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Estefania Pérez Díaz

La globalización representó un avance en las relaciones comerciales entre los países; generó un mayor intercambio de capital humano y económico, fomentó la competitividad y calidad en los productos y servicios, sin embargo, poco se habló, en ese entonces, del impacto que las actividades humanas tienen para el medio ambiente y la misma sociedad.

Al crearse, en 1987, el informe Brundtland, se definió al desarrollo sostenible como “el desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones”. También busca conjuntar los tres ejes que la componen (económico, social y medio ambiente), para que sea económicamente viable, socialmente equitativo y ambientalmente soportable.

Pero ¿por qué se vuelve importante hablar del desarrollo sostenible? Porque supone que, mientras mayor crecimiento económico, mayor el impacto negativo que se tendrá en sus ejes. Y esto se puede observar en el aumento en las desigualdades y en la pobreza, en el incremento de enfermedades y falta de acceso a servicios básicos, la pérdida de biodiversidad en grandes cantidades y un excesivo consumismo.

La Organización de las Naciones Unidas ha brindado diversos mecanismos para mitigar y reducir el impacto de nuestras actividades, entre ellas destacan desde la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero hasta pequeñas acciones en casa. Una de sus grandes apuestas fue la agenda 2030, en la que se establecen los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible y que tiene metas e indicadores para no dejar a nadie atrás.

Lo cierto es que los compromisos no han sido suficientes, los gobiernos y empresas no han trabajado en los niveles establecidos y han sido condicionados o cambiados a los intereses involucrados, lo cual nos mantiene muy lejos de las metas establecidas.

A pesar de ello, no todo es malo en la transición a la sustentabilidad; la sociedad poco a poco ha exigido a las empresas mejores servicios y productos, que sean más responsables en la cadena de suministro y apoyen a las comunidades. Las personas están realizando emprendimientos con impacto, crean comunidades y grupos donde comparten ideas sustentables y las desarrollan, así mismo, las Universidades y Organismos Internacionales fomentan los emprendimientos que generen equidad de género, impacto social, inclusión, negocios sustentables y soluciones innovadoras.

En el caso de México, la sustentabilidad no es obligatoria, esto significa que, para aquellas empresas que la incorporen a sus procesos, tendrán una ventaja competitiva. Los clientes y proveedores empiezan a exigir certificaciones en calidad, medio ambiente o responsabilidad social. De hecho, ya existen programas académicos en la materia, esto porque las tendencias indican que se volverá obligatorio. En este orden de ideas, lo ideal es hacer el cambio cuando aún las empresas pueden usarlo para ser más competitivas.

Sin embargo, como cualquier transición, se requiere de un cambio de perspectiva, hábitos, una constante mejora continua, así como considerar las causantes externas que pueden limitar o retrasar el proceso, los cuales se refieren a una mayor brecha en las desigualdades, aumento en la pobreza y falta de accesos a servicios de salud y educación.

De acuerdo con un informe de Impact Hub en 2022, para emprender en México, las personas se encuentran con factores circunstanciales como la edad, el tono de piel, la región de origen y los estudios que tienen, lo que puede ser una ventaja o desventaja para el éxito en sus negocios. Además, no se les demanda a todos los actores involucrados en las cadenas de suministro por el impacto negativo que generan, por ejemplo, las empresas de transporte de carga que, en su mayoría, no cuentan con estándares de calidad o impacto verde.

Hablar de sustentabilidad no sólo se debe a la tendencia o por mejorar la opinión pública, es una alternativa de solución para un problema real, el cual a largo plazo afectará a las futuras generaciones y no es exagerado decir que el mundo será diferente al que conocemos; se observan estaciones más cálidas o más frías, fenómenos naturales cada vez más catastróficos para mitigar naturalmente el efecto de las actividades humanas, una gestión de residuos global insostenible, industrias especializadas en obsolescencia programada, crecimiento demográfico mundial, migración ambiental de personas y especies principalmente por el incremento del nivel de mar y los cambios climatológicos.

