Ciudades del futuro Tecnología e innovación

Megatendencias: entre el metaverso y el movimiento slow

Marian Salzman es una famosa trendspotter; una persona que identifica y anticipa nuevas tendencias. Una suerte de adivinación con fundamentos científicos y tecnológicos. Entre sus famosas predicciones destaca la realizada antes de la pandemia, cuando predijo el auge de los cubrebocas en 2020. Si bien pensaba que la causa sería la contaminación más que covid, no deja de sorprender su visión adelantada. 

 Salzman publicó recientemente un libro titulado The New Megatrends, en el cual identifica nuevas macrotendencias, orientadas principalmente a países ricos, pero aplicables, de algún modo, a países con menor desarrollo. Dentro de las nuevas megatendencias, potenciadas por los cambios pandémicos, destacan: el gusto por una vida más sencilla, el aprecio por lo natural, espacios sin multitudes, menos consumismo y más minimalismo, entre algunas otras. 

El movimiento slow toma cada vez más fuerza y privilegia el control del tiempo sobre el sometimiento a su dictadura. Se trata de un conjunto de ideas que promueven actividades que nos hagan crecer como seres humanos, regulando armónicamente el uso de la tecnología. 

Esta forma “lenta” de conducir la vida contrasta con otra de las mayores megatendencias de las últimas décadas, la cual se ha convertido en contundente realidad: me refiero al mundo digital. En este contexto, tenemos, de un lado, el crecimiento de las nuevas tecnologías que ha derivado en una omnipresente inteligencia artificial, una ciencia de datos que parece gobernarlo todo y realidades alternativas como el metaverso. Por otro lado, la misma saturación tecnológica ha propiciado la necesidad de “desconectarse” para “hacer cosas reales”, la importancia de conversar y reflexionar sobre temas significativos, las dietas digitales que anhelan las relaciones cara a cara y el gusto por lo hecho a mano. 

 Al mismo tiempo, y en el marco de la creciente sensibilidad hacia el cambio climático, han surgido otras derivadas: la revaloración de la sobriedad, el consumo reflexivo, el aprecio de la lentitud y lo pequeño como una realidad más manejable; todas ellas tendencias que empatan con las señaladas por Salzman. 

 La transformación digital ha creado, por tanto, tendencias aparentemente ambivalentes: lo artificial y lo real, lo digital y lo natural, lo inconsciente y lo reflexivo, lo rápido y lo pausado, el futuro y el presente. 

 Las pugnas culturales nos han acostumbrado a ver la realidad en clave disyuntiva y excluyente. Sin embargo, el ser humano es también capaz de hacer numerosos matices y sintetizar, de distinguir medios de fines y de responder al “para qué” sin dejar de pensar en los “cómos”. 

 Así, en el marco de las nuevas tendencias, en el cual podemos ser no sólo espectadores, sino potenciadores o desaceleradores, la prudencia juega una vez más un papel fundamental. Usar lo artificial sabiendo distinguir y valorar lo real; sacar partido de lo digital disfrutando la belleza de lo natural; hacer trabajo remoto sin sustituir las relaciones cara a cara; pensar en el futuro disfrutando el presente; pensar con profundidad disfrutando con sensatez lo material; acelerar o desacelerar según convenga. La ambivalencia no es inevitable y lo excluyente no es la única solución. Ojalá lo aprendamos también en otros planos, como en lo político y lo social; tema abierto para futuras columnas. 

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