Sonora

Poesía argentina: Diego Roel / Introducción de Claudio Archubi – Circulo de Poesía

Leemos al poeta argentino Diego Roel desde el ángulo que propone Claudio Archubi. Diego Roel nació en Temperley. Provincia de Buenos Aires, en 1980. Publicó Padre Tótem/ Oscuros umbrales de revelación (Libros de Tierra Firme, 2004. Faja de Honor de la Sociedad de Escritores 2004), Diario del insomnio (Libros de Tierra Firme, 2005; detodoslosmares, 2013), Cuaderno del desierto (Libros de Tierra Firme, 2007), Las variaciones del mundo (El Mono Armado, 2010; detodoslosmares, 2014), Los Jardines del Aire (El Mono Armado, 2012), Dice Jonás (El mono Armado, 2015), Vía Lucis (Ediciones del Dock, 2015), Kyrios (detodoslosmares, 2016; Sirga, 2016), Las intemperies del mar (detodoslosmares, 2017), Shibólet (Griselda García editora, 2018), Kadosh (detodoslosmares, 2019), El infierno es una bestia callada y triste (detodoslosmares, 2020) y Andréi Rubliov (Premio Alegría 2020 del Ayuntamiento de Santander, Ediciones Rialp, colección Adonáis, Madrid, 2020). Estudió Historia de las Artes visuales en la Universidad de La Plata. (U.N.L.P) Poemas suyos fueron incluidos en diversas antologías de Argentina, entre ellas: Desorbitados. Poetas novísimos del sur de la Argentina (Fondo Nacional de las Artes, 2009); Si Hamlet duda le daremos muerte (Libros de la Talita dorada, 2010); Antología Federal de Poesía. Provincia de Buenos Aires (CFI, 2019); Poesía, Varios Autores, La Plata (La Comuna Ediciones, 2019); Roberto Juarroz baja en Temperley. Un mapa posible de la poesía en el conurbano sur (Leviatán, 2021). Obtuvo en 2016 la distinción a la “Labor Literaria y promoción de las letras platenses”, otorgada por la subsecretaría de la Municipalidad de La Plata. Ha colaborado en numerosas publicaciones tanto en Argentina como en el exterior. Actualmente realiza talleres de escritura creativa. Reside en la ciudad de Posadas.

Diego Roel o la tentación de mirar hacia atrás

Texto de Claudio Archubi

Desde que existe la escritura, el hombre construye con el uso convencional de la palabra un espejo.  Pero la habitación del mundo es oscura y así lo que muestra el espejo es lo que cada uno está dispuesto a ver. Y uno está dispuesto a ver lo que nos dicta la Ley: llámese padre, ética, costumbre, compromiso, tranquilidad. Pero también desde el comienzo de la historia está la tentación de mirar más allá. Desde niños se nos enseña a ignorar las formas que se insinúan en la penumbra. Ahí no hay nada, se nos dice. El espejo refleja una puerta cerrada. Atravesar la puerta está prohibido, y sin embargo, la puerta había sido reservada sólo para nosotros. Algunos crecemos con la tentación de abrir la puerta, espiando en la penumbra nuestro propio miedo. Pero había… decimos, y nuestro padre el escéptico guardián de la época nos sonríe “con magnífica ironía”: son sólo palabras. Algunos todavía creemos que, aunque la tranquilidad se pierda, hacer poesía es dar vuelta la cabeza y mirar más allá del espejo, abrir detrás de nosotros la puerta, espiar esa nada que se esconde en la penumbra. ¿A quién llevábamos de la mano?

Padre Tótem, el primer libro de Diego Roel (“Libros de Tierra Firme”, 2004, reeditado por El Mono Armado, 2012 y pronto a reeditarse este año), es una apuesta a contramarcha del dictamen de la época: ironía, coloquialismo, compromiso político, acción performática, no están presentes en esta búsqueda que se entronca con la más alta tradición lírica local florecida en el corazón del siglo XX y con algunos de sus continuadores, poetas de culto, admirados por el autor, como es el caso del exquisito poeta Horacio Castillo.