Es momento de tomar en serio a la sustentabilidad, por las generaciones presentes y por las futuras, pero también por el medio ambiente, que, a lo largo de la historia, ha buscado el equilibrio y regeneración tanto como sus recursos lo permiten, pero, lamentablemente, su sobre explotación está muy encima de su capacidad de reconstrucción.

Probablemente suena a un problema que le compete resolver a las grandes empresas y a los gobiernos para que presionen y exijan, lo cierto es que ambos actores deberían responder a los consumidores y la sociedad, por lo que, corresponde a nosotros informarnos, saber cómo podemos hace valer nuestros derechos, a la vez que entendemos las responsabilidades que nos atañen con la sociedad, la economía y el medio ambiente.

Ahorrar electricidad y apagar los electrodomésticos que no se estén utilizando, evitar imprimir en la medida de lo posible, investigar las empresas que realicen prácticas sostenibles, fomentar el reciclaje, consumo local y responsable, donar lo que no se usa, cambiar a botellas o tazas reutilizables, calcular la huella de carbono, reducir el consumo y, por ende, disminuir los residuos, son medidas que, al adoptar y volverlos un hábito, pueden mejorar nuestro impacto al planeta.

La normatividad y mecanismos establecidos tienen diferentes niveles de acción, y esto permite que todos seamos parte del cambio esperado. Ban Ki Moon dijo, “aunque decisiones individuales podrían parecer pequeñas ante las tendencias y amenazas globales, cuando billones de personas unen esfuerzos con un propósito común, podemos hacer una diferencia increíble”.

ESTEFANIA PÉREZ DÍAZ es Licenciada en Negocios Internacionales y estudiante de Maestría en Administración de Empresas para la Sustentabilidad por el Instituto Politécnico Nacional. Se ha desarrollado en reuniones empresariales, comercio exterior, industria del acero y autotransporte de carga. Sus líneas de investigación tienen que ver con sustentabilidad, responsabilidad social y emprendimiento social. Sígala en @_FannyPD

Estefania Pérez Díaz

La globalización representó un avance en las relaciones comerciales entre los países; generó un mayor intercambio de capital humano y económico, fomentó la competitividad y calidad en los productos y servicios, sin embargo, poco se habló, en ese entonces, del impacto que las actividades humanas tienen para el medio ambiente y la misma sociedad.

Al crearse, en 1987, el informe Brundtland, se definió al desarrollo sostenible como “el desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones”. También busca conjuntar los tres ejes que la componen (económico, social y medio ambiente), para que sea económicamente viable, socialmente equitativo y ambientalmente soportable.

Pero ¿por qué se vuelve importante hablar del desarrollo sostenible? Porque supone que, mientras mayor crecimiento económico, mayor el impacto negativo que se tendrá en sus ejes. Y esto se puede observar en el aumento en las desigualdades y en la pobreza, en el incremento de enfermedades y falta de acceso a servicios básicos, la pérdida de biodiversidad en grandes cantidades y un excesivo consumismo.

La Organización de las Naciones Unidas ha brindado diversos mecanismos para mitigar y reducir el impacto de nuestras actividades, entre ellas destacan desde la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero hasta pequeñas acciones en casa. Una de sus grandes apuestas fue la agenda 2030, en la que se establecen los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible y que tiene metas e indicadores para no dejar a nadie atrás.

Lo cierto es que los compromisos no han sido suficientes, los gobiernos y empresas no han trabajado en los niveles establecidos y han sido condicionados o cambiados a los intereses involucrados, lo cual nos mantiene muy lejos de las metas establecidas.

A pesar de ello, no todo es malo en la transición a la sustentabilidad; la sociedad poco a poco ha exigido a las empresas mejores servicios y productos, que sean más responsables en la cadena de suministro y apoyen a las comunidades. Las personas están realizando emprendimientos con impacto, crean comunidades y grupos donde comparten ideas sustentables y las desarrollan, así mismo, las Universidades y Organismos Internacionales fomentan los emprendimientos que generen equidad de género, impacto social, inclusión, negocios sustentables y soluciones innovadoras.

