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Josle Cesarman, pintora que expuso recientemente en las Jaulas de Polanco

JOSELE CESARMAN: NUEVA YORK, CIUDAD DE HIERRO
Becky Rubinstein

El finado José Luis Cuevas habló de Josele Cesarman, más allá de su amistad.

Presencia desde sus inicios como pintora, consta la evolución de una artista de tremenda disciplina, que la orilló a encerrarse en su taller de mañana y de tarde. Su talento –afirma– requiere infinita paciencia y Josele la posee, y agregamos: “no la compra”.

Cuevas hace referencia a los paisajes de gran formato, que la convierte en una de las grandes figuras del paisajismo
contemporáneo.

Dichos paisajes, de alguna manera, se avienen a la perfección en música con Berlioz, en la literatura, con las hermanas
Bronte, o con Henry James y por qué no, con Edgar Allán Pöe…¡Qué maravillosa experiencia: haber sido invitado al estudio de Josele!

Josele para nada es una improvisada.

Un vistazo a vuelo de pájaro revela sus horas de estudio para forjarse como historiadora, como maestra de historia para finalmente, forjarse como seria y productiva pintora que lo mismo expone en Bellas Artes que en Dallas, Texas, que lo mismo expone de manera individual –con gran aplauso de la crítica y de sus seguidores– o de manera colectiva en Querétaro y Puebla donde se lució al lado de pintoras mexicanas de diferentes siglos: del XVIII, XIX y XX.

Ya en el siglo XX, Josele expone en la Galería Torre del Reloj, Polanco.

La invitación atestigua una de las épocas más floridas y, pensamos, productivas. Jardines que recuerdan el edén, acaso a
Russeau, acaso uno de los floridos jardines de Coyoacán…Acaso el jardín de un poeta… Citando a Paul Klee: “El arte no existe para reproducir lo visible, sino para hacer visible aquello que está más allá de los ojos”.

Tamara Trottner muy acertadamente escribió:
“…entonces el verde se vuelve hoja y la hoja hiedra luz…”

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Leonora Carrington –amiga y conocedora de la obra de Josele– cuando la exposición de la pintora en la Galería Alberto Misrachi, escribió: “Uno se pierde frente a la obra de Josele y no puede sino penetrar la espesura de los árboles”.

Carlos Fuentes a raíz de la exposición del Centro Cultural San Ángel, habla de las ventanas góticas de la obra de la artista.

Rescatamos unas someras y acuciosas líneas, escritas por el eminente escritor, amigo de casa:

“El cuadro entra en nosotros como nosotros entramos en el cuadro… “Estamos mirando el retrato, como Josele titula uno de sus cuadros, de un ‘universo inconcluso’. Podría ser el nombre de toda su obra. Es el nombre de un triunfo ante la muerte”.

The Little Show, por su parte, evoca escenas del ayer, especie de collage colectivo en tonos diversos.

La paleta de la pintora es amplia y juguetona: azules, rojos, magentas perfectamente repartidos en pos del romance, el sueño y las canciones de época: el romanticismo convertido en pintura: las violetas se hermanan a flores bermejas que
recuerdan las flores de los pequeños, de cuando aprenden a imaginar en el papel, mensajes de amor y dulzura, promesas de felicidad y la felicidad transformada en besos ansiados, aunque medidos por las buenas costumbres.

Y ahora, Nueva York, una exposición reciente en la Galería Torre de Reloj, Polanco…La exposición neoyorkina comienza en el taller de la artista, donde los pinceles y los colores están a la mano, para cuando se inspire…A cada rato… Josele no suelta el pincel y el pincel no la suelta, en este caso con el objeto de plasmar en el lienzo Nueva York –en diferentes horas del día y preferentemente de la noche, y preferentemente en otoño, en invierno–. Las luces emanan de los edificios iluminados por dentro que iluminan las calles, que nunca duermen.

Nueva York, a ojos de Josele, es la Ciudad de Hierro.

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“Nueva York es mío –asegura Cesarman”.

La he visitado en todas las estaciones, en todas las temporadas.

Para Cesarman Nueva York es sinónimo de libertad, de la libertad que inspira a sus habitantes, acaso a los visitantes quienes se sienten casa.

Como los migrantes, llegados a la tan ansiada América, símbolo de libertad, además de oportunidades, cuando el Viejo Mundo se deshace en guerras, en carestía…Nueva York, melting pot, brinda oportunidades mil…Hoy como ayer simboliza el sueño americano. Por Nueva York se entra al Nuevo Mundo siempre invitante, burbujeante y atractiva, como la obra
de Cesarman.

La artista planea visitar Nueva York para celebrar en familia su cumpleaños. Según dice, lleva una vida entera de amar a Nueva York, ciudad donde la extravagancia se transforma en escenas cotidianas: nadie voltea a ver a nadie, todos son iguales e igualmente merecedores de una mejor vida, de oportunidades… Para concluir, la infatigable Josele, Nueva York es el atractivo mayor.

Representa la libertad del alma, sinónimo de realización… De culminación…

Josele se prepara para contemplar en vivo, al Nueva York ensoñecido y siempre vital: el de los inmensos edificios, el del teatro de antigua historia – del teatro idish, incluso– y de amargor para quienes fueron disminuidos por el sueño americano.

Y fiel a la lectura de la gran urbe, la artista habrá contemplado más de una vez el memorial por los desaparecidos durante la inclemente fecha del cataclismo en el corazón de Nueva York… Ciertamente, la Urbe de Hierro se presta a
diversas y disímbolas lecturas.

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