Educación

Manuel Gil: «Las librerías que no tengan e-commerce van a sufrir bastante.» – Escuela de Edición de Lima

En estos últimos meses se ha reflexionado mucho acerca del libro y queda claro que, aunque el sector editorial tradicional se muestra vulnerable, existe la oportunidad de adaptarse a los nuevos tiempos, tomando una revancha que se tenía pendiente hace años en cuanto al fortalecimiento del comercio en línea, tanto del libro digital como el impreso.

Por Juan Miguel Marthans

España, hasta el momento, ha sido uno de los países más golpeados por el COVID-19. Aunque está retornando lentamente a sus actividades, lo hace con problemas económicos inevitables y considerables que repercuten y se evidencian en la industria del libro, un sector que ya venía debilitado. El panorama editorial para Latinoamérica no es auspicioso, pues la situación sanitaria en países como Colombia, Ecuador, Chile, México o Perú va a transitar un camino que podría ser más duro que el vivido por España, y a todo esto se suma a las falencias del sector y a la insuficiente inversión en políticas culturales —o casi nulas, como en el caso peruano.

Manuel Gil Espin es el actual director de la Feria del Libro de Madrid. Tiene una amplia trayectoria en el mundo del libro como editor. También es autor de El nuevo paradigma del sector del libro (Trama Editorial, 2008) y coautor del Manual de edición. Guía para estos tiempos revueltos (Cerlalc, 2016; y La Travesía, 2018). En esta entrevista esboza el panorama al cual se enfrenta la industria editorial. Además, presenta los cambios a los cuales se debe adaptar un evento como la Feria del Libro de Madrid —reprogramada para inicios de octubre—, así como lo que se podría esperar de eventos importantes del sector editorial frente a la situación actual.

Una pregunta directa: ¿Cómo está el panorama editorial en España?

Está complicado. El problema que hay aquí con el sector del libro es que no habíamos acabado de recuperarnos de la crisis del 2008. Al cierre del 2019 estábamos alejados un 22 % de las cifras del comercio interior del año 2008. De cara al 2020, tuvimos tres meses de facturación, es decir enero, febrero y mitad de marzo, en los que el mercado se ha comportado con mucha atonía, y luego tuvimos dos meses de cierre de todo el sector, lo que nos deja un periodo de siete meses para cerrar. El problema es ver cómo se puede comportar la demanda en estos siete meses.

A diferencia de la crisis del 2008, cuando los perdedores de la crisis fueron los editores pequeños y medianos, estos contaban con un mercado con el que antes no contaban: Latinoamérica. Era común escuchar a editores españoles decir en 2011 o 2012 que vendían más en América que en España. Y esta crisis no va a tener a América; su sector tampoco andaba bien, y ahora con la contracción que tendrá todo el mercado no se va a poder contar con Latinoamérica. De manera que la previsión más razonable es que volveremos a tener un descenso importante del número de librerías y un cese importante en el campo de editoriales.

En estos meses lo que se ha visto —y se verá con la apertura escalonada de las librerías— es que hay una guerra muy fuerte por el control de los lineales, y en eso los grupos grandes tienen una buena ventaja por este control. En los dos meses del cierre los grandes grupos han aplazado pagos a las librerías y eso les ha ayudado, pero los otros no han podido. Esto nos hará retroceder más o menos al año 1996 o 1997. Es un retroceso enorme.

En estas pocas semanas que las librerías han vuelto a atender de forma regular, pero con una serie de restricciones, ¿qué respuesta se ha percibido por parte del público?

Ahora se viene realizando la reapertura de librerías. Era una reapertura solo para la gente que tuviera pedidos, y las librerías les daban una especie de cita. Hubo un movimiento de mucha solidaridad, especialmente a las que son librerías de barrio. Hubo un repunte de ventas iniciales porque los libros han estado muy presentes en los medios, y además ha habido mucha solidaridad comunal, pero pasado ese entusiasmo inicial vamos a ver una caída. Nos vamos a mover en torno a los 4 millones de desempleados, un 10 a 12 % de descenso del PIB. Por lo tanto, la demanda va a ser muy pequeña.

Los libros electrónicos y el comercio en línea siempre han estado desarrollándose y creciendo en el mercado, pero en esta crisis han encontrado una oportunidad para masificarse y llegar a gente que antes no lo stenía como opción. ¿Cómo ves el futuro del e-commerce y los libros electrónicos?

El comercio electrónico del libro es una tendencia mundial. En España no es una novedad. Del 2012, cuando representaba un 8 %, pasó al 20 % para el 2019. Hubo un abandono de la compra en la librería física. Eso plantea dos problemas: por un lado, ¿cuáles son las librerías que están haciendo comercio electrónico y se están comiendo ese 20 % del comercio interior? Y, por otro lado, el problema de que Amazon tenía prácticamente un monopolio en España, casi el 80 %. El e-commerce se repartía entre Amazon, La Casa del Libro, algo en Fnac y luego pequeños pedidos de algunos libreros especializados como Marcial Pons —que tiene un e-commerce en el área jurídica hace mucho tiempo—. Pero el resto de las librerías independientes estaban fuera. Ahora veremos una extensión de la base de clientes que optarán por el comercio electrónico. Ya no son los frikis o la gente más avanzada tecnológicamente. Lo que ha ocurrido es que la base piramidal del cliente se ha ampliado mucho porque la pandemia va a durar un buen tiempo, y la visita a las librerías se va a espaciar mucho.

