice nada sobre las verdaderas estadísticas que demuestran cuál es normalmente el sexo que ejerce la violencia y cuál es el sexo sobre el cual es ejercida la violencia con mayor frecuencia a lo largo de una larga, muy larga historia.

Según la Organización de Naciones Unidas, a nivel global, se estima que 736 millones de mujeres, alrededor de una de cada tres, ha experimentado alguna vez en su vida violencia física o sexual por parte de una pareja íntima, o violencia sexual perpetrada por alguien que no era su pareja (el 30% de las mujeres de 15 años o más). Estos datos no incluyen el acoso sexual y algunos estudios nacionales muestran que la proporción puede alcanzar al 70 por ciento de las mujeres.

La mayor parte de la violencia contra las mujeres es perpetrada por sus maridos o parejas íntimas o por parte de sus ex maridos o ex parejas. Más de 640 millones de mujeres de 15 años o más han sido objeto de violencia de pareja (el 26% de las mujeres de 15 años o más).

A nivel global, alrededor de 81,000 mujeres y niñas fueron asesinadas en el 2020, unas 47,000 de ellas, (es decir, el 58%), a manos de sus parejas o familiares. Esto equivale a una mujer o niña asesinada cada 11 minutos por personas que conocen. En el 58% de todos los homicidios cometidos por las parejas íntimas y/o en el contexto familiar, la víctima fue una mujer o niña.

La violencia ejercida por el hombre contra la mujer es algo que lamentablemente se está haciendo tan normal que la sociedad ha llegado a naturalizarlo y a darlo por sentado. Por eso, la gran cantidad de feminicidios ocurrida en los países latinos en los dos últimos años no ocupa los titulares de prensa, no llena de lamentos lacrimógenos los perfiles de Tik Tok, no monopoliza editoriales ni es objeto de análisis meticulosos por parte de los nuevos filósofos de Instagram.

La violencia del hombre contra la mujer ya no es noticia. Como ejemplo, puedo aportar la cifra de los más de 60 feminicidios (conocidos) registrados en los primeros cinco meses del 2022, solo en Venezuela; que no ocupa los titulares de prensa.

En cambio, la supuesta violencia ejercida por una mujer contra un hombre (y no soy yo quien puede determinar su culpabilidad), pero que evidentemente no terminó en un masculinicidio… es la noticia que por excelencia está acaparando la atención del mundo occidental.

El mal se ha vuelto a banalizar.

Y que me perdone Johnny Deep por haberlo usado como ejemplo.

Y que me perdone Hanna Arendt por haber tomado prestado sus conceptos filosóficos.

Y que me perdonen los miembros del pueblo judío, los miembros de mi pueblo, por estar realizando una comparación que simplifica demasiado lo que fue la “solución final” y lo que significó el holocausto perpetrado por los nazis y sus colaboradores contra la judería europea.

En todo caso, solo me queda despedirme con una frase lapidaria “quien no conoce su historia está condenado a repetirla”.

Bien vale la pena sentarse a pensar sobre cuáles son las lecciones que debemos aprender como individuos y como sociedad.

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