Zacatecas

La estupida violencia

Muchos mexicanos nos negamos en redondo a normalizar la violencia. Los acontecimientos que se han dado en nuestro país en los últimos días son una muestra trágica de como la agresión, el encono, el crimen, las golpizas y los disturbios se han ido apoderando de nuestro país ante una población silenciosa que no atina a reaccionar. Muchos, indiferentes o envalentonados por los que hoy nos gobiernan, pretenden que no ha pasado nada, que los fusilados de Michoacán, los colgados de Zacatecas, los siete periodistas asesinados en lo que va del año o las conductas salvajes y brutales que presenciamos en el estadio La Corregidora de Querétaro son simplemente eventos aislados y que con el remedio de abrazos no balazos las cosas se van a calmar y si no… pues ni modo.

Pareciera que la polarización promovida por el presidente, sus ataques diarios a periodistas, empresarios, científicos, académicos y a todos los que no piensen como él han sido un factor importante para despertar en buena parte de la población esa ira ciega que tanto dolor está dejando a su paso.

No se necesita ser un experto para saber que en muchas sociedades aquel que muestra conductas agresivas o incluso violentas en un grupo adquiere un estatus social mayor y dominio sobre posibles competidores al derrotarlos por las buenas o las malas. Y esto ha sucedido y sucede entre los gorilas, las sociedades, los estadios de futbol o en la escuela primaria a la vuelta de la esquina.

Digamos que la agresión y hacer ostentación de ella es reforzado en muchas sociedades (y por muchos gobernantes irresponsables o personajes tan desafortunados como el dirigente morenista Mario Delgado) porque resulta una conducta atávica de la preeminencia del más fuerte para garantizar la sobrevivencia del grupo. La educación y la cultura han venido a moderar estas conductas primitivas, pero…cuando no se tiene ni la una ni la otra y se dispone de todo el poder los ánimos se exacerban y las consecuencias, como estamos viendo, pueden ser muy graves.

En psicología sabemos que todas las personas pasamos a lo largo de nuestras vidas por una serie de niveles evolutivos morales y a lo largo de nuestro desarrollo somos capaces de pensar en los otros y no solo en nosotros mismos. Pero no todos los individuos alcanzan los niveles de madurez superiores. Si no se da en los primeros años de vida una relación o vinculación emocional que permita compenetrarse con el otro (la madre, el padre, el tutor, un hermano, etc.), el niño crecerá con un deficiente desarrollo empático y problemas de socialización que tarde o temprano se traducirán en conductas agresivas y violentas.

Recordemos que es en la familia donde el niño aprende el reconocimiento de los demás y consolida sus capacidades empáticas. Los psicólogos que han trabajado en este tema concluyen que los niños necesitan mucho amor y dedicación de los adultos que los acompañan para lograr, primero, un sano sentimiento de autoestima y, si un niño se encuentra contento consigo mismo, podrá relacionarse y sentirse a gusto con los demás sin violentarlos.

Y todo esto es muy importante para ser un individuo maduro y democrático que pueda tener un respetuoso intercambio de opiniones, valorar las ideas de los demás y saber discutir los motivos del otro. Poco de esto tenemos hoy en día entre los que nos gobiernan y esta hostilidad hacia el de enfrente pareciera que se contagia a la población en general.

Esto es, una conducta considerada socialmente correcta es producto de la madurez y capacidad de reflexión del individuo. Si no se da esta madurez introspectiva es imposible comprender a los otros. Desafortunadamente creo que estamos viviendo un momento de absoluta indiferencia hacia los demás y esto es muy preocupante para nuestro país.

Una sociedad inteligente es capaz de ponerse en los zapatos del otro, actuar en consecuencia y crear lazos afectivos con otras personas. ¿Acaso está pasando esto en México?

Una virtuosa combinación de gobernantes responsables y empáticos, una ciudadanía más participativa y solidaria, así como la implementación de controles sociales firmemente establecidos han logrado atemperar la violencia a lo largo de la historia, pero cuando los poderosos fomentan la irritabilidad y el desprecio generalmente las cosas terminan muy mal para todos. Lo estamos viendo.

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