Campeche

Jugando con fuego

Ya hemos comentado en varias ocasiones la incapacidad estratégica del habitante de Palacio. No puede imaginar las consecuencias de sus actos, más allá de intentar, a punta de fuerza, que se cumplan sus deseos y ocurrencias. Por eso se le ha ido acumulando una gran cantidad de problemas que no se resuelven, si acaso se posponen, pero que ahora, a meses del fin de su gobierno, son ya una presión relevante. Sin embargo, él parece no percibirlo, porque imagina que muchos de ellos son en realidad parte de un complot en su contra, y no reclamos justificados de diversos grupos de la población. Por eso no ve contradicción entre su estrategia de desmovilizar a los votantes insistiendo en que ya se coció el arroz y las reacciones del público. No parece considerar la diferencia en asistencia a los mítines de su coalición y los de la oposición, o las rechiflas y reclamos que reciben sus candidatas. Los agrupa en la conspiración en su contra, y se olvida de ellas (las contradicciones, pero también las candidatas). La última elección nacional ocurrió en 2021, y la coalición opositora la ganó con claridad. Debido al esquirol de Movimiento Ciudadano, la mayoría quedó en manos de Morena y aliados, y tuvimos que sufrir las “reformas” que al final fueron inconstitucionales, el plan B, los nombramientos pospuestos de consejeros, magistrados y demás. Desde entonces la ambición de la tercera vía ha sido costosa para la democracia mexicana. La suma de votos de ambas coaliciones, en los últimos tres años, arroja un empate. En ese contexto, la posibilidad de que una candidata tenga 20 o 30 puntos de ventaja es increíble. La publicación constante de encuestas que no tienen solidez, pero sí amplios márgenes, es una estrategia coordinada desde Palacio. La presión a los medios, también. Pero al mismo tiempo, la sociedad se moviliza, y fuerte. Basta ver lo ocurrido en Campeche, antier: miles de personas se manifiestan contra el incremento de violencia que ha provocado el gobierno de Layda Sansores. Basta ver las críticas de académicos, investigadores y personalidades de la cultura que pudieron elevar frente a Xóchitl Gálvez, porque con Sheinbaum ni siquiera pueden hablar. El camino que está siguiendo el gobierno es muy peligroso. Insistir en ventajas de 20 puntos, que el día de la elección pueden convertirse en una derrota, es abonar al conflicto. Hacerlo cuando Morena y aliados están perdiendo ya las dos elecciones de gobernador con más población, especialmente Ciudad de México, es absurdo. Presionar a los medios para que no reporten movilizaciones, o reuniones, es tratar de esconder una realidad que emergerá el 2 de junio. Orillarlos a despedir reporteros o articulistas es todavía peor, porque muestra la falta de espina dorsal de los medios (que no es sorpresa). López Obrador quiere convencernos de que tienen ganada la elección, de que no vale la pena votar, pero además nos ha dicho, claramente, que si votamos y pierde, argumentará golpe “técnico” y se defenderá. Por si las moscas, sigue obstaculizando la organización de las elecciones, movilizando a los siervos para que actúen contra la ciudadanía el 2 de junio, y confiando en que sus aliados y financieros de siempre, el clan de Badiraguato, también le ayude. Es decir que no desperdicia ninguna herramienta con tal de impedir que usted decida quién debe gobernar el país. Su máxima aspiración es que usted no tenga voluntad. Pero su éxito depende de que millones de mexicanos acepten doblegarse. Muchos millones. No los tiene. Hoy son más quienes tienen una opinión diferente acerca de lo que debe ocurrir con el país. Les falta convencerse de que no importará su opinión en caso de que el conspirador palaciego logre su objetivo. Pero ya están encaminados.

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