Por lo que comentas, es vital la implementación de sistemas de comercio electrónico para las librerías.

Las librerías que no tengan e-commerce van a sufrir bastante. En el caso de España eran muchas las librerías independientes que ni siquiera tenían página web; y muchas con página web tenían muy poco movimiento. Y no solo estamos hablando de libros electrónicos, también hablamos de libros físicos. El problema del 20 % de Amazon que significaba el comercio electrónico era el sumatorio de vender libros en papel, porque el libro electrónico tiene una cuota del 5 % y solo se contabilizan los libros que tienen ISBN. En Amazon hay libros con códigos ASIN, por lo tanto, ese número sería más elevado, y podría llegar al doble. Las librerías o se incorporan al comercio electrónico o estarán muertas en ese punto.

Hay que tener presente que internet premia mucho la rotación. Por ello, no basta con que el usuario se diera de alta en diecisiete librerías que ofrecen e-commerce. Lo lógico y razonable sería competir desde una macroplataforma de librerías independientes. Existe una plataforma llamada Todostuslibros.com, es un buscador. En ella introduces el nombre de un libro y te dice en qué librerías se encuentra disponible. Puedes acotar la búsqueda poniendo el código postal de tu ciudad y te dirán solo las de tu ciudad. Pero si querías obtener ese libro, tendrías que visitar la librería. Ahora, con esas 700 u 800 librerías se puede formar una macroplataforma que podría pasar a competir directamente con Amazon. Hay que pensar en términos de comercio electrónico, todos están pensando más bien en reforzar el tejido de librerías por evitar una canibalización del canal físico a partir del canal on-line, allí creo que cometen un serio error porque eso no tiene vuelta atrás. Si me hubieran dicho hace cinco años que iba a ser un cliente habitual de las compras en línea, hubiera dicho que no. Pero ahora hay muchas compras que uno hace desde el ordenador, por comodidad, por tiempo, entre otras cosas; y más ahora por las circunstancias actuales.

Hace unas semanas hice una potencia con Daniel Benchimol. En ella mostré información del ascenso de librerías en Europa para ver qué está pasando en el mercado. En ellas se veía que la venta de libros electrónicos se ha incrementado en un 50 % y el préstamo digital en un 80 % durante los meses que han estado cerradas las librerías. En España hay una plataforma que se llama eBiblio; pertenece al Ministerio de Cultura y a las comunidades autónomas. Esta es una biblioteca de préstamo digital, y el crecimiento que ha tenido ha sido espectacular. El audiolibro también ha crecido un 40 % en sus ventas, y dudo mucho que esta subida vaya a caer, porque cuando la gente prueba un servicio y le ha servido, difícilmente lo deja.

Cómo director de la Feria del Libro de Madrid ¿qué expectativas existen para esta edición, considerando el nuevo panorama y las medidas sanitarias que se deben tomar?

Este es el cuarto año que debería dirigir la Feria del Libro de Madrid. Digo «debería» porque no sabemos qué va a ocurrir este 2020, cuando la feria cumple 79 años. El año pasado tuvimos 2,4 millones de visitantes, el número más grande como feria hispanohablante. De esa cifra, tenemos un 17 % de comunidades ajenas a Madrid. La feria se ancla en la identidad de Madrid, pero hay cierto turismo del libro porque en esta feria se desatan todos los lanzamientos de novedades, todos los planes editoriales y todo se construye pensando en la feria. Cuando se planteó este tema en marzo, nosotros fuimos la primera feria que aplazó. Y no fue porque fuésemos mal vistos, sino porque los informes del coronavirus decían que no iba a ser solo una gripe. Entonces pensamos que llegado el mes de mayo tendríamos en mente un aplazamiento. Barajamos los meses de julio, agosto, septiembre, hasta que llegamos a octubre, en el que supusimos que la pandemia ya estuviera en retroceso como para realizar la feria con todas las restricciones. La idea era no renunciar a una construcción cultural colectiva como es la Feria del Libro de Madrid.

¿Cuáles son las medidas que han considerado tomar para octubre?

Si realizamos la feria en el mes de octubre, lo haríamos bajo un protocolo que se denomina feria segura. Estamos en un parque público similar al Parque de los Próceres en Lima; no pondríamos una carpa porque hace buen tiempo en octubre. Vamos a introducir un control de temperatura, así como control de casetas y de aforo. Evidentemente, hay dos cosas que en octubre no van a solucionarse, como lo son el tema de la aglomeración y la distancia social. La única forma de realizar esto es con un control de aforo. La feria, un sábado normal, podría tener 300 000 personas, pero esta vez no va a poder ser así. Se ha planteado al ayuntamiento introducir tecnologías para controlar la temperatura, el aforo, cámaras de nebulización, señalizaciones en el suelo; hay que introducir infraestructura nueva y personal auxiliar extra para el control. También debemos considerar que hay un fenómeno que es comprar un libro y llevarlo a que lo firme el autor. El año pasado tuvimos 1800 autores, que en total generaron 5300 firmas, y esto forma unas colas de 300 personas.

