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La otra migración, rumbo a un sueño mundial; venezolanos refugiados en Coahuila buscan llegar a las Olimpiadas

“Llegar a tomar una decisión de esa magnitud, de decir ‘me voy de mi país a un lugar donde no conozco, donde no tengo a nadie’. Sí es fuerte”, volvió a decir Marialejandra.

Que es fuerte, dijo.

Su primer hogar fue un apartamento chiquitito, de alquiler, que no se parecía en nada a la casa con sus recuerdos que dejaron en Venezuela.

Pronto Marialejandra, que había estudiado para administradora de empresas y contador público, se consiguió un empleo de recepcionista y a Edilio, licenciado en psicología, lo contrataron como mesero en un restaurante.

“Trabajando aquí, trabajando allá, pero sin tiempo para entrenar al 100 por ciento. Es un deporte caro, no es como el futbol: los zapatos, el balón y a entrenar. Aquí la pistola es cara, los lentes son caros, los filtros son caros, las municiones con caras, las dianas son caras. Todo eso generó que nosotros dijimos ‘no, no entrenamos más, mejor nos retiramos, nos olvidamos del deporte’”, relató Edilio.

Los hermanos, que desde muy jóvenes se habían forjado por años como deportista de alto rendimiento en la disciplina de tiro olímpico con pistola de fuego y de aire en su natal Barquisimeto, estado de Lara, región centroccidental de Venezuela, extrañaban estar en la cancha de tiro, en el gimnasio, practicando o en una competencia.

Edilio comenzó a echar barriga y Marialejandra, que además de trabajar tenía que oficiar de mamá y ama de casa, a perder su condición de atleta.

Su ahínco por este deporte los había colocado, al principio, en la selección de Lara y luego en la de todo el país.

“Yo salí siendo el número uno de Venezuela y con mucha diferencia, el segundo lugar estaba a muchos puntos de mí…”, narró Edilio.

Al rato él y Marialejandra estaban compitiendo en eventos de talla internacional como los Juegos Centroamericanos y del Caribe, los Juegos Panamericanos, campeonatos iberoamericanos, Grand Prix en Europa y copas del mundo.

La vitrinas de la casa de Edilio y Marialejandra se vieron desbordadas con medallas de oro y plata de toda América, entre las cuales relumbraba la presea que le daba a Edilio el título de campeón de la Copa América; y las medallas de oro y plata con las que Marialejandra se encumbró como líder absoluta en los Juegos Centroamericanas y del Caribe.

Pero acá el trabajo, su instinto de supervivencia, los había absorbido por coplero.

Y su esperanza de estar frente a una diana, en un polígono de tiro, la pistola apuntando a sus sueños, se había esfumado como el eco de un disparo.

Después de haber llegado a Saltillo, Edilio siguió entrenando, compitiendo, representando a Venezuela, a pesar de que no estaba allá y de que no tenía apoyo económico alguno.

Reunió el salario de su trabajo como mesero para pagarse él mismo su entrenamiento y entrenaba, él mismo compró boleto y se fue a competir a los Juegos Panamericanos de 2019, por Venezuela.

Pero en aquella ocasión su desempeño, reconoce, no fue bueno.

“Las ojeras me llegaba aquí porque trabajar, pararme temprano a entrenar, trabajar, era insoportable y no tenía ese rendimiento deportivo… Cuando terminé esa competición mis compañeros de otros países me dijeron, ‘¿por qué disparaste esa puntuación si tú das para más?’. Porque estaba fundido, estaba muy cansado. Ya después nos retiramos”.

Hasta que un día, “Los sueños nunca mueren…“, mientras Marialejandra y Edilio miraban el desfile de la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos 2020, escucharon que después de la delegación de Grecia nombraron a la selección de refugiados que iba enarbolando la bandera olímpica.

“Y yo decía ‘¿selección de refugiados?, ¿por qué?, y empecé a investigar…´”.

Se trataba, supo más tarde Edilio, del Programa de Atletas Refugiados, auspiciado por el Comité Olímpico Internacional, cuya intención es reinsertar en el deporte a gente como Marialejandra y Edilio, y que ellos representen la causa a los refugiados en el mundo con miras a participar en los Juegos Olímpicos, en este caso de París 2024.

“Hay crisis migratoria aquí, a tres horas de donde estamos sentados. Cientos de latinoamericanos, la mayoría venezolanos, y este programa es una manera de apoyar a todos los refugiaos del mundo”.

El programa consta, entre otros beneficios, de una beca, la beca “Esperanza Olímpica para Refugiados”, para gastos de pago de renta, alimentación, hidratación, entrenamiento, gimnasio, vitaminas y fisioterapia.

Para acceder al Programa Marialejandra y Edilio debían contar con la figura de refugiados en México y una trayectoria destacada en el deporte de su especialidad.

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“Haberte visto forzado u obligado a dejar tu país, a dejar tu deporte”.

A la sazón Edilio se acordó de cuando tuvo que vender una de sus pistolas de competencia para pagar sus gastos tras su llegada a Saltillo, pero se acordó también de que aun le quedaba una pistola.

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