Penumbra no es oscuridad absoluta. Detrás de la puerta se insinúa un brillo. Como detrás de la noche, el alba. Padre Tótem es un intento de romper el mandato de la época: yo tenía un mundo un país una familia / entonces emigréera yo el mismo pero otro distinto reflejado en los espejos. Padre Tótem es un intento de atravesar la puerta para mirar en las oscuras leyes del alba: porque yo estoy puesto en el mundo por las oscuras leyes del alba. Desde los primeros poemas del primer libro de Diego Roel ya se anticipa su programa estético, sostenido insistentemente durante los veinte años que pasaron desde la publicación de este libro emblemático.  Su proyecto parece inicialmente motivado por la consigna de la búsqueda de “la experiencia interior” propuesta por autores de tinte existencialista, como Georges Bataille (lo esencial –dice Bataille– es el extremo de lo posible, donde el mismo Dios ya no sabe, se desespera y mata).  En extrema crucifixión, dice por su parte el primer verso del libro Padre Tótem en consonancia con el escritor francés, quien coloca en el extremo de la experiencia de búsqueda interior los estados de “suplicio” y “éxtasis”. Dichos estados, siguiendo a Bataille, son posteriores a la autoconciencia socrática que sobreviene en una situación límite (“no sé nada”), luego de agotar todas las instancias del discurso. Por otro lado, más cercanamente y sin ir a tal extremo (Bataille  también mira con desprecio casi platónico al arte mismo considerándolo como un obstáculo), tenemos la imagen de la poesía –mucho más generosa– que propone Octavio Paz en su libro El arco y la lira: la inspiración es esa voz extraña que saca al hombre de sí mismo para ser todo lo que es, todo lo que desea: otro cuerpo, otro ser. La voz del deseo es la voz misma del ser, porque el ser no es sino deseo de ser. Así Diego Roel nos dice en el segundo poema del libro: Padre Tótem: necesito un cuerpo nuevo.

A pesar de sus también claras alusiones al caso Schreber, analizado por Freud y Lacan y de la posibilidad de asociar las imágenes a la transgresión de la Ley del Padre, si pensamos en el análisis desarrollado por Freud en el libro Tótem y Tabú, el segundo poema de Diego Roel va más allá identificando al Padre con el ritmo mismo que pulsa en la sangre: porque tu nombre es vasto y denso y musical […] porque yo quiero nacerme con tus manos de animal / alojado en el tercer cielo de mi sangre. El ritmo, dice Octavio Paz, no solo es parte de la esencia misma del poema sino que es anterior al habla misma y da origen a todas las formas del lenguaje. Padre Tótem es fiel a esta noción y la subraya explícitamente haciendo del ritmo una de sus cualidades distintivas más marcadas.  Logra así un efecto corporal muy difícil de eludir incluso en la lectura más desapasionada.

Al ritmo del pulso de la sangre avanza el intento de nacerse otro, hacia los oscuros umbrales de la revelación, porque, como dice Octavio Paz en el apartado “La revelación poética” (El arco y la lira), el conocimiento, lo mismo que el sujeto, no es previo al poema sino que se hace junto al poema: cuando el poeta afirma que ignora qué es lo que va a escribir quiere decir que aún no sabe cómo se llama eso que su poema va a nombrar y que, hasta que sea nombrado, sólo se presenta bajo la forma de un silencio ininteligible. Lector y poeta se crean al crear ese poema que sólo existe por ellos y para que ellos de veras existan. Así estos poemas de Diego Roel anticipan una tensión que nunca cesará a lo largo de su camino de escritura, una búsqueda de superación del sujeto para acceder a la zona de “la visión”, allí donde, a través de la imagen, sujeto y objeto dejan de ser categorías válidas y se accede a la percepción de la vida como un abismo: entonces estalló / tenía tantas muertes tantas Madres ningún Padre todavía / y era un animal precoz sin alimento / y volaba sin alas por las aguas del primer cielo / caminaba entre tijeras que tenían las sueltas lenguas en punta / y no había Ley ni soledad ni palabra ni desiertos.

