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Pablo Guerrero, premio a un maestro infravalorado de la canción

Fue un gesto extraño. El pasado 28 de diciembre, el Ministerio de Cultura y Deportes otorgó a 31 personalidades de nuestra la Medalla de Oro al mérito en las Bellas Artes. El día no era el idóneo por muchos motivos, tanto por ser la festividad de los Santos Inocentes como por el hecho de que los medios atendemos poco a las distinciones de Cultura en estas fechas. La inmensa mayoría de los premiados, además, son artistas de mentalidad progresista, desde Javier Bardem a Javier Gurruchaga, pasando por Icíar Bollaín, Ian Gibson y Antón Reixa. Eso no debe quitar mérito al galardón, que remedia injusticias históricas tan evidentes como el desconocimiento general de la obra de Pablo Guerrero -Esparragosa de Lares, Badajoz, 1946-, uno de nuestros mejores cantautores.

A pesar de alguna etapa de marginación, por ejemplo la famosa Movida, los cantautores españoles suelen gozar de amplio reconocimiento. Superventas como Sabina, Serrat, Isabel Serrano, Víctor Manuel y Ana Belén son buenos ejemplos. Pero también hay casos donde el prestigio es esquivo, caso del músico y poeta extremeño Pablo Guerrero, autor de uno de los mejores repertorios de nuestra música de autor. Guerrero apenas tienen espacio en los medios y actúa en salas de pequeño aforo como Galileo Galilei en Madrid. Podemos decir que es un cantautor de cantautores, admirado más dentro el gremio que por el gran público, según ha podido comprobar este cronista de Vozpópuli.

Respecto a su obra, el jurado destacó lo siguiente, acertando de pleno: “Musicalmente, parte de armonías y melodías tradicionales de su tierra aderezadas con sonidos del folk americano, el rock, el jazz o el flamenco. A mediados de los años ochenta introduce ritmos africanos y de otras culturas, además de sonoridades más vanguardistas como el minimalismo, la música aleatoria, el ambient o la música electrónica. Es un cantante español con una larga y reconocida carrera artística. Aunque más conocido como cantautor, como poeta ha ido publicando asiduamente desde 1988. Recientemente, anunció su retirada de los escenarios”, explica. Guerrero es autor del himno “A cántaros” y de otras joyas como “Dulce muchacha triste”, “Ecos de sociedad” y “Pepe Rodríguez, el de la barba en flor”, aparte de haber escrito un excelente repertorio que cada vez menos gente conoce.

Guerrero y la poesía

Corría el año 1972, hace justo medio siglo, cuando triunfó con su canción más famosa, éxito que nunca volvería a repetir. Esto me contó Guerrero sobre sus inicios cuando le entrevisté extensamente en 2013 para la revista Minerva: “Cuando empecé a cantar había un sentimiento de que era algo efímero: grabé el primer disco sin saber si habría un segundo. Tampoco estaba claro qué iba a pasar políticamente la semana o el mes siguiente. No tenía ninguna sensación de profesionalidad porque, además de la música, también daba clases en un instituto de Moratalaz. A raíz de publicar ‘A cántaros’, que tuvo cierto éxito, ya vi que podía dedicarme a esto. Entonces empecé a encontrar gente de mi edad que creía en mí y me decidí a dejar la enseñanza. Así contado, parece que pasó de la noche a la mañana, pero fue un proceso lento”, explicaba entonces.

Fui el primero que usaba el acento regional en la música grabada en España. En aquella época sólo estaba permitido el acento andaluz”, recuerda

Una anécdota ilustrativa sobre sus inicios: Guerrero compuso “Amapolas y espigas”, una pieza que gustó mucho al público pero que le venía grande como intérprete. “La canción resulta ingenua por mi interpretación. La versión que hizo María Dolores Pradera tenía otro tono, más experiencia. Fue muy amable conmigo. Tocaba en Madrid y me invitó a saludarla al camerino. Sacó a los gemelos que solían acompañarla y se puso a recitar. Recuerdo haber estado muy tímido y que ella hablaba muy claro. Me dijo: ‘esta canción es preciosa, pero la voy a hacer grande yo, porque tú la cantas muy tímido y además no tienes hecha la voz’”.

El arte de Guerrero está muy pegado a la tierra, como nuestra en otro de sus himnos: “Extremadura”. Allí retrata su tierra con amor y sin victimismos: “La Extremadura actual no tiene nada que ver con lo que describo. Se han perdido cosas pero, en general, el cambio ha sido para mejor. Nos hemos quedado sin esa filosofía antigua, esa forma ancestral de ver la vida; se pierde sabiduría popular; también se ha estandarizado la cultura”, destacaba.

Entre los episodios más tristes de su carrera está el del disco Tierra, boicoteado por la censura franquista: “Lo prohibieron al completo y es un material que se ha perdido. Metí mucha temática social, hablando de campesinos y pequeños propietarios. Profundizaba en temas que ya había tocado de manera más ingenua anteriormente: las letras eran bastante más duras”, destaca.

¿Cuál es, para Pablo Guerrero, la función del artista? “La poesía debe volver a creer en el ser humano como portador de una chispa divina. Ya que hemos dejado de creer en tantas cosas, vamos a volver a pensar en que algún día podamos volver a ser felices disfrutando de las pequeñas cosas. Creo que la belleza es subversiva y ayuda a compartir la vida, por encima de modas y de cargas de tipo ideológico”.

Aunque a alguno pueda extrañarle, Guerrero nunca fue especialmente partidario de la canción protesta. Cree que su aportación es más sutil que eso: “Fui el primero que usaba el acento regional en la música grabada en España. En aquella época sólo estaba permitido el acento andaluz, sobre todo por influencia del flamenco, que sin esa pronunciación no tiene ningún sentido. Luego se convirtió en una moda y todo el mundo cantaba con acento regional. Uno de los técnicos de sonido me dijo que yo no sabía vocalizar. El hombre se negaba a grabar si no me expresaba en castellano estándar. Se desesperaba con mi pronunciación. Luego llegó el boom de lo que empezaba a ser la cultura de las autonomías”, recuerda.

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