En el caso de México, la sustentabilidad no es obligatoria, esto significa que, para aquellas empresas que la incorporen a sus procesos, tendrán una ventaja competitiva. Los clientes y proveedores empiezan a exigir certificaciones en calidad, medio ambiente o responsabilidad social. De hecho, ya existen programas académicos en la materia, esto porque las tendencias indican que se volverá obligatorio. En este orden de ideas, lo ideal es hacer el cambio cuando aún las empresas pueden usarlo para ser más competitivas.

Sin embargo, como cualquier transición, se requiere de un cambio de perspectiva, hábitos, una constante mejora continua, así como considerar las causantes externas que pueden limitar o retrasar el proceso, los cuales se refieren a una mayor brecha en las desigualdades, aumento en la pobreza y falta de accesos a servicios de salud y educación.

De acuerdo con un informe de Impact Hub en 2022, para emprender en México, las personas se encuentran con factores circunstanciales como la edad, el tono de piel, la región de origen y los estudios que tienen, lo que puede ser una ventaja o desventaja para el éxito en sus negocios. Además, no se les demanda a todos los actores involucrados en las cadenas de suministro por el impacto negativo que generan, por ejemplo, las empresas de transporte de carga que, en su mayoría, no cuentan con estándares de calidad o impacto verde.

Hablar de sustentabilidad no sólo se debe a la tendencia o por mejorar la opinión pública, es una alternativa de solución para un problema real, el cual a largo plazo afectará a las futuras generaciones y no es exagerado decir que el mundo será diferente al que conocemos; se observan estaciones más cálidas o más frías, fenómenos naturales cada vez más catastróficos para mitigar naturalmente el efecto de las actividades humanas, una gestión de residuos global insostenible, industrias especializadas en obsolescencia programada, crecimiento demográfico mundial, migración ambiental de personas y especies principalmente por el incremento del nivel de mar y los cambios climatológicos.

Es momento de tomar en serio a la sustentabilidad, por las generaciones presentes y por las futuras, pero también por el medio ambiente, que, a lo largo de la historia, ha buscado el equilibrio y regeneración tanto como sus recursos lo permiten, pero, lamentablemente, su sobre explotación está muy encima de su capacidad de reconstrucción.

Probablemente suena a un problema que le compete resolver a las grandes empresas y a los gobiernos para que presionen y exijan, lo cierto es que ambos actores deberían responder a los consumidores y la sociedad, por lo que, corresponde a nosotros informarnos, saber cómo podemos hace valer nuestros derechos, a la vez que entendemos las responsabilidades que nos atañen con la sociedad, la economía y el medio ambiente.

Ahorrar electricidad y apagar los electrodomésticos que no se estén utilizando, evitar imprimir en la medida de lo posible, investigar las empresas que realicen prácticas sostenibles, fomentar el reciclaje, consumo local y responsable, donar lo que no se usa, cambiar a botellas o tazas reutilizables, calcular la huella de carbono, reducir el consumo y, por ende, disminuir los residuos, son medidas que, al adoptar y volverlos un hábito, pueden mejorar nuestro impacto al planeta.

La normatividad y mecanismos establecidos tienen diferentes niveles de acción, y esto permite que todos seamos parte del cambio esperado. Ban Ki Moon dijo, “aunque decisiones individuales podrían parecer pequeñas ante las tendencias y amenazas globales, cuando billones de personas unen esfuerzos con un propósito común, podemos hacer una diferencia increíble”.

ESTEFANIA PÉREZ DÍAZ es Licenciada en Negocios Internacionales y estudiante de Maestría en Administración de Empresas para la Sustentabilidad por el Instituto Politécnico Nacional. Se ha desarrollado en reuniones empresariales, comercio exterior, industria del acero y autotransporte de carga. Sus líneas de investigación tienen que ver con sustentabilidad, responsabilidad social y emprendimiento social. Sígala en @_FannyPD

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