Padre Tótem se plantea como un camino sin otro asidero que el del ritmo abismal de las imágenes, una caída hacia afuera de las categorías, un desfondamiento del sujeto que intenta arrastrar al lector hacia esa zona donde “yo es otro”. Paradojas, enumeraciones contradictorias, ausencia de signos de puntuación, repeticiones obsesivas, dan al libro unidad estilística y un tono común, hipnotizando al lector que avanza en la penumbra sonora de los textos como si entonara una oración religiosa: yo era el equilibrio / yo era el desequilibrio de mis centros y mis círculos / era lo uno y lo otro / lo par y lo impar / lo cóncavo lo convexo lo posible lo imposible.Por momentos, esta ruptura de categorías se convierte en una búsqueda de la imagen de un principio femenino previo a toda Ley. Pero este principio femenino no debe leerse como nostalgia del matriarcado o afirmación de ciertas políticas de género, sino como otra imagen de tránsito, otro puente que intenta conducirnos hacia esa zona que escapa al lenguaje: y sumergidos naufragamos / arrastrados por los efluvios de los días / sin un Padre una Madre sin un Tótem. Se intenta penetrar en la Madre para romper la Ley del Padre, pero también, después, romper la Ley de la Madre para deshacerse de todo Tótem, de toda dualidad, y llegar al Ser y sus mil caras distintas. Se busca mirar a Eurídice para desaparecer con ella, para ver a Dios.

Celebremos el camino de la lírica, que es el canto de resistencia del ser humano que quiere seguir siendo humano y no mero engranaje de la maquinaria llamada Historia- Sociedad-Lenguaje, aunque esto signifique romper en mil pedazos su imagen para volver a preguntarse por el misterio de su estancia en el mundo. Y sin embargo este camino está sembrado de trampas, tópicos, formas cristalizadas que es preciso evadir, preguntas que han perdido el poder de interpelarnos. Porque el palacio de las formas está roto, pero también está roto el martillo que lo ha destruido, la búsqueda emprendida por Diego Roel presenta un gran desafío. Por ello, no lo culpemos si los resultados esperados están aún en camino, ya que este camino exige una caída del sujeto afuera de sus lecturas, hacia lo más hondo de sus experiencias, más allá de las grandes tradiciones y también más allá de la cómoda distancia irónica, en la inquietud, en la intemperie sin fin, para citar a uno de nuestros maestros nacionales.

A nuestra pragmática época de desarraigo y escepticismo, le hace falta más Edad Media. Estamos nostálgicos de unidad entre razón y emoción. Nos volvemos irónicos cuando comprendemos que no podemos repetir esos lugares aunque sabemos que el lugar común puede representar a veces la más común de las verdades ¿Pero cómo volver allí de otra manera? Presocráticos, gnósticos, la patrística, los grandes libros sagrados de todas las religiones y algunos de los pensadores y poetas del siglo XX (entre los últimos baste mencionar a Edmond Jabés y a Paul Celan, –dos autores que junto con Horacio Castillo y la lírica griega contemporánea, han dejado fuerte huella en la búsqueda poética de Diego Roel–), refieren a este camino de conocimiento por la vía de la negación. Por eso muchas de las fórmulas verbales arrastran ya el fatigado peso de miles de años de historia. Diego Roel repasará en los libros siguientes muchos de estos intentos: de allí la mencionada tensión de su búsqueda poética, en permanente diálogo con las tradiciones místicas, en un esfuerzo palpable por salir de ellas y que por momentos se vuelve lacónico y muchas veces se estrella contra la jaula del silencio. Bastan algunas grandes referencias a nivel nacional con sus hallazgos y limitaciones para comprender lo difícil que se hace este camino. Hugo Padeletti, Alberto Girri, Roberto Juarroz, Hugo Mujica. Filósofos, críticos, psicoanalistas y lingüistas se han aventurado, no sin cierta suspicacia, durante la segunda mitad del siglo pasado en la exploración y recuento de estos caminos, muchos apelando a la fragmentación, llevando la prosa ensayística al borde del poema o viceversa. Estamos en una época en donde el juego de lógicas no binarias ha sido trasladado incluso al corazón de la más dura de las ciencias: la Física. Entonces, ¿qué nos queda por hacer? Poesía, siempre poesía, reacomodando los signos como piedras para cruzar el río del discurso hacia la otra orilla. El silencio no es una alternativa. Lo supo Pirrón. Lo tuvo que aceptar Wittgenstein, que volvió a la carga luego de la última proposición del Tractatus y de varios años de retiro. Lo dijo también Bataille.

El silencio no es una alternativa aunque: ya la reja del lenguaje hunde su cuña, / clausura las vías del aliento. Esto nos dice uno de los poemas del noveno libro editado de Diego Roel: Shibólet (Griselda García editora, Buenos Aires,2018), en claro homenaje a otro de los poetas que luchó en esa zona imprecisa entre palabra y silencio: Paul Celan. Y remitiéndonos como lectores, inevitablemente, al libro correspondiente publicado en 1986 por Jacques Derrida en referencia a la obra de Celan: Schibboleth.

