Diana Maggi y Juan Carlos Dual se conocieron en 1969. Ambos recordaban claramente la primera vez que se vieron: Dual estaba parado en la puerta del Teatro Astral junto al también actor Joe Rígoli y el director Onofre Lovero, todos integrantes de la comedia La historia de la guita.
Los tres estaban esperando que llegara Maggi y hablaban de ella, a quien no conocían. “Che, esta mina es medio piantada, ¿no?”, preguntó Dual. Conciliadores, Rígoli y Lovero le dijeron que no era así, que “es una buena mina, tranquila como agua de tanque, aunque un poquito extrovertida, como buena tana”.
Maggi y Dual.
En ese mismo instante, un auto se detuvo en doble fila sobre avenida Corrientes y descendió una mujer enfurecida, sus ojos echando llamas, con el criquet en la mano, listo para convertirse en un arma contundente, y la voz enhebrando insultos en un alarido, porque un señor había intentado ocupar el lugar que ella había elegido para estacionar.
“Che -preguntó Dual- ¿esa mina no es Diana Maggi?”. Joe Rígoli miró para otro lado y murmuró: “Me parece que sí”.
Conociéndose
Una vez iniciados los ensayos, Diana Maggi siguió acumulando méritos para desmentir a quienes la definían como una mujer calma. Según Dual, “Yo llevé un grabador para aprender algunas canciones que se pasaban en la obra, y cuando lo voy a prender ella me encara: ‘¿Para qué ponés el grabador? Por favor sacalo’. Enseguida pensé: ‘¡Qué ensayo vamos a tener!”.
Ya con el grabador guardado y tras una mirada fulminante de él hacia ella, que no se dio por agraviada, Diana descubrió que Juan Carlos no le caía nada mal; todo lo contrario.
Juan Carlos Dual junto a Diana Maggi.
“Me empezaron a correr unos fríos por la espalda. Fue como una especie de enamoramiento, así que empecé a suavizar mi forma de ser, porque al principio lo había tratado mal”, recordó la actriz.
A partir de ese momento, ella le dedicaba sus miradas, penetrantes, sugestivas, casi invitaciones a compartir algo más que horas de trabajo. Él pareció no acusar recibo durante un mes, hasta que un día decidió invitarla a tomar un café.
“Me habló de teatro, de literatura y después me llevó a mi casa”, evocó Diana. Después hubo más cafés, cenas, alguna que otra salida al cine, pero nunca una tomadita de mano, un abrazo, una caricia. “Quiere ser mi amigo”, pensé ella. Pero se equivocó: Dual se tomó su tiempo para estudiar el terreno en el que quería jugar. Después de dos meses de coqueteo, decidió concretar.
“La invité a bailar a un boliche que estaba frente a la cancha de River y ese día empezó nuestro romance“, rememoró en una vieja entrevista de Clarín.
Al principio fue que sí, que no, que necesito un poco más de tiempo para mí, que yo quiero estar todo el tiempo con vos y vos no sentís lo mismo…
Juan Carlos vivía solo y eran contadas las noches en que nos alía con sus amigos. Desconfiada, temerosa de que su chico se fuera en brazos de otra, ella lo llamaba por teléfono a las dos, a las tres, a las cuatro d e la mañana. Él nunca atendía, o mejor dicho, nunca estaba en su casa para responder los llamados. Al día siguiente, le decía que había salido a comprar cigarrillos y Diana se lo quería comer crudo.
“Noviamos un año y medio, después nos separamos dos, volvimos a tener un idilio de un año, nos distanciamos tres años más y finalmente en 1976 decidimos irnos a vivir juntos a un chalet en la General Paz y Tres de Febrero, en Nuñez”.
Polos opuestos
Ella era alegre, chispeante, dinamita pura. En cambio él era introvertido, reflexivo, mucho más serio y “cabrón”, según decía. Ella era de Boca, él era de River. Maggi y Dual eran algo así como el paradigma de las “parejas desparejas”, la atracción de los opuestos, la Biblia y el calefón.
Juan Carlos Dual.
Nunca se casaron ni tuvieron hijos, pero lo asumían como simples circunstancias de la vida. “No creemos en la ceremonia religiosa. Entre nosotros hay un compromiso de palabra mucho más importante que la ley o los ritos”, sostenía él y asentía ella.
Trabajaron juntos en varias oportunidades, como las obras de teatro Vamos a contar mentiras y ¿Usted viene por el aviso?, además de los programas de televisión como Matrimonios y algo más.
Económicamente, siempre se manejaron de manera independiente, cada cual con su cuenta corriente propia. “Está todo repartido, porque si alguna vez nos llega a pasar algo como pareja, no queremos que haya problemas. Igualmente ella sabe que lo mío es de ella, y yo que lo de ella es mío”, explicaba Juan Carlos.
Y agregó: “No me gustan las mujeres mantenidas, porque a veces se quedan junto a su pareja sólo porque no tienen adónde ir. No es nuestro caso, porque ella siempre trabajó, pero siempre pensamos que lo mejor era que cada uno manejara su dinero”.
Amor y admiración
Según contaba Diana Maggi, “Juan Carlos es un fuera de serie. Forma parte de una raza de hombres que ya se extinguió, Es educado, respetuoso, caballero. Estoy profundamente enamorada de él”.
Más reservado y menos demostrativo, Juan Carlos simplemente agregó, “El sentimiento es recíproco”. Y resaltó que en todos los años de convivencia jamás cruzaron un insulto. “El respeto es fundamental. Entre dos personas que se aman no puede haber maltrato. Si estoy enojado por algo, lo máximo que hago es levantar el tono. Tenemos discusiones, pero nunca con las garras hacia fuera”.
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