Arte & entretenimiento

Raíces

Por Luis Maldonado Venegas

Afloró en ese texto sobre la arqueología mexicana, cada vez con mayor riqueza, el inmenso legado de las culturas prehispánicas que poblaron nuestro territorio, algunas de ellas, como la maya, vigentes en pleno siglo XXI.

Legado en el que están nuestras raíces, la huella de los diferentes grupos étnicos asentados en la zona central de México, algunos en el periodo 2500 a.C.–200 d.C. Se trata de pueblos que vivieron la transición vital entre la caza de animales y la recolección de plantas, y el conocimiento de la agricultura. La vida sedentaria trajo la aparición de comunidades, aldeas, templos, viviendas, edificios y grandes ciudades, cambios con los que sobrevinieron, asimismo, expresiones seculares de sus creencias religiosas y de su arte, plasmadas en muros, vajillas, tejidos y obras precursoras de nuestras actuales artesanías indígenas, de prestigio internacional, incluso en la moda.

Allí están (sin duda muchos aún por descubrir) los testimonios que dejaron nuestros ancestros en cuevas, montañas, bosques, desiertos y selvas de México. ¿Cómo no recordar la enigmática tumba del Señor de Pakal y el Templo de las Inscripciones, en Palenque, y los frescos de Bonampak, en la selva lacandona? ¿O la maravillosa referencia internacional de las pirámides de Teotihuacán, por citar un mínimo de ejemplos?

No podemos referirnos a esos abundantes legados de nuestra cultura prehispánica sin tener presente que se trata de obras de arte y aun ciencia astronómica de la remota antigüedad, producto de seres humanos que trascendieron con sus obras al paso de los siglos.

Recordemos esas culturas, así sea a vuelo de pájaro. Pero antes, tengamos presente que Mesoamérica, durante casi cuatro milenos (entre 2500 a.C. y 1521 d.C., año de la Conquista española), estaba integrada por los territorios que actualmente ocupan la República Mexicana y algunos países centroamericanos. Fue, además, el escenario de uno los desarrollos humanos más importantes del mundo por su diversidad cultural, étnica e, inclusive, lingüística. En la actualidad, continúa siendo una de las regiones del mundo más ricas en biodiversidad, nos dicen María del Carmen Solanes Carraro y Enrique Vela Ramírez en Arqueología Mexicana.

Los toltecas se caracterizaron por la difusión de una cultura ejemplar para otras que los sucedieron. ¿Qué mensaje secreto dejaron para la posteridad los cuatro gigantes o atlantes esculpidos sobre la pirámide B de la zona arqueológica de Tula (de ahí deriva su nombre) en Hidalgo? ¿El de la grandeza que alcanzaron en el arte, en la organización militar y política, cuyo mayor y mejor gobernante fue Ce Ácatl-Topiltzin-Quetzalcóatl?

Los mayas dejaron en su seno (particularmente en el periodo Clásico: 200-900 d.C.) tradiciones culturales que llegaron casi intactas hasta nuestros días. Sus raíces están plasmadas en la arquitectura, la organización política, la iconografía, la escritura y el calendario. Tenían un sistema de cómputo para medir el tiempo y en casi todos sus monumentos dejaron inscripciones jeroglíficas que todavía son objeto de minucioso estudio y transcripción.

Los mexicas, con frecuencia llamados aztecas (por la todavía controvertida leyenda de su procedencia: Aztlán), dominaban la mayor parte del territorio mesoamericano al momento de la Conquista española. Alrededor de 1325 d.C. fundaron la ciudad México-Tenochtitlán y decidieron llamarse a sí mismos mexicas o tenochcas. Los de la ciudad gemela de México-Tlatelolco se identificarían como tlatelolcas. Su expresión artística fue rica y diversa: esculturas en piedra para representar a sus dioses o a su compleja cosmovisión religiosa.

La cultura mixteca no va a la zaga de las mesoamericanas reseñadas aquí brevísimamente. Su historia va del Preclásico (1500 a.C.) hasta finales del Posclásico (siglos VIII y X) incluso hasta la segunda década del siglo XVI, al arribo de los españoles. A partir de entonces, la transculturación dio paso a las culturas mestizas de México y Centroamérica.

Los mixtecos se cuentan entre los mejores artesanos del México prehispánico e, incluso, contemporáneo. Su maestría en la fabricación de objetos de oro la ejemplifica la espléndida ofrenda depositada en la Tumba 7 de Monte Albán, en honor de un poderoso señor mixteco.

Sirva esta oportunidad para enorgullecernos de nuestras raíces prehispánicas. También, desde luego, para desearles a los amables lectores de este espacio un feliz y próspero 2019.

Presidente de la Academia Nacional de Historia y Geografía de la UNAM

Source

https://www.excelsior.com.mx/opinion/opinion-del-experto-nacional/raices/1287461

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