El poeta está condenado a la ley de la retornancia espectral de ciertas marcas que nos hablan de una pérdida del origen. Derrida centra en las fechas estas marcas, que son marcas en el tiempo, y marcas en el poema. Así dice el comienzo del poema “Grieta del tiempo”, de Diego Roel en resonancia con estas nociones: Pero, ¿cómo vivíamos aquí?, / en esta casa carcomida por el salitre de las olas, / en este suelo donde lo perdido/ repite su nombre y se repliega? El nuevo libro está repleto de referencias a este tópico de las marcas, representadas varias veces por la imagen de la piedra: Escribo en medio del derrumbe[…]piedra a piedra avanzamos[…] Pongo una piedra en el lugar del corazón[…]Hay que saber combinar materiales diversos. / Hay que saber hundir la lengua en esa zona / donde la Nada incuba el primer signo.[…]Aquí la sílaba muerde su propia cola. / Aquí la letra imita el paso lento de la sombra. / Aquí los huesos se parten y reclaman / todo aquello que se ha perdido/ todo aquello que retorna […]

En Padre Tótem el yo poético dice llegar a “la visión” ¿Pero qué queda por decir después de “la visión”? ¿Qué podemos capturar con las redes del lenguaje? ¿O acaso estas redes se vuelven contra nosotros impidiéndonos el paso como una trampa y la contraseña Shibólet, aún dicha con precisión, se torna insuficiente para permitirnos el paso?: ¿Quién puede, todavía, cantar? La misma tensión expectante transmitida por el intento de trascender el plano verbal hacia zonas vedadas de la identidad, presente en los poemas de Paul Celan, es replicada por el yo poético de Shibólet, como si éste se pusiera una máscara. En varios libros anteriores también aparece este desfile de máscaras cuando el yo poético aborda distintos personajes históricos. Ya desde Padre Tótem se anticipa esta sensación de farsa y simulacro en el poema “Baile de máscaras: en este baile de máscaras, todo es farsa y simulacro / todo es tormenta de otra estación más alta o más baja. La palabra enmascara ¿qué cosa? ¿El Ser o el Vacío? Viejos tópicos, máscaras sobre máscaras siguen apareciendo en otros nuevos libros de Roel, como en su poemario premiado en España, inspirado en la película de Tarkovski acerca del pintor de íconos Andréi Rubliov, donde el poeta alcanza un máximo de transparencia en la mirada.  No obstante todas las máscaras tendrán que caer. Diego Roel lo intuye y sigue avanzando en el desierto. Se detiene. Se prueba otra máscara. Es una mujer. Continúa la errancia. Es un santo. Es un poeta judío ¿Son sus manos, verdaderas? Su espera es una espera verdadera. Su obsesiva búsqueda lo es. Él sabe que lo es: estamos muertos y sin embargo / podemos respirar. Y si lo es, la penúltima máscara habrá de caer. Y entonces, como dice Clarice Lispector, el autor alcanzará lo personal, la máscara más auténtica, la puerta más difícil.

Selección de poemas de Padre Tótem:

Las leyes del alba

en extrema crucifixión
tengo mis brazos mis ojos mis manos los pies
en extrema crucifixión

porque yo estoy puesto en el mundo
las oscuras leyes del alba
por una gran boca de mil lenguas de oro
puesto y arrojado
para sufrir morir y elevarme
    tantas veces

estoy puesto y arrojado
multiplicado y expandido
en levísimos fragmentos de ilusión

sí, estoy crucificado
puesto a parir y a engendrar extrañas criaturas
a sangrar y fornicar de mil maneras con las sombras
y a morir y a morir
   tantas veces
como sea necesario

escucho lejanas letanías
   y recuerdo

recuerdo cuando escuchaba lejanos cantos o misas en el bosque
y tenía una canción un nombre propio una guarida
también un Padre una Madre un leve canto
un susurro leve apenas quizás

yo tenía un mundo un país una familia

entonces emigré
y busqué lo Oscuro por pasión o por locura
y por pasión o por locura huí al desierto:
mi corazón sin luz