El control de aforo va a hacer que el número de visitantes decrezca de una manera enorme; podremos pasar a tener al día unas 30 000 personas, que igual es un número grande. Es cierto que con el descenso de público la gente que viene un poco a pasear posiblemente no venga, y solo tendremos al comprador asiduo de libros. Pero el proyecto, desde luego, se basa en cerrar un recinto al aire libre, vallarlo y dejar una especie de búnker cerrado donde se respeten todos los protocolos de seguridad. Los pabellones donde se realicen los eventos se van a desinfectar varias veces al día, habrá controles de todo tipo. Eso es lo que le hemos planteado al ayuntamiento.

Suponiendo que nos dijeran que las cifras todavía son muy altas, hay que considerar que, mientras más reduzcamos el aforo, menos atractivo resultará para las marcas editoriales. Para ello hemos visto que las editoriales de Madrid tuvieran una subvención por parte del ayuntamiento, porque si la reducción de aforo se lleva a cabo, sus posibilidades comerciales decrecen.

En el caso las autoridades sanitarias digan que, aún con medidas de seguridad, mamparas dentro de las casetas de venta o autores que firmen separados del público, la feria no pudiera llevarse a cabo, entonces tenemos otro plan: una feria virtual. No estamos hablando de un video por YouTube. Estamos hablando de desarrollar una plataforma con tecnologías 3D y con inteligencia artificial. Lo que el visitante podría hacer es entrar a la feria con una especie de avatar con el que podría recorrer los stands, ver los escaparates de cada uno, interactuar con la editorial a través de un chat, y adquirir esos mismos libros. Pero para adquirirlos tendríamos que darle muchas vueltas, porque los editores querrían que se derive a ellos; eso tendríamos que trabajarlo. Estamos pensando en constituir una librería única, la librería de la feria, y los beneficios se fueran a repartir entre las editoriales del evento. Pero no sería una feria virtual de dos charlas por YouTube, no. Es cuestión de aplicar tecnología de punta.

La FILBo fue la primera que tuvo que enfrentarse al problema del aislamiento social y plantear una feria virtual. ¿Qué te pareció el desarrollo de FILBo?

FILBo lo ha hecho bien. Usaron una tecnología básica pero muy potente, la tecnología Cisco Webex. A nosotros nos gustaría ir un paso más. Las cifras que se han mostrado, el seguimiento, las charlas, las entradas a la página web, todo ha sido muy bueno. Pero hay una característica de FILBo y la Feria de Buenos Aires, y es que ellos tienen mejor base digital que nosotros. Nuestro número de seguidores en Facebook, Twitter e Instagram es el 50 % de los seguidores de ellos, y tal vez es más bajo. La feria de Madrid se ha adaptado tanto tiempo al modelo analógico que nuestra base tecnológica es mucho más baja, no tendríamos tantos seguidores como ellos que han trabajado más en esa línea, y eso nos puede pasar factura ahora. Por tanto, si hacemos una feria digital, evidentemente partiremos desde una base distinta a los otros. Pero si la feria no puede hacerse físicamente, habrá que hacer algo on-line para mantener la marca y la relación con la sociedad lectora, e intentaremos ser más creativos e innovadores. Buscaremos que sea una interface lo más sofisticada y espectacular posible.

Las ferias que vienen hacia fin de año como Fráncfort y Guadalajara tendrán que dejar huella profunda y marcar un camino porque son las que, de cierta manera, generan la pauta para el siguiente año. ¿Qué se podría esperar de ellas en medio de esta crisis general?

En el caso de Fráncfort, estoy siguiendo las comunicaciones. Ellos van a quitar el público de la feria y van a hacer eventos locales en diferentes ciudades de Europa e incluso en Nueva York y Madrid. Pero Fráncfort es una feria más de negocios, por lo que ellos tienen esa ventaja.

La llegada de internet y la web 2.0 ha hecho que las ferias que estaban construidas sobre modelos B2B salieran perjudicadas, porque las ventas se han desestacionalizado. Hace catorce años, cuando trabajaba en una editorial, viajaba a cualquier feria de América e iba con un muestrario con las novedades, me sentaba a conversar y así vendía. La llegada del internet cambió esto, cada dos o tres meses enviábamos los catálogos por internet, se hacía un pedido general y nosotros mandábamos un contenedor. Por lo tanto, internet ha fastidiado un poco a los modelos de feria basados en el B2B, porque se puede comprar todo el año. Las ferias para el público tienen una salud de hierro y siempre incrementaba la cantidad de visitantes. Pero la pandemia nos ha igualado, nos ha perjudicado a las que tenemos modelos B2C porque nos ha reducido el aforo, e igualado con las que funcionan mucho más por internet. ¿Cuánto va a durar esto? Mientras no haya vacunas, no lo sabemos.

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