yo tenía un mundo un país una familia

y tenía mil noches compartidas mil lechos
y amigos llenos de manos vacías
y un dios carnal sufriente:
mi propio dios mi Padre Tótem ausente todavía

cuando huyendo del salvaje ritmo marcado por los cuerpos
era yo el mismo pero otro distinto reflejado en los espejos
era yo el otro el traicionero el perspicaz
huyendo siempre en agonía

huyendo siempre en agonía sin Padre

Padre Tótem

en tu ausencia, Padre, escucho los aullidos de los ángeles
aullidos de mi voz que son mi voz de nuevo aullando

en tu ausencia, Padre, entreveo tu Rostro
donde confluyen todos los caminos
                               todos los sentidos
                               todo lo imposible

porque tu Nombre es vasto y denso y musical
no quiero perderme otra vez en tu Nombre
no quiero perderme otra vez en tu Nombre: la Ley

Padre, en tu  ausencia me acuesto con mi Madre

Padre Tótem: vuelve a parirme desde adentro
a engendrarme como a un triste despojo del planeta

vuelve a parirme y a sangrarme

porque yo quiero nacerme con tus manos de animal
alojado en el tercer cielo de mi sangre
y quiero tus ojos tus manos tu piel
para arrojarme al fin sobre los brazos de mi Madre
y entrar al círculo infinito de los viajes

quiero parirme y sangrarme en las orillas de tu Nombre
porque eres mi hijo    la Ley    un sueño


eres mi hijo nonato

Padre Tótem: necesito un cuerpo nuevo
Padre Tótem: yo quiero mi cuerpo secuestrado
por los crueles emisarios de los Vientos

entonces
mi Madre es una inmóvil caída en espiral
una ráfaga de alucinados infantes de los sueños
mientras pido socorro y me pregunto: ¿dónde estoy?
mientras pido socorro y me pregunto: ¿hasta cuándo?

ahora que regreso del viaje
sin un Padre sin un Tótem sin auxilios ni guaridas
aquí sin Yo sin nombre propio todavía un animal
cosido al silencio con el silencioso hilo de los muertos


aquí, sí, aquí confieso:
sólo tengo las piernas abiertas
en un brutal gesto de parirme

esqueleto lacerado por las sombras
siempre es lo mismo, lo sabes:
música ancestral amaneceres inciertos amantes tijeras y cuchillos
piernas brazos animales de la selva interior
polvo de Dios de estrella anclada entre los muslos
y oro de mujer alzada por el álgebra solar


siempre es lo mismo:
un paso después del otro paso
y mi cuerpo los otros cuerpos
la magia la fusión y el abandono
y un paso después del otro y un salto una avenida
un cruce peligroso un desliz
un sueño sin avances en cada abrazo al imposible


y también
esas pesadillas deslizadas por los ángeles
suaves narcóticos para volar más bajo más alto
por debajo por detrás encima en extensión


elixires del tiempo y del espacio


siempre es lo mismo:
aproximaciones al gran Centro
velado por los ojos de una extraña Mujer

recuerdo:
yo tenía un nombre un país una guarida


pero después vinieron
las fiebres los golpes las amenazas del mundo
las fiebres los espasmos las caídas
el cruel amor


y yo rodaba de brazo en brazo
de brazo en vuelo en superficies
siempre de funeral en funeral
expandido y sin victorias
en ocaso y sin un nombre propio

entonces estalló:
tenía tantas muertes tantas Madres ningún Padre todavía
y era un animal precoz sin alimento
y volaba sin alas por las aguas del primer cielo
caminaba entre tijeras que tenían las sueltas lenguas en punta


y no había Ley ni soledad ni palabras ni desiertos


entonces estalló:
yo no tenía un aullido capaz de llenar ese agujero
esa visión espléndida y luciente
esa repentina eclosión de animales en la sangre de mi Madre
no tenía lugar para semejante espasmo
para tanta luz pariendo desde adentro de la Luz


no tenía espacio para el espacio que se abría
no tenía fuerza para acallar esa canción


no tenía un cuerpo nacido un Padre todavía

y ahora corro
intento nacerme nuevamente
procrearme a mí mismo


sí, ahora fornico con mi nombre
intento nacerme suicidarme al fin


y soy llevado en andas
por los ángeles curvos del sol sin dientes


soy arrastrado por las aguas del silencio prenatal

intento nacerme desde adentro
porque aún no tengo un nombre un Padre un Tótem


en este lado
en esta nueva orilla del destierro
no tengo Madre ni memoria


y todo acontece simultáneamente en mi cabeza:
al arriba el abajo el ahora el después el antes sin salida
todo transcurre en propulsión ascendente luminosa


sí, todo en adentro para afuera
sin manos de donde aferrarme
sin un muñón siquiera
donde colgar los desarticulados hilos de mi alma


sin un muñón siquiera donde


todo transcurre en mi cabeza boca abajo al mismo tiempo
todo en expansión en nacimiento agónico sin límites
en muerte de inyectados ojos de animales sin cuerpo

recuerdo:
quiero nacerme quiero procrearme en mi cabeza
y abrazarme a un centro cualquier centro un laberinto
quiero paz al fin un Padre posible un encuentro
o un enlace un puente un mínimo refugio
en manos cálidas de Madre o Muerte o abierto insomnio

sólo quiero nacerme


recuerdo no tengo memoria:
yo sólo quiero deshabitarme para siempre
porque no tengo lugar en mi cuerpo
no tengo tiempo en el Tiempo
no tengo dónde ni cuándo ni después


sólo poseo este desarticulado rostro en expansión
estas manos estos pies y manos y uñas
piel maquillaje y máscaras rituales
   ofrendas del viento
y música venida desde el fondo sin fondo de la Música


sólo tengo este triste cuerpo inmóvil y yacente:
animal sin sujeción

Tierra baldía

yo fui rechazado por las aguas del Bautismo
fui maldecido
arrojado al mundo en una cuna negra
tirado y vomitado por los ojos de Dios
sin Padre Tótem que cuidara de mí
que acunara mi caída
                                     suave y lenta

caí sin un cristal o un leve fulgor de lentejuelas


yo fui arrojado al polvo de mi rostro
a la tierra baldía de mi cuerpo
a la extensión vacía de mi nombre
y a la pulsión y a la demencia
a la fusión y al abandono


fui condenado al ostracismo del Vidente

pero me pertenezco, lo sé:
aunque sin Padre Tótem para protegerme o adorar
aunque sin nombre sin memoria ni recuerdos
aunque sin un cuerpo visible
y sin un armazón que aguante
el incesante bombardeo de los Vientos


aunque sin nada sin un lugar alrededor
me pertenezco, lo sé:
yo me nazco me advengo
me hago presente en libertad


estoy aquí
                  sin fisuras

puesto y arrojado en este mundo
quería un Padre un armazón
puesto y arrojado
quería un Tótem un animal lujurioso su protección


quería nacerme suicidarme
nacerme dentro del suicidio muriéndome


puesto y arrojado al mundo como un triste despojo
soñaba un sueño adentro de otro Sueño
y era la simple imitación de mis muertes sucesivas


yo era el equilibrio
yo era el desequilibrio de mis centros y mis círculos


era lo uno y lo otro
lo par y lo impar
lo cóncavo lo convexo lo posible lo imposible


una simple imitación del Padre ausente

puesto y devuelto a recordar
me digo que imposible
que no puede ser en esta órbita suicida
que no hay lugar para un abrazo para una huida o para un salto


no hay espacio en este espacio
poblado de demonios y desolladores de cadáveres


no es posible en esta tierra renacerse
porque en el polvo sólo hay polvo
y nada surge de las cenizas del milagro


nada surge del milagro

entonces digo: sólo queda sumergirse
resignarse al ocaso como al tiempo
después de este río atravesaremos un río y otro río
porque no hay desembocadura
no hay delante del camino no hay un dónde

y sumergidos naufragamos
arrastrados por los efluvios de los días
sin un Padre una Madre sin un Tótem

ahora asumo la más cruel de las metamorfosis
solo sin nadie rodeado de mil caras distintas


porque sé que no tengo un nombre propio todavía


y mientras han huido las causas y las cosas:
se fugaron los objetos familiares
y sólo queda lo innombrable
lo inasible del mundo
lo tatuado en otras dimensiones


sólo queda un círculo un color erróneo
un animal desdibujado por las aguas del Diluvio
un corazón sin corazón sin sombra
un ataúd repleto de blancas mariposas
una niña un niño sin sexo sin Padre todavía


y alrededor de él
lo posible lo imposible
un viaje un globo
un regreso custodiado por las Sombras

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